Existen muchos Luis Alberto Spinetta. Quizá tantos como oyentes. El Flaco se expresaba en múltiples facetas: como cantante, compositor, guitarrista, letrista, arreglador y productor. Pero, sobre todo, construyó un universo musical tan rico y cambiante que propone múltiples abordajes. Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade, Los Socios del Desierto y los emprendimientos solistas: todas esas etapas ofrecen propuestas singulares y expansivas. Que dialogan con su tiempo y en muchos casos lo anticipan. Cada quién tendrá su Spinetta favorito, pero el hilo conductor de todas esas aventuras parece ser la búsqueda incondicional, el compromiso y respeto por su propia obra.
Más allá de gustos y/o interpretaciones, la obra de Spinetta no incluye disfraces. Si David Bowie necesitó travestirse de diversos personajes –en forma más o menos manifiesta– para sorprender y sorprenderse, Spinetta lo logró sin dejar de ser Spinetta ni un solo segundo de su vida. En algún sentido, la obra del ex Almendra se clausura en sí misma. Casi como la de Frank Zappa, a pesar que diseñaron universos estéticos muy diferentes. Su faro es tan poderoso y personal que fulmina. Puede detectarse pinceladas de su influencia en diversos compositores. Pero seguir su huella al pie de la letra puede funcionar como un viaje directo a un callejón sin salida. Si apareciera un compositor e intérprete de metáforas siderales, canciones con armonías complejas que incluyen decenas de acordes y una voz casi aspirada –por citar sólo algunos trazos de su estilo– seguramente quedaría más cerca de la caricatura que de un aporte significativo. Sin embargo, existe y ojalá se extienda una influencia mucho más sutil y valiosa. Acaso la mejor herencia del Flaco sea su ejemplo de convicción, su capacidad y deseo de reinventarse casi permanentemente.
La obra de Spinetta dejó canciones imperdibles. Cualquier lista siempre resultará incompleta y caprichosa. Pero una forma de asomarse a sus diferentes etapas puede incluir «Muchacha (ojos de papel)», “Credulidad”, “Cantata de Puentes Amarillos”, “Lo que nos ocupa es la conciencia, esa abuela que regula el mundo”, “Durazno sangrando”, “Los libros de la buena memoria”, “Canción para los días de la vida”, “Barro tal vez”, “Ah!… Basta de Pensar”, “No te alejes tanto de mí”, “No seas fanática”, “La bengala perdida”, “Fina Ropa Blanca”, “Seguir viviendo sin tu amor” –su máximo hit–, “Tu nombre sobre mi nombre”, “Jardín de gente”, “Ekathe I”, “Tonta luz”, “Agua de la miseria”, “BolsoDios”, “Hiedra al sol” y tantas más. Se puede entender a Spinetta como un cancionista, pero siempre comprometido con dotar a esa estructura de instrumentaciones ricas, creativas y precisas.
Sin embargo, más allá de tantos temas imperdibles, Spinetta es un artista de discos. Su mirada integral iba mucho más allá de una simple acumulación de canciones. Entonces, la mejor forma de disfrutarlo y acercarse a su mundo incluye múltiples puertas de ingreso, algunas pueden ser la belleza iniciática de Almendra (1969); el nervio y los contrastes de Pescado Rabioso 2 (1973); las diversas dimensiones de Invisible y El jardín de los presentes (1976); la belleza medular y profunda de Artaud (1973) –editado bajo el nombre de Pescado Rabioso, pero en rigor se trata de un disco solista–; el unplugged antes de los unplugged, Kamikaze (1982); el vuelo instrumental y los retratos urbanos de Jade en Bajo Belgrano (1983); la indómita luz de Téster de violencia (1988); la lava incandescente de San Cristóforo (1998), junto a Los Socios del Desierto; y Un mañana (2008), su último disco de estudio editado en vida, una galería de canciones redondas y sensibilidad. El controvertido «Only Love Can Sustain» (1980), cantado en inglés y con la participación de Guillermo Vilas, siempre será su disco más controvertido.
El amor fue quizás su máxima obsesión, entendido como antídoto o certeza, más que como un campo de reflexión o duda. Su fervor por autores como Carlos Castaneda y Antonin Artaud, entre otros, lo empujó por caminos singulares. En ese sentido, el Flaco también enriqueció la vida de quienes lo escuchaban: de alguna manera también fue un divulgador de otros artistas. Utilizó mucho la metáfora y tenía debilidad por palabras de escaso uso cotidiano.
Contrariamente a cierto pensamiento mágico en boga, Spinetta no fue un extraterrestre. Lo apasionaba escuchar música, descubrir nuevas propuestas y tenía una sensibilidad amplia que le permitía disfrutar estéticas muy diferentes. Lo influenciaron desde los Beatles a Piazzolla, pasando por Zeppelín, John McLaughlin, Weather Report, Gino Vanelli, Stealy Dan y Bjork, entre muchísimos otros. Pero nunca se dejó llevar por la tentación de imitar a quienes admiraba. La información que absorbía siempre pasaba por un filtro tan personal que concluía en expresiones y formas inconfundiblemente spinetteanas.
Spinetta buscaba crecer y no apostaba a la concepción de inspiración romántica. Creía en el trabajo y en aprender con el talento de colegas –gran parte de los mejores músicos de la argentina trabajaron–. Alguna vez Walter Malosetti –el mítico guitarrista de jazz local– contó que el Flaco le había agradecido por todos los acordes que aprendió en uno de sus libros para estudiantes de jazz. Incluso, estudió canto con Graciela Cosceri cuando ya era una figura intocable del rock local. Su crecimiento en esa faceta fue notable, sin perder nunca su estilo inconfundible. El virtuoso guitarrista Tomás Gubitsch, quien pudo darse el enorme lujo de tocar con el Flaco en Invisible y después con Astor Piazzolla en su octeto electrónico, señaló que –siendo dos músicos enormes–, Spinetta le generaba mas admiración porque Piazzolla era el resultado de una tradición muy rica a la cual supo incorporarle elementos propios, pero el recorrido del ex Almendra como compositor tenía orígenes enigmáticos y desarrollos todavía más personales.
Acaso sin saber que podría ser la última, el 4 de diciembre de 2009 se regaló y regaló una noche perfecta. En la cancha de Vélez, festejó su increíble carrera y los 40 años del primer disco de Almendra reuniendo a sus bandas eternas. Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Jade, Los Socios del Desierto volvieron a la vida en reencuentros que no apelaron a la nostalgia, sino que subrayaron la vigencia de su obra. El Flaco siempre había sido reacio a revisitar su pasado, pero lo hizo consciente de lo especial de la ocasión y lo disfrutó con una intensidad memorable. Más de 40 mil fans disfrutaron casi sin parpadear de cinco horas y media de show, donde también hubo lugar para su última banda solista, invitados varios y diversos homenajes al rock nacional. Fue un triunfo para Spinetta, pero también para la música argentina.
Poco después, el 8 de febrero de 2012, luego de pelear con tenaz enfermedad, el Flaco se despediría de este lado del mundo. Este 23 de enero Spinetta hubiera cumplido 70 años. En cinco décadas de discos, música, palabras, ideas y compromiso, construyó un refugio único de imaginación, sensibilidad y encuentro para millones de argentinos. En camino a los diez años de su muerte, Luis Alberto es noticia casi todos los días. Desde la edición del flamante disco de inéditos «Ya no mires atrás» hasta el sampleo del riff de “Ámame Peteribí” (Pescado Rabioso) para el tema de Eminem «Stepdad», pasando porque hoy Google le dedicó el doodle de su página de búsqueda. Novedades, curiosidades y anécdotas aparte, la música de Spinetta sigue viva y en movimiento. Contra todos los males de este mundo.