Primer abucheo para un film del concurso del 74º Festival de Venecia al final de las dos proyecciones anticipadas para la prensa de mother! (así es el nombre original, todo en minúscula) de Darren Aronofsky, presentado en la séptima jornada.
El film es una suerte de El bebé de Rosemary con presencias demoníacas, intrusiones sobrenaturales y víctima predestinada pero en dosis tan masivas que se vuelven indigestas.
Todo lo contrario del segundo film en concurso, Sandome no satsujin (Tercer homicidio) en el que el japonés Koreeda Hirokazu explora los fluidos límites que separan la verdad de la mentira y concluye que aun en un campo como el de la justicia es imposible llegar a saber lo que es cierto y lo que es ficticio.
Desde los tiempos de sus primeros dos largometrajes, Pi y Requiem for a Dream de 1998 y el 2000 respectivamente, el cineasta de Brooklyn ha buceado en los rincones más oscuros y recónditos del alma humana. Pero en mother!, que cuenta la historia de una pareja aparentemente feliz que recibe la visita inesperada de una extraña pareja que desencadenará una serie de acontecimientos tanto trágicos cuanto imprevisibles, la cantidad de estos ingredientes supera la paciencia del espectador.
En una casa en perpetua refacción vive una pareja formada por un escritor en crisis de inspiración (un Javier Bardem particularmente escalofriante) y su joven esposa (una Jennifer Lawrence siempre al borde de una crisis de nervios), eternamente ocupada en reparar la casa natal incendiada de su marido y en todos los menesteres de la casa.
La llegada de otra pareja inquietante (Ed Harris y Michelle Pfeiffer), que hace inmediata amistad con el escritor, coloca aún más en posición subalterna a la mujer, relegada a servir té y hacer de comer a los visitantes, que toman inmediata posesión de la casa.
Después de una serie de desastres domésticos cometidos por la pareja visitante, llegarán también los hijos de esta, que protestan por un testamento escrito por el padre que deshereda al menor, el cual terminará matando al hermano. Y cuando los protagonistas, una vez echados los huéspedes, reanudan la relación y conciben un bebé, una nueva invasión vendrá a celebrar el nacimiento del niño como un nuevo Mesías que será comido por todos.
¿Exageración? Alarde de inspiración? Aronofsky no parece conocer límites a su imaginación y quien sea capaz de seguirlo en este peligroso camino, gozará de un film excesivo pero coherente. Pero será un privilegio para pocos.
Koreeda vuelve al festival que lo premió con su opera prima Maboroshi no hikari (mejor fotografía) en 1995 y desde entonces ha enhebrado una obra que lo coloca entre los máximos representantes del cine japonés actual.
En El tercer homicidio cuenta la historia de un hombre que confiesa un asesinato que en realidad podría haber sido cometido por otros. Pero cambiar de versión a proceso iniciado no le impedirá ser considerado culpable.
En una confrontación final, el abogado no sabrá nunca cual será la verdad y en caso de ser inocente a quien habría encubierto el condenado con su declaración de culpabilidad.
Fukuyama Masaharu, uno de los cantantes más famosos del rock japonés (21 millones de discos vendidos) se luce en el papel del abogado defensor mientras el pseudo asesino está interpretado por Yakusho Koji, ya visto en el episodio nipón de Babel del realizador mexicano Alejandro González iñárritu.