Es tiempo de celebraciones para uno de los espacios teatrales más importantes de nuestro país. El Picadero, la distintiva sala del Pasaje Enrique Santos Discépolo ubicada en pleno centro de Buenos Aires, celebra diez años desde su reapertura en 2012.
La historia de este escenario merece viajar hacia algunas décadas atrás. A finales de los años 70, Guadalupe Noble y Antonio Mónaco soñaban con tener una sala teatral que saliera del molde de lo que por entonces había en la ciudad. El diseño del lugar debía tener la versatilidad técnica y espacial para adaptarse a múltiples propuestas y darle diera cabida a las más nuevas. Las ganas llegaron a buen puerto y el 21 de julio de 1980 la dupla de productores inauguró el Teatro del Picadero con La otra versión del Jardín de las Delicias, inspirada en La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe.
La sala le dio cobijo al estreno del ciclo Teatro Abierto en 1981, el proyecto que unía a actores, dramaturgos, directores y trabajadores del rubro que buscaban hacer visible, por medio de sus obras, la cruda realidad social de entonces. Con la dictadura militar en el poder, una serie de bombas de magnesio destruyeron totalmente el interior del Picadero.
Cuatro décadas más tarde, el 22 de mayo de 2012, el productor y empresario teatral Sebastián Blutrach recuperó el teatro exactamente en el mismo lugar donde estaba emplazado. El Picadero abrió sus puertas con la comedia musical Forever Young, y esa será la obra que encabeza los festejos por este décimo aniversario de su recuperación, presentándose este lunes 23. “Si hay un espectáculo que convierte al teatro en una fiesta, es Forever Young. Creo que esta obra es la indicada para celebrar. Para mí, volver a realizarla es como un regalo especial”. Y agrega: “Creo que el Picadero es un teatro más mítico que histórico. Recordemos que se abrió en 1980 y al año siguiente sufrió el atentado por parte de los militares, ya que era la sede de Teatro Abierto. En 2001 volvió a abrir, pero por la crisis duró sólo un año. Es la primera vez que el teatro tiene una larga continuidad y vigencia, así que eso me llena de orgullo”, sostiene Blutrach como responsable del teatro.
Acerca de la iniciativa de reabrirla, el empresario cuenta: “Yo comencé a producir en 1989, a los 19 años, y después hice lo mismo en España y luego otros lugares. En 2007 comencé a gestionar el Metropolitan, que en ese momento era de la Sociedad General de Autores y Editores de España (SGAE), pero cuando el teatro se vendió, era casi natural que yo buscase un lugar para trabajar. Entonces encontré el Picadero y me metí de cabeza. Por ahora salió bien, pero también genera responsabilidad, porque fue la sede de Teatro Abierto. En el imaginario existe la idea de que es un lugar de la comunidad teatral, así que es una responsabilidad dirigirlo. Pero la gente reconoce lo bueno de esta gestión y eso me pone contento”.
La reapertura no fue fácil. Prácticamente en ruinas, el lugar necesitó tiempo y estrategias para volver a funcionar, no exento de muchos inconvenientes. “Los productores estamos acostumbrados a los problemas en la producción, pero meterme en el Picadero fue una patriada grande. Recuerdo que una semana antes del primer estreno teníamos a mucha gente trabajando en plena obra, así que cuando había función limpiábamos todo el lugar, se guardaban los materiales de construcción detrás de un telón, se hacía la función y a la mañana siguiente seguíamos con la obra. La pandemia fue también fue un gran problema, porque teníamos al equipo del teatro, de unas 35 personas, mientras el teatro permanecía cerrado. Fueron muchos los inconvenientes durante estos años, pero supimos esquivarlos, por eso cumplir diez años después de todo lo que nos pasó, es un gran motivo de festejo”, sostiene Blutrach.
A la hora del balance, fueron muchas las situaciones que ocurrieron en estos años, pero fundamentalmente todo saldo resultó sumamente positivo según lo que evalúa el empresario: “Cuando me metí con el Picadero lo hice con un dólar a 3 pesos y terminé con uno de 16. Esa era una época en que más allá de la economía cambiante, todo se podía pagar, algo que pasó entre el 2012 y 2015. Después tuvimos años difíciles y luego vinieron los dos últimos años macristas muy malos. Los que hacemos teatro tenemos la suerte de contar con un público con mucha idiosincrasia teatral. Siento que el Picadero marca una diferencia en la escena, pero cuando hago una mirada retrospectiva me lleno de orgullo por todo lo ocurrido”, concluye.