Desde el 9 y hasta el 17 de marzo se desarrollará en La Plata la Sexta edición de Danzafuera, el Festival internacional de danza contemporánea que desde 2013 invade la ciudad para desparramar sobre ella y sus habitantes preguntas, inquietudes y alguna que otra certeza sobre arte, vida cotidiana y espacio público.
Obras, intervenciones urbanas, residencias, talleres, espacios de diálogo y una fiesta de cierre para que el cuerpo dance dan marco a un evento en el que participan más de 100 artistas locales y de Uruguay, Brasil, Chile. Y que tiene a Mariana Sáez como parte de una organización que comenzó siendo mixta y hoy sólo está a cargo de mujeres en un equipo que completan Jorgelina Mongan, Julieta Scanferla y Constanza Copello, todas ellas vinculadas al arte escénica desde distintas disciplinas. En el caso de Sáez, desde la danza. Y desde la antropología. Sí, esta bailarina además es investigadora del Conicet, así que no sorprende que uno de los objetivos que se planteó desde sus orígenes Danzafuera sea la investigación artística
“Inicialmente encaramos la investigación a través de dos cuestiones -comenta Sáez-: la experimentación artísticas a partir de lo que surge de su práctica en espacios urbanos, que tiene que ver con el entorno. Por eso elegimos espacios arquitectónicos relevantes y de carácter social en cuanto al uso, y vamos cambiando según contextos particulares. En las sucesivas ediciones agregamos otras instancias para la investigación, más de tipo académico, que hoy está muy en auge, con espacios de charlas, presentaciones de libros, talleres en donde aparece mucha conceptualización teórica. Pero siempre pensando que la interpretación y la práctica interactúan permanentemente.”
Si bien el núcleo de la organización está relacionado a las artes escénicas -“aunque la Universidad de La Plata no tiene una carrera, como la UNA (Universidad Nacional de las Artes)”-, el Festival tiene vida “gracias a una enorme red de trabajo y afecto que permite su realización más allá del financiamiento”, que este año fue bastante exitoso comparado con otros. “La asistencia técnica artística, las profesionales que distintas maneras intervienen (en parte relacionadas con las redes tejidas por el movimiento de mujeres y en parte por las experiencias heredadas del 2001) permiten que el Festival se mantenga pese a la situación.”
Es que Danzafuera se impuso como uno de sus objetivos ser gratuito, y a su vez pagar la intervención de cada uno de los artistas participantes durante esa semana de danza. “Es parte de lo mismo, aunque por momentos parezca contradictorio -explica Sáez-. Estamos planteando un derecho al arte, a la cultura, y desde ahí nos posicionamos. Pero eso no tiene que estar en contra del derecho laboral. De ahí todas las estrategias de financiamiento que buscamos.” Que van desde la institucional al crowdfunding, pasando por el hecho de no cobrar por el trabajo que realizan a lo largo del año, las organizadoras se las arreglan para que cada artista interviniente se lleve la remuneración que le corresponde. La defensa de derechos en su versión expansiva antes que en su expresión contradictoria o haciendo que uno invalide al otro.
Y al mismo tiempo, toda una definición de cómo ven el mundo, y las ganas de expresarlo a la comunidad que las vio nacer, crecer y formarse, y que por esa cosa de un país tan centralizado, siempre quedaba a la sombra de Buenos Aires. “Somos todas de La Plata y queríamos mostrar nuestro trabajo acá. Nos parecía que teníamos que tener un lugar y no ir siempre detrás de Buenos Aires, que como está muy cerca al tiempo que te atrae te hace sombra.”
-Y como Festival, ¿qué tienen para decir este año?
-Por un lado este apostamos a la convivencia de espacios institucionales: espacios como calles céntricas, plazas, barrios, zonas (hay una caminata que dura ocho horas y corta la ciudad en línea, transversal a las diagonales). Por otro, como artistas cuestionamos un poco la idea de independencia: estamos vinculados a la Universidad y otras instituciones, y nos parece que los espacios y las expresiones está bueno que se mezclen. Eso nos da la posibilidad de que las distintas partes se conozcan, los públicos de las distintas esferas se crucen y puedan empezar a articularse. Por último, una cuestión de género dentro de la marea verde y violeta: la danza es una profesión generizada, feminizada, y hay desde obras y mesas y talleres que hablan de esos vínculos y cruces, que a su vez son lugares de reflexión e investigación.