La serie El oscuro mundo de Sabrina, original de Netflix, rememora la sitcom de los años ’90 al tiempo que actualiza la historia bajo el género terror apelando a temáticas propias de la actualidad. La propuesta de diez capítulos se inscribe en la genealogía de series actuales, como Stranger Things o Dark, que interpelan a las audiencias nostálgicas con la propuesta de una vuelta al pasado.
La historia se centra en Sabrina Spellman (Kiernan Shipka), una joven de 16 años que vive con sus dos tías brujas, Hilda (Lucy Davis) y Zelda (Miranda Otto), y con su primo Ambrosse (Chance Perdomo). Sabrina se presenta como hija de un prestigioso brujo y de una humana, carácter «mestizo» que le plantea el desafío de tener que elegir en el día de su bautismo cuál de los dos mundos transitar, el de los poderes ancestrales de su familia o el de una joven de su edad. El elenco se completa con el personaje de su compañero, Harvey (Ross Lynch), y con Salem Saberhagen, el gato negro que en la versión comedia hablaba irónicamente deviniendo en uno de los roles más importantes de la historia.
Se trata en cierto modo de una narrativa transmedia. Un relato que se cuenta apelando a las potencialidades de diferentes medios de comunicación para generar un universo propio. De allí que se deba rastrear el comienzo de la historia en un cómic de los años ’60, donde el personaje de Sabrina estaba perdido entre otros sin el protagonismo que logró posteriormente. El creciente éxito del cómic les daría paso a los dibujos animados de principio de los años ’70. De todos modos, la fama mundial le llegaría a mediados de los años ’90 con el programa televisivo en formato sitcom que contó con el rol protagónico de Melissa Joan Hart y se extendió durante siete temporadas. En 2014 se publicó el cómic Chilling Adventures of Sabrina (Las escalofriantes aventuras de Sabrina) donde la historia se asentó en una estética más oscura y diabólica comenzando a explorar el género de terror. La serie de Netflix se basa en este cómic a la vez que irrumpe en otro medio que no es la televisión tradicional, sino el video bajo demanda con sus propias lógicas de consumo y de circulación. La forma de contarse recurre a una velocidad diferente al programa de los años ’90, apelando a efectos visuales, una minuciosa búsqueda en la banda sonora y recursos propios de la nueva televisión en Internet.
Lo peor que puede sucederle a una expresión artística –así fuera concebida industrial– es quedar desfasada de los debates de su época. En ese sentido, desde aquella Sabrina a esta no solamente se transformó el género, de la comedia juvenil a un drama de terror, sino que se trata de un relato anclado en el siglo XXI. La diversidad sexual, la disidencia y la lucha de las mujeres pueden verse en personajes y acciones. En lo expresado y en lo no dicho, se trata de una historia que se posiciona con consciencia ante temáticas sociales. A modo de ejemplo, podemos señalar la escena en que debido al acoso que sufre una de sus amigas por parte de compañeros de clase, conforman una organización colectiva empoderada que evidencia la violencia machista en la escuela.
Por otra parte, la serie recurre a constantes menciones religiosas, donde el trasfondo de los mandatos sociales principalmente hacia las mujeres se tematiza en el enfrentamiento de la rebelde Sabrina contra la Iglesia de la Noche y el poder del Señor Oscuro. La crítica a las creencias preestablecidas se da desde la dimensión simbólica en menciones a demonios y falsos dioses, hasta en el rol concreto del primo de Sabrina, quien es definido como pansexual y se encuentra confinado en su casa bajo el castigo del Consejo de Brujas por haber intentado quemar el Vaticano.
Como experiencia que apela a la nostalgia de los noventoso o como una serie pochoclera más de fin de semana, el personaje que ya cumplió cuatro décadas en la industria de la cultura parece no agotarse y reinventarse en una nueva saga. Esta vez diciendo algo más y posicionándose ante la sociedad contemporánea. Se trata quizás de la mejor versión de Sabrina porque enaltece su dimensión política y pone de relieve que tanto en la ficción como en la realidad es imperioso que toda revolución sea tanto juvenil como feminista. «