Por Rosario Ortega
Cantante
Estar al lado de Charly es un aprendizaje constante. Desde el primer momento sentí el desafío de asimilar todo lo que puediera trabajando junto con él. No solo desde lo musical, sino también en relación con observar cómo se mueve un equipo tan grande y cómo ser lo más profesional posible para que el arte pueda desarrollarse de la mejor manera.
Fueron muchos viajes, muchas ciudades, muchas presentaciones. Todo me sirvió para la vida profesional y, más que nada, me ayudó a aprender mi rol. A medida que transcurren los shows tengo que ir cambiando: a veces ganar protagonismo, a veces ser un sostén. No soy un miembro fijo, sino que lo que hago va mutando según la necesidad. Porque no se trata de estar solamente atenta a las voces o a lo que te toca, sino también ser capaz de acompañar todo un grupo de factores que construyen el tema.
Charly siempre me dejó claro que no soy una corista, que debo ser flexible y amoldarme a lo que pasa. De hecho, hay canciones en las que él me hace a mí de apoyo, para jugar él con terceras voces y demás. Eso es pura generosidad. Siempre te saca de la zona de confort. Te muestra un mundo en cada estrofa. Su figura es icónica porque la calidad de sus creaciones es sublime, sin duda.
Es un orgullo cantar la gran cantidad de himnos que interpreto estando con él. Eso es un privilegio, lo sé. Pero también siento que va más allá del espacio profesional que me dio, para ahora sentirme mejor parada en lo que hago. La relación musical y afectiva que tengo con Charly va creciendo cada día más y eso, claro, lo hace especial para mí. «