Entre canciones flamencas y reggaetones con su sello indiscutido, Rosalía se presentó en el Movistar Arena este 25 y 26 de agosto en el marco de una gira consagratoria que hizo vibrar a sus seguidores y sorprendió a los incrédulos. Las anécdotas que dan cuenta del discazo que vino a presentar (Motomami, su tercer trabajo) o de cómo agotó las entradas del primer show en sólo 15 minutos, se suman a otras nuevas: que cantó para emocionar a sus fans o que ella misma dejó algunas lágrimas, pero todo queda chico al lado del espectáculo que ofreció en Villa Crespo.
El show del viernes, el último de esta visita, comenzó a las 20.30 puntual con Le Bresh, la carismática fiesta que ya es marca registrada y franquicia a lo largo y ancho del país. A las 21.30 salió Rosalía, con un espectáculo que fue ideado y ejecutado con la lógica del disco: minimalista y adaptado a los tiempos que corren, desde la estética y el formato. Un escenario con pantallas, unos pocos bailarines y ella en el centro de la puesta: todo cabe en una historia de Instagram.
Abrió con “Saoko” para ponernos a bailar, con la capacidad absolutamente colmada: desde las plateas se podía advertir que nadie había faltado a la cita. Abajo, la muchedumbre dividida a la mitad entre campo VIP y campo “trasero” atentaba un poco contra la fiesta que suponía escuchar a la “motomami” cantando todos sus hits, aunque la gente estaba exultante. El sonido impecable, los bailarines a la altura, y la estrella de la noche que sostuvo en todo momento cantar sobre pistas (que no es poca cosa).
En este caso, con lo accesible que es la información a través las redes sociales, ya se podían saber muchos datos de antemano: desde el vestuario que iba usar, qué canciones iba a interpretar, y qué se podía esperar de la fabulosa pirámide humana con forma de moto (¡por supuesto!) que ofrece junto a sus bailarines, y hasta en qué momento iba a llorar. Pero en el último show igual hubo espacio para la sorpresa: si el jueves estaba vestida de rojo, el viernes lució un outfit azul que también le sentaba divino, agregó un cover de The Weeknd, tocó el piano, hizo una versión de “Alfonsina y el mar” y leyó (con alguna dificultad) su particular abecedario.
Por “abecedario”, en este caso se entiende la versión de la canción “Abcdefg” de la catalana, que va acomodando en base a las letras que enuncia palabras significativas para el público de cada país. Así se generaron algunas polémicas en el mundo, ya que Rosalía no le teme a inclinarse a favor o en contra de algunas circunstancias o candidatos, y sin ir más lejos, en Brasil la F fue para “Fora Bolsonaro”.
Además de un gran oportunidad para verla desplegar su carisma sobre el escenario, el show desde ya que fue un momento inigualable para disfrutarla como cantante, y también para bailar. Y si bien la puesta en escena fue despojada, incluyó a un cameraman sobre el escenario, que enfocaba a la cantante y a todo lo que ella quería que se viera. El espectáculo cumplió con lo que el público fue a buscar y aún más, y sin agregar ningún tipo de épica innecesaria, se puede decir con certeza que se trató de un evento único. Rosalía cerró con “Cuuuute”, como corolario de la genialidad de una preformer que esperamos ver nuevamente por estas latitudes.
Rosalía no va a sacar otro Motomami ni otro “El Mal Querer”, y lo que se venga sin dudas generará expectativas, pero no será igual a lo que se vivió en Buenos Aires estos días. En medio del lanzamiento de su nuevo hit “Despechá” y con Motomami, su tercer disco y motivo de su actual gira mundial, la española dio dos shows increíbles que no dejan espacio para que exista ninguna duda del calibre de artista que es ni del lugar que ocupa.