Cumbia metálica, polka rockera, ritmos tropicales de baile pesado… Qué importan las etiquetas. En el fondo, la música de Los Caú es sólo chamamé, pero nos gusta. “Cuando arrancamos allá por finales de los ’70 fue una dura batalla: la gente del folklore nos miraba raro porque andábamos pintados a lo Kiss, por otro lado éramos extraños para los rockeros porque hacíamos chamamé, y las radios no nos pasaban, pero nosotros seguimos y con nuestras canciones llegamos al corazón de la gente y así triunfamos”, dice en diálogo con Tiempo el percusionista Víctor Morel, padre de la criatura y líder histórico del desprejuiciado grupo que desde hace más de cuatro décadas hace bailar a la Argentina. Preparen los piecitos para la danza, porque Los Caú andan de regreso. Su eterno retorno. En realidad, nunca se fueron.

Don Víctor tiene 72 jóvenes primaveras. Hace 45 que viene dándole duro y parejo a los parches de los timbales y la batería. Nació en Merlo pero creció en Villa Fiorito, “los pagos del Diego”, saca chapa Morel. Es hijo de migrantes paraguayos que llegaron a la Argentina desde las tórridas tierras coloradas a forjarse un futuro mejor en estas pampas. La música de raíz guaraní corre por sus venas. La historia de una familia, o de miles: “Los domingos y en todas las fiestas mi papá ponía polkas y chamamés, no podían faltar en casa. Me viene de ahí el amor por estos ritmos”.

Foto: Prensa

Allá por los ’70, al gurí Víctor también le gustaba el rock and roll: “Beatles, Rolling Stones, Creedence, Deep Purple, esa fue mi base. Con unos amigos armamos un grupo. Hacíamos temas melódicos, que cantaba Antonio Ríos, y también covers de hard rock con otro cantante. Éramos buenos”. Se ganaban el mango tocando en fiestas privadas. Una noche en un hotel de Constitución, después de un show memorable, Morel recibió una propuesta que le cambió la vida. “Se acercó un productor musical, dijo que le encantaba nuestra forma de tocar y nos propuso hacer chamamé. Un chamamé más arriba, estilo para zapatear, onda Tarragó Ros padre, cero melódico, más rockero, pesado. A los muchachos no les cerró, no querían saber nada. Yo le dije al señor que iba a pensarlo. Me dejó una tarjeta. Un par de días después fui a verlo, ahí arranca la historia”.

El productor se llamaba Américo Cardinale. Era mánager musical y cráneo candente del púber sello discográfico Irupé, usina del naciente universo industrial de la música tropical y sus satélites bailanteros. Cardinale ofició de Malcolm McLaren argento en la gestación del conjunto en los años previos a la primavera democrática. Morel agarró viaje, buscó músicos aptos para la travesía como el afamado acordeonista Marcelo Videla, se sumó Kuky Pumar como socio creativo y grabaron al toque su ópera prima. Faltaba el nombre y aun otra osada sugerencia de Cardinale: “Dijo que nos pintáramos la cara como hacían los Kiss para las tapas y los shows. Me gustaban los Kiss, era buena la idea para unir chamamé y estética rockera. En una reunión del grupo con la producción, empezamos a tirar nombres. Uno de los muchachos sugirió Los Cuis. Parecía una idea de borrachos. ‘¡Ese es el nombre! ¡Los Borrachos!’, dijo otro. Decidimos usar la palabra en guaraní: caú”. Chin chin, larga vida a Los Caú y brindaron entre sapucais.

Pese a los pruritos de gran parte del ala folklórica de la industria musical, la “caumanía” no tardó en estallar. Recuerda Don Víctor la cresta de la ola: “Primero fue llegar a la difusión radial de la mano de Manuel de Asunción en Radio del Pueblo y los bailes multitudinarios en San Lorenzo, cuando estaba en Avenida La Plata, y en Unidos de Pompeya. Después fue una locura en la tele. Feliz Domingo, Calabromas, pasamos por todos los canales de aire. Por ahí un sábado a la noche tocábamos en Bariloche y al otro día nos pagaban un pasaje en avión para estar sí o sí en el programa de Silvio Soldán, no podíamos faltar”.

Discos de oro y platino, miles de shows y giras kilométricas por Sudamérica cosecharon los “diablos de la cumbia” en su dilatada carrera. Grabaron más de 20 discos. Las portadas de estética kissera son auténticas obras de arte. El pico máximo creativo se dio en 1985, cuando vio la luz Los Caú en Obras, un larga duración que se reía de la fiebre de los discos en vivo grabados en el Templo del Rock. En la portada los músicos posan con atavíos de albañiles, delicadamente maquillados como Paul Stanley, Gene Simmons y compañía. “Siempre tuve el sueño de conocer a los Kiss –confiesa Don Víctor–, pero no los pude ver en vivo, siempre por una pantalla. Sé que una vez que vinieron, les acercaron nuestros discos. Siempre me gustaron, sólo no compartía eso de romper los instrumentos o pisar pollitos, cosas que dicen que hacían en sus shows. Para mí son mitos”.

Avant la lettre, Los Caú fueron vanguardia a la hora de tender puentes entre géneros que parecían distantes en el mapa de nuestra música popular. Dosis desparejas y bailables de chamamé, cumbia, rock y vaya uno a saber qué otro ritmo más. Banda de culto, es venerada por Los Auténticos Decadentes, Kapanga, Los Parraleños, Caligaris y siguen las firmas. Sus integrantes también fueron pilares en grupos tropicales como Karicia, la banda de Antonio Ríos y Ráfaga: “Mis hijos arrancaron con Los Caú, luego uno fundó Ráfaga y otro estuvo en Red. Tiré semillas y crecieron en todos lados”.

Los Caú del eterno Morel están más activos que nunca. En los últimos tiempos entraron al estudio y versionaron “Sobrio” del colombiano Maluma. También una adaptación exquisita de “Las demás” de Babasónicos. No tengan dudas, siguen regalando sobredosis de chamamé. Los próximos meses tienen una cargada agenda, con shows en Zárate, Rosario y más allá. Don Víctor deja un mensaje postrero al despedirse: “Es un orgullo seguir tocando, haciendo música, que es mi motor y único vicio. Mi viejo seguro estaría feliz, seguimos bailando chamamé”. «

Los Caú

Lanzaron dos nuevos simples: «Sobrio» (Maluma) y «Las demás» (Babasónicos). El grupo está formado por Víctor Morel (voz líder y timbales), Fernando Silva (guitarra y segunda voz), Christian “Robin” Condratiuk (acordeón), Fabián Ayala (teclado) y Catalino Garcete (bajo).