Su idea siempre es acercar la música a las infancias, pero con estilo propio, y así fue como lograron ser una de las agrupaciones más destacadas de espectáculos para los más jóvenes. Los Raviolis, nominados a Mejor disco infantil en los Premios Gardel 2024 por el álbum Malos negocios, cierran un año de festejos por su 10º aniversario. Sus últimas dos fechas serán el 17 de noviembre en Lomas de Zamora y el 1 de diciembre en el ND Teatro.

Con tres discos en los que demuestran su calidad musical, Los Raviolis siempre prestan atención al mensaje: sus letras son catarsis sobre el lado B de la crianza, pero hablando sin vueltas sobre tabúes que otros evitan, como la identidad sexual disidente en infancias, el patriarcado, el bullying, o demás tópicos que los niños deben también tratar de comprender para trabajar la tolerancia y el respeto. Cada show, cada «misa raviolera», tiene guiños a los padres y complicidad con los chicos y chicas que los van a ver.

En la celebración por la década no faltan hits obligados como “Pelotita de ping pong”, “El Resorte”, “Los bomberos voluntarios” y, por supuesto, el himno y bandera que ha sabido instalar la banda: “¿Por qué no te mandé al turno tarde?”, que es el título de su primer disco. “En mayo empezamos a festejar. Recorrimos el país y ahora venimos a cerrar el año”, cuenta el cantante y guitarrista principal del grupo, Gabriel Wisznia alias Gabichu, que comparte escenario con Valeria Donati en voz, Esteban Ruiz Barrea en bajo, Bruno Delucchi en teclado, Brian Ayliffe en batería y Juan Pablo Esmok Lew en guitarra eléctrica. De Caballito para el mundo.

-¿Qué les pasa cuando miran el camino recorrido en una década de trabajo?

-Me genera cosas diferentes este camino recorrido. Uno nunca sabe por dónde va nacer un proyecto. Nacimos por casualidad, porque nuestros hijos fueron a la escuela municipal Margarita Ravioli y para homenajear a las maestras de la institución en su día, la directora nos instó a que nos juntemos para tocar unas canciones. Y pegamos onda y cada uno aportó lo suyo. Siempre tuvimos un impulso filantrópico. Empezó por un deseo de cantar, de juntarnos a tocar, sin miramientos ni expectativas comerciales.  Éramos amigos que la pasábamos bien y eso fue creciendo en una dirección que se afianzó. Diez años de crianza juntos que nos unieron fuera del escenario también. Es una alegría que hayan pasado diez años. No nos dimos cuenta.

-¿Por qué creen que se consolidaron y generaron un público fiel?

-No de una banda insulsa Raviolis. Muchos proyectos infantiles son inocuos, que no hacen ni bien ni mal, que buscan ser correctos, que dicen lo que hay que decir, que hacen lo que conviene. Y nosotros no. Al contrario. Siempre nos metimos en lugares que no nos convenía, hablamos quizá sobre temáticas incómodas o traemos palabras que no aparecían y mucha gente valora eso. Dicen: encontré a alguien con quien puedo compartir la crianza, con lo bueno y lo malo. Está Peppa Pig, pero también está esto. Y la gente te lo reconoce. Diariamente me cruzo con alguien que me saluda y me comenta algo, como que nos siente cercano y esa es la idea. El otro día me pasó en la farmacia o cuando estaba haciendo el trámite para el REPROCANN, el médico me tira: «¿cómo andan los bomberos voluntarios?» (risas). Pero, bueno, es algo bueno. Nosotros no careteamos. Somos los que somos. Es un poco más largo el camino, pero vale la pena. Pensamos un show para toda la familia, con guiños para los adultos y diversión para los chicos.

-¿Cuán importante es el aspecto musical para ustedes, más allá de los tópicos que encaran en cada canción?

– Es fundamental. Es un grupo muy dedicado a cuidar eso. Yo soy el menos músico de todos. No me doy cuenta de nada: si pifiaron una nota, si entraron o no a tiempo, si el groove va bien, o lo que sea. Les debo armar un quilombo en cada show, pero, bueno… Cada tanto me miran y yo ya sé que estoy haciendo cualquiera (risas). Pero por suerte están mis compañeros que son muy metódicos y prolijos. Los veo trabajar con un profesionalismo con el que podría trabajar Divididos, Las Pelotas o Babasónicos. Me vuelven loco: fijate si podes apurar ahí o si dejás aire allá o si le metemos esto o aquello. ¡Pero si es una canción sobre zombies! ¡Dale, hagámosla así nomás! ¿Quién se va a dar cuenta? Pero no, ellos tienen una idea y se labura. Por eso nos diferenciamos también. El último disco nuestro, en un momento parece Real World de Peter Gabriel, con un toque de música del mundo, con maderas, con un bandoneón, y miles de detalles. Eso es porque hay cabezas pensando. Estos pibes son muy grosos. Por suerte me los cruce y me salvaron de mi analfabetismo musical.

-¿Cómo es la relación con los chicos y chicas que los siguen?

– Es re lindo tener hinchada. Es parte de la identidad de la infancia de ellos, y les queda para siempre. Yo soy un fanático de tangibilizar eso. Termina el show y nos bajamos corriendo y me voy a la puerta para saludar a todos. No por mi o para que me etiqueten, sino para el pibe que lo ve real y verdadero a ese que vio en escena. No hay estrellas, yo soy lo mismo que McCartney o Jagger para ellos, aunque yo cargue mis guitarras y esté en chancletas todo el día. Lo importante es que entiendan que esto es un laburo como cualquier otro, un oficio y una vocación que no nos hace especiales, y que está bueno compartir y que te guste. No puede ser algo lejano. Los pibes tienen que sentir que es alcanzable. No tenés que ser especial para estar en un escenario, solo tenés que dedicarte. Eso nos baja el precio a nivel misterio, pero es lo que tenemos que hacer: no somos el Indio Solari. 

-¿Sienten que hay una función social?

– Sí, claro que la tenemos: jugamos un rol en la crianza de los pibes y las pibas que nos siguen. Es decirles que se puede estudiar para tocar la batería y tocar como Brian, o cantar como Valeria. Le pueden preguntar, sacarse dudas, hablar de música. Nosotros invitamos a que se vuelquen a la música. Es transmitir cultura y fomentar que la hagan. Es muy lindo lo que pasa. Está bueno que suceda de esa manera. Lo nuestro es un aporte a la cultura y a la formación de futuras generaciones. Lo nuestro es educativo. Y está bueno hacerlo desde un lado distinto, porque a los más chicos les gusta cuando los respetás.

-¿Por ejemplo?

-Cuando mi hija tenía seis teníamos que buscar un colegio, y fuimos a ver varias escuelas públicas para que elija. ¿Sabes cuál le gustó? La que el director la agarró de la mano y le hizo el recorrido mostrándole todo lo que se podía hacer ahí, presentándole a futuros compañeros, charlando de lo que le gustaba y de sus intereses. Eso le dio confianza y la motivó. Bueno, nosotros acercamos a las infancias, de la mano, al universo musical. Le damos la bienvenida y que ellos hagan lo que más les guste. Nos gustaría hacer más. Pero hoy en día hay que medir cada paso, los costos son altos, no se cortan tantos tickets, pero, bueno, tocar es un antídoto a toda esta porquería que nos toca atravesar. Las ayudas que había que te permitían apostar achicando algún costo hoy no están. Entonces hay que ir despacio. Pero no hay que bajar los brazos

-¿Estar nominados a un Gardel fue un buen reconocimiento?

-Sin dudas. Haber quedado ternado con Pim Pau y con los Canticuénticos es un honor: son bandas que respetamos y admiramos, son genuinas y se la juegan para hacer arte para las infancias. Es un reconocimiento importante, pero también es que, por ejemplo, muchos músicos vienen con sus hijos a vernos, como muchos de los Pericos, la Bersuit, o algún otro, y que nos reconocen que sonamos bien . La idea es seguir creciendo, veremos qué nos deparará el destino.

Los Raviolis

Festejan diez años de vida. El 17 de noviembre a las 17 hs en Dandelion, Larrea 350, Lomas de Zamora. Y el 1° de diciembre a las 17 hs, en el ND Teatro, Paraguay 918, CABA.