Es periodista y escritora. Soledad Barruti se especializa en investigar la industria alimentaria, el agronegocio y otros conglomerados que por dinero destruyen territorios y cuerpos. Es colaboradora en distintos medios gráficos y audiovisuales, y escribe con más frecuencia en su página web. Tiene dos libros, Malcomidos (2013) y Malaleche (2018), y dos podcast, Marcados y Spoiler Alert.
Es, además, directora de Bocado, investigaciones comestibles: una red latinoamericana de periodistas con perspectiva científica y de Derechos Humanos, dedicada a temáticas vinculadas a la alimentación, los sistemas alimentarios y las zonas de explotación relacionadas con el tema. Con Darío Sztajnszrajber (su pareja) realiza el espectáculo performativo Comer, pensar, amar, que no es otra cosa que un encuentro para dialogar, reflexionar y cuestionar las formas hegemónicas que marcan nuestro día a día.
–¿Qué es lo mejor de trabajar con tu pareja?
–Creo que nos potenciamos. Nos conocimos trabajando. Entonces, tanto a nivel profesional como vincular, nos gusta hacer cosas juntos. Crear algo como Comer, pensar, amar nos vigoriza y ese deleite de la sinergia que generamos se transmite al público.
–¿Se ayudan?
–Claro. Nos sostenemos en cada presentación, si un día uno u otro está mejor ayuda al otro para que todo salga de la mejor manera. Nos gusta cuestionarnos los modos hegemónicos en que nos relacionamos con distintos aspectos de la vida cotidiana, entonces cada cosa que hacemos va por esa línea.
–¿Qué es lo que más te gusta de la tarea que los ocupa?
–La divulgación. Ya sea en la docencia o el periodismo de investigación, me gusta la idea de poder llegar a inspirar a otros a que cambie o transforme algo a partir del conocimiento transmitido. Creo que en la medida que a la palabra se le pueda agregar emoción o belleza, humor o algo que estremezca a los demás, esa transformación es mucho más contundente.
–¿Qué querías ser en la infancia?
–No tenía nada demasiado claro. Solía fluctuar entre escritora y veterinaria. Porque siempre amé los libros y los animales. Esos intereses siempre me fueron propios. Tuve mis épocas, pero nunca soñé con ser astronauta u esos clichés.
–¿Cómo te iba en el colegio?
-Me iba normal y lo odié desde el primer día de jardín hasta el último de secundaria. Era un corset que tuve que atravesar. Por suerte hoy en día hay más opciones: mucha gente se replantea cómo debe ser un sistema educativo práctico y eficiente.
–¿Cuál era tu juego favorito?
–Pedirle deseos imaginarios al genio de la lámpara que nunca se presentó.
–¿La adolescencia fue difícil, fácil o más o menos?
–¿Qué te puedo decir? Difícil y maravillosa en partes iguales.
–¿Comida favorita?
–Hongos en todas sus formas. Una delicia de la naturaleza. Es algo insuperable, por su versatilidad y variedad.
–¿Cuál es la mejor de las sustancias que en exceso pueden ser nocivas pero quizás en dosis justas permiten experiencias fuera de lo habitual?
–Los hongos.
–¿Qué es lo primero que hacés cuando te levantas?
–Depende del día, pero lo que no falta nunca es tomar unos buenos mates y cantar.
–En la sociedad actual, ¿hay una tiranía del ejercicio físico y el buen comer o todo lo contrario?
–Hay tiranía en todo: comer bien, comer mal, ser saludable, enfermarte de cosas evitables…
–¿Tenés un color predilecto?
–Me gusta mucho el fucsia.
–¿Cuál de las tareas hogareñas es tu preferida y por qué?
–Disfruto de limpiar la casa y cocinar. Me gustan las tareas que invitan por largo rato a pensar, mientras hago algo con otras partes del cuerpo.
–¿El tránsito saca lo peor de la gente o la gente tiende a ponerse más beligerante tras el volante?
–Manejamos lo que somos.
–¿Qué es mejor?: ¿trabajo duro o talento natural?
–Nada que sea duro me parece bueno.
–¿Películas o series?
-Películas. Las prefiero.
–¿Qué es lo mejor y lo peor del futuro?
-Que es aterrador que podamos imaginar el fin del mundo pero no el fin del capitalismo. «