Su primer trabajo fue en la fiambrería que su familia tenía en El Palomar. Pero Sebastián Presta encontró otro camino. Hoy es un actor y humorista popular, aunque nunca lo haya imaginado mientras cortaba 200 gramos de salame tipo Milán y 100 de queso para ayudar a su padre. Todo cambió cuando a los 20 años comenzó a trabajar como cadete en Cablemundo (era en realidad una compañía que concentraba 16 canales de cable) casi de casualidad. Allí fue aprendiendo, y llegó a ser  primero camarógrafo y luego productor en América TV, en programas como Gente que busca gente y La biblia y el calefón, entre otros.

Pero su gran oportunidad llegó cuando apareció Duro de domar. Sebastián Wainraich tenía un segmento de humor llamado Kitsch TV, donde Presta hizo sus primeras apariciones. Luego Nació Préstico y el Presta show, secciones que no sólo se veían por televisión, sino que se viralizaron por Internet. El año pasado estrenó la obra Mi madre, mi novia y yo (miércoles a domingos en la Sala Picasso del Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660). Ahora cursan la segunda temporada, que se extenderá hasta octubre, para luego encarar una gira por Latinoamérica y el año que viene recorrer el interior de nuestro país.

–¿Sentís que tenés un registro propio o un sello en tu humor?

–Hay algo del perdedor que siempre utilicé en los videos que me garpa en el teatro, pero de a poco voy mostrando otras facetas. Préstico era un humor muy ácido y algo de ese estilo está porque me sale solo, pero creo que voy descubriendo otras facetas y la gente se encuentra con otras cosas. Imagínate que no puedo seguir haciendo lo que hacía en 2014.

-¿Crees que hay que ser políticamente correcto en el humor?

-No. El límite lo maneja cada uno. A mí me gusta pasar esos límites muchas veces. Pero hasta cierto punto.

-¿Por?

-Principalmente porque no estoy para aguantar muchas críticas y no tengo tantos huevos para aguantármela. Quizás si siento que algo es muy desubicado y no me da tanta gracia no voy por ahí, aunque a veces arriesgo, me gusta. Pero estoy grande y no tengo ganas de pelearme con nadie, eso es la verdad. Así que depende.

–¿Cómo llegaste al camino del humor?

–No sé. Siempre fui calladito. Sufridito, te diría. No era gracioso. Nunca imaginé estar dedicándome a esto. Pero bueno, creo hubo un momento que me marcó y que de alguna manera me fue llevando hacia este camino.

–¿Cuál fue ese momento?

–Un día que fui a ver a Los Macocos. Quedé fascinado y ahí empecé a estudiar. Y sobre todo a dejar salir algo que uno tiene adentro. Fui aprendiendo a desarrollar la manera, mi forma, de hacer humor. Todo se fue dando de manera natural. Voy a robar una frase que escuché que alguien dijo pero que no se quién fue: «el humor me eligió a mí». Me encontró. Hay algo raro en todo esto.

–Cuando eras chico, ¿qué querías ser?

–No fantaseaba con nada. No tenía muchos sueños, tampoco me alentaron mucho. Sí miraba programas como Hiperhumor, El show de Benny Hill, Cha cha cha y quizás por eso terminé por este lado. Pero la verdad que no era que era hábil para algo en particular o soñaba con ser tal o cual cosa.

–¿Tenés alguna asignatura pendiente en el terreno del humor?

–El stand up. Nunca me salió y la única vez que lo hice me fue muy mal. La gente no se reía. Me acuerdo que fue en una pizzería y al rato que terminé se me acercó un mozo que me dijo: «No me gustó nada lo que hiciste». Creo que estuve tres años sin subirme a un escenario, imagínate.

–¿Pero aprendiste algo de esa experiencia?

–Que hay que bancarse los fracasos. Si te va mal te querés matar, pero no te define, no podés bajar los brazos. Hay que fijarse qué se puede hacer para que la próxima salga mejor o hacer otra cosa.

–Más allá del negocio familiar, ¿cuáles fueron tus primeros trabajos?

–Estuve de adolescente con mi viejo, luego más grande ayudaba a mi primo que era electricista. Pero mientras estudiaba teatro me metí en el mundo de la tele. El productor le fue ganando al actor. Hasta que en 2016 me metieron una patada en el culo, y me sacaron la comodidad del sueldito todos los meses y volví a dedicarle tiempo a lo que más me gusta.

–¿Realmente encontraste a alguien en Gente que busca gente?

–Sí, algunas personas juntamos. No había Internet, y me acuerdo un caso en el que no pude juntar a unos hermanos que habían sido separados y quedé mal un par de meses. También una vuelta busqué a una chica de la primaria que me gustaba y nunca le había dicho nada.

–¿La encontraste?

–Sí, primero a la abuela. Y bueno luego a ella. Lo gracioso es que después nos pusimos de novios. Fue un gran encuentro. Después un poco me arrepentí, pero bueno.

–¿Sentís que ayudás a otros con tu labor?

–El humor sana, dicen, y mucha gente se me acerca a saludarme, para agradecerme y se pone contenta cuando me ve. Me dicen «lo que me hiciste reír, lo que me ayudaste», muchos me recuerdan de hacerles compañía en la pandemia o estando internados. Ese cariño me lo hacen llegar. Yo no lo puedo creer, pero te hace sentir bien. De algo sirven las pavadas que se me ocurren.

–¿Tenés algún talento oculto?

–Desde los 18 años que toco la batería. Y soy muy bueno para hacer fiaca. Pero bueno, creo que la cocina es en realidad un arte que me destaco, y a veces hasta me cocino algo para mí. Pero bueno para amigos y familia es más divertido. «