Docente, licenciado en Filosofía, pero sobre todo divulgador de esa disciplina académica, Darío Sztajnszrajber ha hecho de todo: radio, televisión, escribió en medios gráficos y libros que obtuvieron una enorme llegada, como Pequeño tratado sobre la demolición, Filosofía en 11 frases, Filosofía a martillazos y El amor es imposible.
Entre sus trabajos más reconocidos está el ya mítico programa Mentira la verdad (en Canal Encuentro, cuya última temporada fue estrenada el año pasado), donde mezclaba filosofía con ficción. Hoy conduce un programa por la radio Nacional Rock 93,7 llamado Lo intempestivo junto a María Sztajnszrajber (su hija), Luciana Peker, Martín Rechimuzzi y Verónica Lorca. También hace el especial mensual Demasiado humano (en Futuröck). Este viernes 25 de agosto se presentará nuevamente en el Konex (Sarmiento 3131) junto a Soledad Barruti con el diálogo performático Comer, pensar, amar.
–¿Qué querías ser en la infancia?
–Siempre quise ser escritor. Desde chico escribí y me gustaban los libros. De grande me atrapó el tema de trasmitir conocimiento y la docencia me gusta y es uno de mis motores. Pero de chico, si te hacen la típica pregunta de qué querés ser, lo tenía claro: escritor.
–¿A qué edad escribiste tu primer cuento o historia?
–A los ocho años. Era un cuento.
–¿El primer libro que leíste?
–No estoy seguro. Pero creo que a los cinco años tenía uno de esos que son para chicos, con dibujos, se llamaba El origen de la Tierra. Pero me gustaba mirar de todo, sobre todo cosas científicas. Siempre leí, me gustaba. Hasta que en la secundaria conocimos a Borges, que me rompió la cabeza y se consolidó el tema de escribir, más cuando una docente me alentó.
–¿Cómo te iba en el colegio?
–Me iba bien, pero me aburría mucho. Siempre digo, uno muchas veces recuerda momentos de su vida en función de lo que le está pasando hoy, pero bueno. Era así.
–¿Cuál era tu juego favorito?
–Me gustaba armar películas, grandes aventuras, con los autitos de colección; luego me enganché con el fútbol, empecé a jugarlo básicamente para hacer algún amigo. Pero con los autitos pasaba horas.
–¿La adolescencia fue difícil, fácil o más o menos?
–La verdad, pasé una adolescencia difícil porque no encajaba en ningún mandato. Pero después también descubrí a los filósofos y el camino se empezó a armar.
–¿Cuál es tu comida favorita?
–Es complicado, pero si hay que elegir, diría mariscos. ¡Qué delicia!
–¿Qué es lo primero que hacés cuando te levantás?
–Me tomo un café. Después, arrancó.
–En la sociedad actual, ¿hay una tiranía del ejercicio físico y el buen comer o todo lo contrario?
–No sé, sólo me interesa deconstruir las tiranías.
–¿Tenés un color predilecto?
–Sí, tengo. Negro, aunque en realidad es una ausencia de color. Pero si mezclan colores secundarios como el cian, el magenta y el amarillo, se forma negro: tendríamos que cuestionarnos eso de la ausencia de color o luz.
–¿Cuál de las tareas hogareñas es tu preferida y por qué?
–Cocinar. Es divertido, tranquilizador y une. Quizás las demás no me gustan tanto, pero se hacen. En cambio, en la cocina disfruto plenamente.
–¿El tránsito saca lo peor de la gente?
–Creo que una sociedad es un campo de conflicto permanente. Esto que me preguntas, el tránsito, puede ser considerado un campo de batalla más si seguimos esa línea de razonamiento.
–¿Qué creés que es mejor, el trabajo duro o el talento natural?
–Creo en el trabajo duro.
–¿Películas o series?
–Las series me enganchan más por el orden y el ritmo del relato.
–¿Qué es lo mejor y lo peor del futuro?
–Lo mejor: que siempre está en forma de posibilidad. Lo peor, que nunca se consuma.