Los libros de rock –todavía– no suelen dar cuenta de la verdadera dimensión del fervor y la obstinación de Sergio Rotman. Primero como saxofonista y después como cantante y compositor, Rotman edificó una generosa y sustancial obra por la ancha avenida del post punk y el punk rock. Desde su aporte a los iniciáticos Los Pillos hasta su más confesional que nunca carrera solista, pasando por la adrenalina al borde de la implosión de Cienfuegos, la aspereza adictiva de El Siempreterno y la desolación ansiolítica de Los Sedantes, entre otros proyectos.
Pocos le cantaron tanto a la desesperanza, el pesimismo y la sinrazón de la vida como Rotman. Y, al mismo tiempo, menos todavía lograron hacerlo en tantos proyectos y discos diferentes. Como si fuera poco, también fue y es parte esencial del proyecto Mimi Maura y, en sus “ratos libres”, se las arregló para conquistar Latinoamérica con Los Fabulosos Cadillacs.
A horas de la confirmación de otro regreso fugaz de Cienfuegos (se concretará el 9 de julio, en Groove), Rotman responde a las preguntas de Tiempo con su reconocida acidez.
–¿Cuál fue el primer disco que te rompió la cabeza?
–El primero que me compré con mi propia plata. Fue el single de los Beatles “Frutillas para siempre”, del otro lado tenía “Penny Lane”. En esa época los Beatles era la banda más popular del mundo, pero yo me enganché por ese costado más psicodélico y me abrió un panorama increíble.
–Bastantes años después grabaste ese tema con los Cadillacs y con Debbie Harry como invitada.
–Si. Nadie lo hubiera imaginado. Y cuando lo grabamos no me acordé. Me di cuenta bastantes años después.
–¿Te acordás cómo fue la grabación con Debbie Harry?
–Como si fuera ayer, pero porque está registrado. Filmamos todo el proceso de grabación de Rey azúcar (1995) y lo vi más de una vez. Me acuerdo que el productor tuvo la idea de que Vicentico y Debbie grabaran al mismo tiempo, mirándose a los ojos. Pero las tomas no quedaban como se pretendía y al final cada uno cantó por su lado.
–¿Y cuál fue el primer disco completo que te marcó?
–De los Beatles pasé al rock sinfónico. Era fanático. Y no me quedaba con Génesis o Yes, los más populares. Mi banda favorita era Gentle Giant y tenía varios de sus discos, no recuerdo cuál escuché primero.
–¿Rotman fanático del rock sinfónico?
–Claro. Antes de ser rockero tocaba flauta tenor y estaba en un grupo de música barroca. El rock sinfónico tenía mucho de música barroca y por eso me enganché. Después me pasé a la flauta traversa, por Jethro Tull.
–¿Cómo llegaste al punk rock y el post punk?
–Eran tiempos difíciles para conseguir discos. No se podía comprar los importados porque estaban carísimos y acá se editaba poco y nada. Yo me hacía grabar cassettes en la disquería El Agujerito. Eran de 60 minutos y solía quedar espacio libre donde te agregaban otro álbum. Así apareció Reggatta de Blanc, de The Police, y dejé la música progresiva en el pasado.
–¿Al punk por The Police?
–De alguna manera. En la Argentina la new wave llegó por The Police y Devo. La cara de Johnny Rotten daba miedo y no aparecía en ningún lado. No la pasaban ni en los videos de los bares. Pero de a poco fuimos llegando al punk, al post punk y nos cambió la vida.
–Tuviste y tenés muchas bandas. ¿Con cuál hiciste el mejor show?
–No sé. Son muchos shows. La vuelta de los Cadillacs en 2008/2009 tuvo grandes momentos. Sí tengo muy claro cuál fue el peor.
–¿Cuál?
–Mi segundo show como solista, en febrero de 2020. Por primera vez me dio un nervous breakdown en el escenario. Fue días antes de la pandemia. Se ve que algo intuía.
–¿El show más incómodo fue alguno con Cienfuegos?
–No. Con Cienfuegos construimos una incomodidad más o menos cómoda. Pero siempre pasaba algo. En casi todos los shows me lastimaba y antes de uno me llevaron en cana porque me encontraron una sustancia.
–En marzo pasado The Strokes tocó en la Argentina. Se los notaba peleados entre ellos y el show fue muy criticado…
–Los Cienfuegos somos los reyes de la mala onda. Los pibes de The Strokes son de primer grado: nosotros somos la universidad del odio al compañero de banda. Pero en el escenario sonamos y la gente lo disfruta.
–¿Envejecer es una trampa?
–Es una cagada. Pero no por el motivo que muchos piensan o podemos pensar. Los tiempos actuales son una estafa. Nosotros la pasábamos mejor. Ahora la gente padece una estafa cultural.
–Desarrolle.
–No me refiero a los gustos musicales. El que escucha reggaeton, que escuche reggaeton. El problema es cuando la música se transforma en un commodity. Aparentemente sos libre y tenés todo a disposición, pero te achican cada vez más el universo e imponen lo que escucha la mayoría. Ojalá se den cuenta.
–El famoso algoritmo.
–A eso me refiero. La música ya es no es un arte. Es algo que ya tenés y por ende no valorás. Por eso también sos más susceptible a que el algoritmo te maneje.
–Antes había que ir a buscar la música. ¿Eso la hacía más valiosa?
–Te hacía tener otra relación. Le dabas más valor, te comprometías más y creo que la escuchabas con otra dedicación. Los Beatles y Black Sabbath, entre tantos otros, nos gustaban porque nos hablaban a nosotros. Hoy muchos músicos le cantan al algoritmo. No pasa por el género o las formas. Tiene que ver con el compromiso. Un disco no puede ser como cien gramos de salame.
–¿La música nueva es de peor calidad o solo tenemos nostalgia?
–Hay un poco y un poco. Y ninguna es verdad del todo. El rock fue la música más popular del planeta y un movimiento cultural que incluía desde los Beatles a Black Flag. Lo que llaman género urbano hoy es otra cosa. Ni mejor ni peor, es otra cosa. Tiene más que ver con la imagen. Igualmente, me importa todo tres carajos: no soy un soldado del rock & roll. Si se muere, se muere, yo seguiré haciendo la mía.
–¿La nostalgia es una trampa?
–Y sí. También hay que tener en cuenta que Palito Ortega, Sergio Denis y Miguel Conejito Alejandro eran súper populares. Lo mismo que tantos músicos horribles de EE UU, por ejemplo. Nicki Nicole no inventó nada.
–¿Por qué sos tan pesimista?
–¿Cómo no serlo?
–Antes algunas de tus canciones contaban historias de amor.
–Creo en el amor a mí mismo (risas).
–¿Cómo hacés convivir el rechazo por la existencia y la pasión por hacer?
–He dejado de drogarme mucho y necesito usar ese tiempo libre. Construyo mucho porque no sé hacer otra cosa. Es una pasión, no me interesa tener éxito. No puedo creer cómo los músicos ven Netflix. Yo necesito grabar discos y tocar.
–¿Experimentar con drogas es necesario en la cultura rock?
–Depende, cada persona es diferente. A algunas les sirve, a otras les hace mal. Lo ridículo es que existan drogas legales y otras ilegales.
–¿Extrañás la juventud?
–He crecido, pero no he madurado.
–De chicos nos decían que con los años llegaba cierta sabiduría y…
–Nos estafaron. Si sos tarado, vas a ser un tarado toda la vida.
–¿Crees en la amistad?
–No mucho.
–¿Qué te hubiera gustado ser si no te dedicaras a la música?
–Astronauta. Pero desde la Tierra (risas).
–Tenés varias canciones en las que cantás contra Dios. ¿Estás enojado?
–No. No estoy particularmente enojado con Dios, pero evidentemente hizo muy mal su trabajo (risas).
–¿Qué sueño te queda pendiente?
–Ninguno. Desde que vi a San Lorenzo campeón de la Copa Libertadores, ya estoy.
–¿Le tenés miedo a la muerte?
–Para nada. Una vez me dijeron: “¿Sabés qué es la muerte? ¿Te acordás de antes de nacer?”. Esa es la respuesta y encierra una liberación enorme.
–¿Existe la felicidad?
–Nah. Nacimos para sufrir. «