Esther Goris es actriz, directora, escritora y hasta incursionó en la conducción. El público argentino la conoce desde hace décadas por sus trabajos en televisión, cine y teatro, porque no sólo es una trabajadora prolífica, sino precoz: lo suyo fue pisar el escenario apenas siendo una quinceañera. Desde ahí, “el mango” siempre vino por sus labores en las artes, ya que dice que jamás fichó en su vida. Entre la extensísima cantidad de producciones en las que participó, vale mencionar algunas de las últimas, como la obra Mujeres en el baño; la serie Dos 20, por la TV Pública; el ciclo de entrevistas para Sonido Cultura, la radio online del CCK, Hable con ella; y ahora, la actriz que fue Evita en la pantalla grande, dirige a Dalia Gutmann, Ezequiel Campa, Vanesa Butera y elenco en Como te soñé, una pieza que, además, creó. En el Chacarerean Teatre, quien vaya a ver esta puesta imaginada por Goris se encontrará con la historia de una escritora que acaba de separarse y se gastó el adelanto por un trabajo que no puede hacer porque sufre un bloqueo. Hasta que una noche se le aparece un misterioso personaje masculino que quedó inconcluso de una de sus ficciones, y ahí arranca la comedia romántica que aprovecha para colar algo de filosofía y lucirse con un final sorpresivo (según dice la propia autora).
-¿Cábalas para el estreno?
-Descansar mucho antes de la obra, y estar tranquila.
-¿Dormís, no salís, no hacés nada, o cómo sería “estar tranquila”?
-¡Tratando de ver poco el reloj, mientras espero que llegue la noche! Eso es descansar antes del estreno.
-¿Y lo lográs?
-¡Difícilmente! (risas)
-¿La cábala más loca de un colega con el que trabajaste?
-Pisar tres veces la entrada y salida de cada ambiente: del camarín, del escenario… Era muy divertido ver yendo y viniendo a mi compañera. Más que cábala parecía una obsesión….
-¿Eso en cada función?
-No, sólo en el estreno, sino hubiera sido imposible de las carcajadas que nos daba la situación.
-¿Sos miedosa, en general, en la vida?
-No, pero frente a un estreno me pongo muy nerviosa.
-O sea que eso nunca cambia, ni aún con la experiencia…
-No, y hasta te diría más: el día del estreno me cuestiono no sólo por qué me metí en esa obra sino por qué me metí en esta profesión.
-¿Cuál fue el acto de valentía más radical que hayas hecho?
-¡Eso, dedicarme a esta profesión!
-¿Qué es lo más bravo de tu trabajo?
-Quitando la inestabilidad laboral, te diría que los nervios frente a cada toma en el cine, sobrevivir a los otros temores de los que venimos hablando y, habida cuenta de esos y otros males, pues bueno, sólo se sortea este oficio con mucho coraje. Pero la recompensa es tan, tan grande, el cariño de la gente, que vale todo. No hay nada que nos rescate tanto como el aplauso.
-¿Das consejos o te abstenés?
-Consejos no, pero sugerencias, sí.
-¿Y cuál es la diferencia entre una y otra cosa?
-El consejo está hecho (me parece) para que el otro realmente haga eso que se le dice, la sugerencia es más para hacerlo pensar en la posible conveniencia de lo que se sugiere.
-¿Y a vos te gusta que te den consejos, los pedís?
-¡Sí! Y mucho.
-¿Y quiénes serían unos buenos consejeros?
-Algunos amigos queridos y ciertos escritores. Yo siempre pienso que hay una cantidad de amigos que uno va teniendo a lo largo de la vida, y que son también aquellos que han escrito algunos de los mejores libros o que más han hecho por nosotros en nuestra vida.
-¿Y qué autor o autora podrías mencionar?
-Marguerite Yourcenar, toda su obra.
-¿Qué cosas te irritan?
-Cuanto más pasa el tiempo soy menos irritable, eso está bueno. Pero antes solía ser de mecha corta.
-¿Qué te sacaba?
-En general, me saca la falta de pasión con lo que se está haciendo, cuando la gente que me rodea no pone esa fuerza necesaria para que las cosas salgan bien. Totalmente lo contrario a lo que pasa con mis compañeros de Como te soñé. La haraganería en general me molesta bastante. Detrás de ellos siempre hay un sinfín de explicaciones. Pero nada los justifica.
-¿Y qué cosa te hace muy feliz en lo cotidiano?
-¡Un montón de cosas! La que se me ocurre ahora, más rápido, es el aplauso cerrado del público cuando una estrena una obra de teatro, que además escribió.
-¿Cuál es tu costado más materialista?
-Me encantan los viajes y la comida. Soy una sibarita.
-¿Qué plato te enloquece?
-Un ceviche bien hecho. Pero en casa, como sibarita, soy desordenada. En la alacena me puede llegar a faltar hasta la sal. ¡Qué lindo sería abrir la heladera y encontrarme con un ceviche!
-¿El objeto más preciado que guardes?
-Las fotos de mis padres. En general, tomadas en momentos en que la estábamos pasando muy bien, en algunas vacaciones o cuando venía alguien a visitarnos… Las fotos de las reuniones de nuestra pequeña familia tripartita, mi madre, mi padre y yo.
-¿Extrañás no haber tenido hermanos o hermanas?
-Sí, claro que me hubiera gustado tenerlos.
-¿Y algún afecto que cumplía esa función?
-Una amiga querida y mi prima Mercedes, que ahora vive en España. Cuando salga esta nota se la voy a mandar.
-¿Para qué sirve el día y cómo se usa la noche?
-La noche se usa leyendo, viendo cine o estando en pareja… Me ahorro, obviamente, cualquier, tipo de aclaración sobre esto último (risas). Y el día, se usa para disfrutar trabajando.
–¿Alguna vez te tocó fichar en un laburo?
-Afortunadamente, no. Desde muy chica, por suerte pude dedicarme a la profesión que elegí, que es la actuación. Viviendo a veces mejor o peor, pero siempre de lo que elegí.
-¿Tu primerísimo primer trabajo?
-La obra de Robert Arlt, 300 Millones, a los 15 años. Profesionalmente fue Salomé, de Oscar Wilde, un rol muy complejo. ¡Andá a saber qué habré hecho, por suerte no quedan registros! (risas).
-Viste que el amor romántico está medio discutido: ¿las mariposas en el estómago son una plaga más que una bendición?
-Nunca entendí eso. Cada vez que tuve una pasión que me tomó rotundamente, más bien sentí que me iba a caer redonda al piso. Nada que ver con la metáfora de las mariposas. Pero en cuanto a la pregunta, yo no veo diferencia. Yo veo que el amor se impone con contundencia inexorable en todas las épocas, más allá de las tendencias.
-¿Te portaste bien de chica?
-Me parece que sí, por lo menos respecto a mis propios cánones.
-¿Y según los cánones de la época en que te tocó?
-Fui una adolescente muy curiosa y eso siempre es bueno, si pensamos en aquellos años.
-¿En qué barrio te criaste?
-En Banfield. Hasta los 20 años, que me dejé deslumbrar por las luces del centro.
-Como las bataclanas de los tangos clásicos (espero que entiendas la analogía y no te ofendas)…
-¡No, pero se recibe con mucho orgullo lo de bataclana! (risas). Batacalana con la frente bien alta, soy.
-¿Qué tiene este país de encantador, a vos que te gusta viajar?
-La gente que lo habita.
-¿Cuál sería tu pecado capital?
-La inseguridad. ¡Y esto es toda una confesión que espero que se valore!
-¿El mejor plan del mundo?
-Ver una película antes de (risas).
–¿Qué fue lo último que aprendiste?
-A negociar entre los sueños y la realidad.
-¿Y te recibiste?
-No, debo unas cuantas materias (risas).