Mientras participa en el rodaje de próximas películas y series, Daniel Aráoz continúa con su unipersonal MasterAráoz, en el que repasa con humor y sensibilidad algunos momentos determinantes de su vida (viernes a las 21 en el Chacarerean Teatre, Nicaragua 5565). Al mismo tiempo, sigue desarrollando su compromiso solidario. Es uno de los impulsores de Pancitas Llenas, el proyecto de ley que prevé que las empresas que más crecieron en los últimos 30 años aporten el 0,04% de sus ganancias a un fondo fiduciario para que los comedores comunitarios y merenderos del país tengan un ingreso económico para sostenerse y ayudar a los más necesitados.
–¿Cómo eras de chico?
–Me gustaba jugar a la pelota. Nos hacíamos nuestras pelotas caseras con medias y diarios. Jugué al fútbol toda mi niñez y lo hice hasta en el Club Libertad. Fue precioso porque pisar una cancha de once es tremendo. Todas esas cosas son las que cuento en MasterAráoz, cosas para divertirse y reflexionar.
–¿Eras de hacer reír en tu niñez?
-Sí, tenía muy buen talante. Pero en mi adolescencia hacía reír más. Todo eso venía, creo, porque mi madre era actriz y tocaba el piano.
–¿Es verdad que fuiste peluquero?
–Sí, porque en tercer año de la secundaria dejé de ir al cole para tocar la viola con los amigos. No le avisé a mi viejo y se armó un quilombo bárbaro.
–¿Cómo fue eso?
–Mi viejo fue a hablar con el director y se enteró que hacía unos seis meses que estaba libre. Cuando llegó a casa me dijo que tenía que volver a estudiar o empezar a trabajar, así que me sentí avergonzado y le dije que haría las dos cosas. Durante el día estudiaba peluquería, después me recibí y mi viejo puso una peluquería. Seis meses después me fui a laburar con mi tío que tenía una flor de peluquería de hombres donde venían artistas, políticos, todos. En algún momento me gustaría retratar eso en el cine.
–¿Cuándo decidiste ser actor?
–En el camino, cortando el pelo y repitiendo en la nocturna tercer año. Con Sergio Coy, con el cual hicimos la banda Triciclos Clos, conocimos a Benjamín Santamarina, un tipo que había trabajado en el Actors Studio mexicano, estaba en Córdoba y daba teatro. Luego de eso comenzamos a trabajar.
–¿Llegar a Buenos Aires era un sueño o una necesidad?
–Llegué en 1984, pasé de un barrio a esta gran ciudad. Acá no sabía para dónde agarrar y menos mal que una amiga nos dio lugar a Coy y a mí en su casa. Desde ahí el arte me fue llevando.
–En esa década comenzaste en televisión con La noticia rebelde. ¿Cómo recordás esa experiencia?
–Eran tiempos donde comenzaba lo hermoso de la democracia, después de todo lo tremendo de la dictadura. En 1985 ya estaba con la tele gracias a que me llevó Georgina Barbarossa, pero a la vez trabajaba con Norman Briski.
–¿Fueron tan especiales los ’80?
–Nosotros estábamos en el llano total, pero llevamos el teatro a las villas y a los barrios populares, inclusive a los sindicatos. Fueron años tremendos porque de ahí iba la tele y luego al Parakultural a presentar un número. ¡Qué años, mamá!
–Después de eso la explosión fue más grande junto a Gasalla.
–Claro, porque trasladamos el under de ese momento a la tele. Íbamos a full y todos eran buenísimos, creaban sus personajes, los escribían. Fue una experiencia increíble porque se trabajó muy bien el grotesco y el esperpento.
–¿Te la creíste con tanto éxito?
–Cuando estaba con Gasalla iba a mil por hora y me sentía Mick Jagger. Pero después me estrellé contra la realidad (risas).
–¿Después de tanto tiempo en Buenos Aires te porteñizaste?
–Sí, porque viví más años acá que en Córdoba. Amo a Buenos Aires, pero digamos que no me corresponde decir que soy como un porteño porque nací allá y tengo mucho orgullo de mi acento. Recorrí mucho esta ciudad y la conozco bastante, tengo más de 20 mudanzas, inclusive.
–En los Triciclosclos cantabas. ¿Te consideras un cantante?
–No, pero ahora canto mejor. Toco el cajón peruano y experimento cosas con la armónica.
–Con Masterchef llegaste otra vez a un gran público. ¿Te sorprendió que hasta los chicos te reconozcan?
–Cuando el productor me dijo que había que cocinar, le conté que para mi familia cocinaba habitualmente, pero también le dije que quería hacer humor porque estábamos en pandemia. Yo buscaba que el gordo y la gorda se rían en la casa, se tomen un fernet y se mueran de la risa. La pandemia generó muchas preocupaciones y enfermedades porque fue un tiempo muy difícil el que pasó la humanidad entera.
–¿Crees que no se habló suficiente del tema todavía?
–A mí me asombra la naturalidad con la que todo el mundo dice que ya está, que ya fue. Creo que fue una etapa que hasta el día de hoy no la podemos ver con perspectiva histórica. En ese momento yo estaba interesado en ayudar haciendo comicidad, dejando lo mejor de mí. Creo que así fue surgiendo la gratitud de los que me miraban. Me devolvían ese cariño y eso es algo que hoy sigue sucediendo.