Con la triste noticia de la muerte de Pil Trafa el viernes pasado volvieron a aparecer aquellas voces agoreras que anuncian el fin del punk, algo que vaticinan sin suerte desde hace casi medio siglo. El recuerdo de Enrique Héctor Chalar –tal era su nombre completo, con el que lo registraron en incontables ingresos a comisarías– invita no solo a revisitar su obra al frente de Los Violadores y diversos proyectos -como Pilsen, otra de sus bandas emblemáticas- sino también como exponente de una manifestación cultural a la que muchos aducen haber pertenecido pero no tantos lo han hecho de una manera tan comprometida, poniendo el cuerpo como último bastión de resistencia frente a la brutalidad militar y policial.

Foto: Télam

Rebelde con causa, con escasos conocimientos sobre música en una escena que priorizaba el virtuosismo por sobre el mensaje, amigo de la experimentación y desgarbado, se calzó la remera de Public Image Ltd. (P.I.L.) -la banda de John “Johnny Rotten” Lydon de sus admirados Sex Pistols- y formó parte de las agrupaciones punk pioneras en la Argentina hasta que se constituyó como el vocalista de Los Violadores, banda seminal en la que también participaron numerosos referentes del género como Gustavo “Stuka” Fossá, Robert “Polaco” Zelazek, Sergio Gramática y Pedro “Hari-B” Braun, entre otros. Desde los márgenes construyó una carrera por fuera de los mandatos del rock tradicional que más de una vez sufrió el castigo de la dictadura primero y la herencia de violencia institucional impregnada en tiempos democráticos, después.

Fue justamente en ese período histórico de pasaje entre un sistema de gobierno a otro que la popularidad de Los Violadores crecía, hasta el punto de ser junto con Virus las bandas más relevantes que se negaron a participar del Festival de la Solidaridad Latinoamericana, operación política organizada por el gobierno de Leopoldo Galtieri en los estertores de su mandato con la excusa de “ayudar” a los soldados que luchaban en Malvinas.

Luego llegaron los ’90 y, desde entonces, idas y venidas con el resto de los integrantes de Los Violadores, proyectos paralelos, incursiones en la producción, una familia y la elección de Perú como país de residencia. Pasaron las décadas y la banda se convirtió en mito, en camino sobre el cual se apoyaron el resto de las expresiones punk de nuestro país. Ese recorrido, cuyo futuro es cada vez más incierto (¿será por eso del “no future”?), leyó las coordenadas que le marcaron especialmente los tres primeros discos de Los Violadores, sus trabajos más emblemáticos y recordados.

Los Violadores (1983)

Con una exagerada “i” en su tapa para que de tan desproporcionada pasara desapercibida y se hicieran pasar por “Los Voladores”, el grupo lanzó su primer CD luego de más de tres años de presencia sostenida en la escena underground, pero sin posibilidades de registro en estudio. La placa consta de doce canciones; comienza con el bajo frenético de “Mirando la guerra por TV” sobre la más urgente actualidad, y sigue con un sólido repertorio del que se destacan “Represión” como mayor éxito y el cover “El extraño de pelo largo” de La Joven Guardia. También, en algunas ediciones en condición de bonus track, se incluyó “Grasa hippie” que, además del año de lanzamiento, comparte con “Tiempos metálicos” de V8 el mismo enemigo en común: vemos como las primeras expresiones punks y heavies de nuestro país encontraron en el hipismo pacifista un elemento colaboracionista de la violencia ejercida por los poderes fácticos de la sociedad.


Y ahora qué pasa EH? (1985)

Más cerca de The Clash que de Sex Pistols, esta segunda placa demuestra una notable mejora en la calidad de grabación, en la que se destacan los arreglos de guitarras y mensajes igualmente combativos que en el disco precedente pero sin complejos respecto al ritmo más rockero. Se trata de nueve canciones condensadas en 35 minutos, que incluyen al mayor hit del punk latinoamericano: “1, 2 Ultraviolento”. Es una pieza que comienza reversionando a la Sinfonía N°9 de Ludwig van Beethoven e incluye palabras nadsat, la jerga inventada para la novela La naranja mecánica por su autor John Anthony Burgess Wilson. Tiene múltiples versiones que la homenajean, siendo la de los alemanes Die Toten Hosen la más reconocida y, claro, la de los locales Los Calzones Rotos una bella interpretación en clave ska.


Fuera de Sektor (1986)

Con una duración casi igual que la del disco anterior, las nueve canciones que componen el tercer lanzamiento de la banda ratificaron que, a diferencia de las múltiples expresiones culturales alternativas que surgían al calor de esa época tan convulsionada y casi instantáneamente se esfumaban, Los Violadores habían comenzado un camino sólido. Las composiciones son más complejas e incursionan en el post punk, amparadas principalmente en la introducción de baterías electrónicas y teclados con claras influencias de grupos como The Cure, Bauhaus y Joy Division. El track más característico del álbum resume, en su título, la vida, obra y legado del luchador, rebelde y bueno de Pil: “Sentimiento fatal”.