Lo primero que hay que decir es que se trata de una película extraña: la convocatoria de espectadores está basada en la figura de Stewart, antiheroína adolescente, y por la firma de su director, prestigioso realizador francés (Irma Vep, Los destinos sentimentales, Viaje a Sils Maria). De no tener esos convocantes nombres de tan distintos targets, la película pasaría inadvertida; y más: acaso sería una película del montón.
Siempre puede haber desprevenidos, pero si alguien lee esto es porque no lo está, así que habrá que decir que tanto para los seguidores de una como de otro es una película distinta. En primer lugar porque si bien es la segunda película en la que trabajan juntos es la primera en la que ella es protagonista absoluta (en la anterior había compartido cartel con Juliette Binoche, con cuyo personaje competía y llevaba las de perder, si bien tenía el respaldo de su juventud, que era la garantía de su triunfo final). En segundo porque el director es la primera vez que se mete con el género fantástico.
Lo otro que hay que decir es que la película comienza con Maureen (Stewart) entrando a una casona vacía en la que en breve escuchará ruidos extraños acompañados de visiones en sintonía. Ahí el espectador se entera de que su hermano acaba de morir: ¿es él responsable de lo que siente Maureen? Pasados los 15 minutos, empieza a quedar claro que el motivo de su llegada a París no solo es para descubrir si la promesa de su hermano de que se comunicaría con ella luego de muerto, sino también para comprar prendas para la celebritie Kayra, que después de todo de eso se ocupa Maureen: es personal shopper. Habrá, debido a este trabajo, un personaje que solo aparece digitalmente (a través del iPhone de ella), una especie de nexo entre el espacio sobrenatural relacionado con el hermano y el bien materialista de Kayra. Que sea a través del celular es un muy buen descubrimiento de Assayas: hay algo de lo que vemos en los celulares que observamos con la fascinación de lo sobrenatural y creemos con la fuerza de la materialidad empírica.
A partir de esos elementos hay una película original y distinta que sin embargo no alcanza el ambicioso horizonte que persigue. La idea de que el mundo moderno y lo sobrenatural son casi lo mismo es tan atrevida como inconclusa; tan real como dificultosa de indagar artísticamente.
El tema es que uno cree que Assayas está a la altura de la circunstancia (por él mismo provocada) y que no lo concrete es lo que decepciona (y por ahí tal vez el abucheo que parte de la platea le propinó en su presentación en Cannes 2016).
Algo que no sucede con Stewart, que siempre está a la altura de las circunstancias que le impone el film, comenzando a asomar como una actriz a prueba de cualquier desafío interpretativo que se le interponga.
El gusto final es más bien amargo. Pero si uno rebobina un poco acerca de lo que vio, puede quedarse con la sensación de sentir que su propio vida transita por una situación tan inestable como la de la protagonista.
Personal Shopper (Personal Shopper. Francia-Alemania, 2016). Dirección y guión: Olivier Assayas. Con: Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz, Anders Danielsen y Ty Olwin. Apta para mayores de 13 años. 105 minutos.