Este sábado 30, Patricia “Piojo” Zappia presentará oficialmente su segundo álbum, Epifanía, en el Club Atlétitico Fernández Fierro (CAFF), acompañada de Daniel Maza (bajo), Leandro “Pitu” Marquesano (piano), Fabián “Sapo” Miodownik (batería), Diego Gazzaniga (percusión), Mariano Gómez (percusión) y Manuel Sosa (guitarra), y con las voces invitadas de Viviana Scarlassa, Agostina Bruno, Mateo Correa y Amanda Kerber.
“El hecho de grabar tiene algunos momentos determinados para que suceda”, cuenta Zappia, que tiene una trayectoria de casi 30 años pero sólo dos discos. “Tardé un poco en darme cuenta de lo importante que era para mí (lo remarca) que uno grabe. Eso queda para siempre.” No lo usa de justificativo, pero sí a modo de explicación que en sus inicios o “no tenía la canción tan puesta en las grabaciones, al margen que la grabación era para músicos que tuvieran un sello que los respaldara. Yo no tenía ese tipo de respaldo”.
“Antes de arrancar la pandemia ya teníamos ganas de grabar -racconta sobre el proceso que llevó a Epifanía-. Pero la pandemia nos paró todo. Hasta hace un año que dijimos: bueno, nos metemos de lleno y lo sacamos, arrancamos y no paramos hasta terminarlo. La pandemia por un lado nos paró pero por otro nos mantuvo en ese punto de disposición. Yo hice algunas grabaciones durante la pandemia que las subí como simples, que fueron colaboraciones a distancia, algo súper importante, especialmente porque no sabíamos qué iba a pasar después. Sobre todo con la música, que tardó un poco más en volver.”
Esos sencillos en medio de la pandemia fueron una forma de mantener en latencia eso que se quería manifestar pero no se llegaba a hacerlo. “Para mí es el hecho de haber podido despertar de nuevo, en esta grabación, contra una cantidad no sé si llamarlos obstáculos; diría que es la manifestación del poder de fuego sagrado de la música que necesitaba manifestarse en mí y en todo lo que pasaba alrededor. Sobre todo por la gente que me acompañó, que es un montón. Eso mismo: el poder manifestarse de toda esta música como se dio ahí a pesar de todo.”
-¿Por qué subrayás “a pesar de todo”?
-Porque realmente fue un tránsito mientras fue sucediendo. Pasaron cosas muy fuertes a nivel general y a nivel personal. Fue así, fue más poderoso el pulso de hacerlo, de concretarlo, tocarlo, tenerlo que cualquier otra cosa.
No hay precisión para “ese cualquier otra cosa” porque prefiere que así quede, pero asegura que fue profundo, de esas cosas que establecen una bifurcación en el camino, la necesidad impostergable de tomar algunas decisiones. El resultado se nota en Epifanía: después de todo, las distintas formas expresivas humanas siempre terminan revelando mucho más allá de la intención de quien las emite. De esa riqueza polisémica de todos los lenguajes que nos convierten en una especie que intenta entenderse y decirse entre sí está hecho Epifanía. “Cuando un músico le pide arreglos a otro, en general le da el material, el arreglador trabaja sobre eso y el músico lo recibe confiando plenamente. Y en este caso con el Pitu Marquesano fue sentarnos los dos desde que empezó hasta que terminó cada tema, buscando sonoridades, haciendo un tema, empezando para un lado y volver para atrás si no nos gustaba y hacerlo en otro camino hasta encontrar el tono que estábamos buscando. Fue de cosa muy trabajada, de una construcción de mucho detalle, no sé si lento o rápido porque cada uno tiene sus tiempos, pero los dos entregados a eso. Y él, como arreglador, haber tenido la apertura y sentarse con el otro para hacer el arreglo juntos. Fue así: digamos lo que tengamos para decir de una vez, pero hagámoslo como nos guste.”
Así salieron “Memoria de mí” (Julieta Césari), “El último bolero” (Pablo Tozzi), “Epifanía” (letra de Melisa Lamione y música de Leandro Marquesano y Piojo Zappia), “Se lo lleva el viento” (letra de Ceci Elías y música de Pablo Giménez), “Poema” (letra de Carlos Oquendo de Amat y música de Susana Baca), “Hasta que aclare el cielo” (Omar Gómez), “La Negra Atilia” (Pablo Camacaro) y “Penas luz” (Ana Robles), ocho temas que dan sustancia y homogeneidad a un álbum que tal vez podría haber contado con más temas, pero que en esa extensión de casi media hora llega a ese punto en el que quien escucha tal vez siente ganas de más, pero está muy satisfecho con lo degustado. “Hice un disco con el eclecticismo que me gusta.”
Zappia y Maza son pareja hace años, décadas puede decirse. Sin embargo, es la primera vez que ella está claramente al mando en el escenario, pese a las múltiples colaboraciones en vivo y estudio que compartieron. “Esta vez tocó y no hizo ni un solo en el disco (ríe). Más generosamente entregado a la música que le propusimos, imposible. Él tiene una impronta, una personalidad musical fuerte que bienvenida sea. Pero también puso lo que había que poner para lo que estaba pidiendo la canción. Cuando él necesita yo estoy y cuando yo necesito él está. Y en los últimos años tenemos con más frecuencia situaciones de compartir, pero siempre cada uno mantiene su proyecto. Estamos en una vía armoniosa (sonríe).”
-¿Y te cambió algo toda la última ola feminista respecto a la relación y el manejo musical con los músicos varones?
-Siempre tuve muy buen trato con Daniel y con el resto de los músicos. Nunca me tocó una cosa que sienta que no puedo hacer por ser mujer. Pero convengamos que es fuerte todo este cambio que viene pasando. Sería ridículo pensar que queda afuera. Siento que voy transitando con hombres y siempre me han tocado hombres súper generosos y que me han dejado tomar mi lugar, pero claro que no hay que perder la conciencia de que siendo mujer es más complicado.
Patricia “Piojo” Zappia en vivo
Presenta Epifanía. Sábado 30 de septiembre a las 21 h en el CAFF, Sánchez de Bustamante 772.