Comencé a tocar con Spinetta en el 2005 y lo hice hasta el final de su carrera. Siempre me voy a acordar cuando me convocó para ser el baterista de su banda. Me dejó un mensaje en el contestador invitándome a zapar junto a los otros miembros de su grupo: casi me muero porque el tipo era mi héroe. Fue un orgullo grabar Pan y hacer tantos shows. Ese fue un momento de gran responsabilidad y disfrute para mí.
Lentamente me fui acostumbrando al hecho de haber cumplido una fantasía que tenía desde chico, que era la de tocar con él, porque desde esa época siempre escuchaba su música. Más tarde y con muchos shows más encima grabamos Un mañana, un disco hermoso, que sería el último de estudio. Por esa época Luis comenzó a pensar en lo que sería la idea de Las bandas eternas, y esa fue también una situación única que viví por lo intenso de todo lo que sucedió.
Fue como una situación perfecta en la que pude disfrutar, más allá de la responsabilidad que sentíamos como músicos porque todo iba a quedar registrado. Creo que esa noche los que tocábamos con Luis, los que éramos su banda de entonces, fuimos como los anfitriones de todos los monstruos que tocaron en otras épocas con Spinetta. Fue una gran locura haber tenido la posibilidad inmensa de ver y escuchar de nuevo a Almendra, Pescado Rabioso, Invisible y Jade, todas las viejas bandas de Luis que fueron como hogares para él. «