Las denuncias contra Fabián Gianola no se detienen. Luego de que la jueza Ángeles Gómez Maiorano dictara a fines de diciembre la falta de mérito en la causa que se le sigue al actor a raíz de las denuncias de la actriz Fernanda Meneses y de la locutora Viviana Aguirre por abuso sexual agravado y abuso sexual simple, otras mujeres hicieron nuevas presentaciones judiciales y cada vez son más las que se animan a hablar sobre sus experiencias con Gianola. Días antes del polémico fallo se dio a conocer la presentación, ante el mismo juzgado número 49 en lo Criminal y Correccional, de la actriz Griselda Sánchez. Y en las primeras semanas de 2022 Julia Miño, una empleada doméstica de un country donde vivió el actor, radicó allí la suya. Por su parte, se espera que en estos días se haga efectiva ante la justicia penal de Chubut la denuncia de una masajista cuyos servicios el actor contrató en el marco de una gira teatral en esa provincia. En todos los casos, las mujeres refieren haber sido abusadas sexualmente.
La fiscal Mariela Labozzetta a cargo de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) apeló la falta de mérito y se espera que la cámara en lo criminal y correccional ratifique o desestime el fallo de Maiorano. Hasta ahora, Gianola dijo haber sido “extorsionado” por algunas de las denunciantes, a quienes incluso trató de “psiquiátricas”. Luego de que la Asociación Argentina de Actores hiciera lugar a un pedido de Actrices Argentinas (el cual reafirmaba una solicitud previa de Meneses) y le quitara preventivamente la afiliación gremial al actor, éste refirió ser víctima de un “fraude mediático”. En el día de hoy trascendió que las abogadas de Gianola, Stella Tomizzi y Evelyn Andriozzi, renunciaron a su defensa. Lo cierto es que a las acusaciones judiciales se suman los relatos de distintas colegas y excompañeras, como Flor de la V, Luciana Salazar, Adriana Ghidone, Mercedes Funes, Celina Rucci, Dallys Ferreira, Fabiola Yañez, Natacha Jaitt y Stefy Xipolitakis. Incluso en los últimos días Nito Artaza declaró en los medios que a raíz de los acontecimientos su hija, la actriz Sabrina Artaza, le confesó haber vivido situaciones de acoso con el actor y conductor, palabras que luego la propia Sabrina ratificó públicamente.
Ahora, la actriz y directora teatral, Mabel Gagino, habló en exclusiva con Tiempo acerca de lo que vivió con Gianola, a quien acusa de haberla abusado sexualmente en el marco de una obra de teatro en la que trabajaron juntos. “Fabián Gianola buscó quebrarme en mi subjetividad, y eso es fuerte, muy doloroso. Porque una lo primero que siente es culpa. Una siente que tiene ‘algo’ para que ocurra el abuso, por eso es una situación que desgraciadamente no me voy a olvidar nunca. Cuando la gente dice ‘¿por qué no lo dijo antes?’ ¡Por que es muy difícil decirlo!, por eso hablamos cuando podemos”, señala la actriz y directora teatral.
Gagino, quien también es productora y cuenta con una amplia trayectoria como funcionaria en el área de políticas culturales y de derechos humanos, protagonizó en 1993 la obra Los intereses creados, como parte de un elenco en el que también actuaba Gianola. La actriz por entonces ya contaba más de dos décadas de experiencia profesional. Egresada del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, donde se formó con la célebre Hedy Crilla, Gagino fue profesora en esa casa de estudios, así como parte de múltiples puestas teatrales del circuito oficial, comercial y off con las que recorrió los principales escenarios del país. En la función pública se desempeñó como Directora de Cultura de Lomas de Zamora y Directora de Derechos Humanos de la Municipalidad de Lanús. Actualmente tiene 71 años y es la presidenta de la Asociación de Artistas Independientes del Sur.
–¿Cuándo conociste a Fabián Gianola?
–Lo conocí en el año 1993, cuando Gustavo Di Leo, director de teatro y mi marido por entonces, lo convoca para hacer la obra Los intereses creados, de Jacinto Benavente. Fue en un bar cerca del Teatro Regio, donde estrenamos.
–¿Y cómo era la relación laboral entre ustedes?
–En la obra había dos parejas cómicas principales, una la formaba yo con Ricardo Dupont y la otra, Fabián Gianola con Claudia de la Calle. Nos acompañaba un elenco muy grande de actores y actrices. Yo también me encargaba de la producción y de vender las funciones. El tema con él se dio cuando empezaron los ensayos, ahí comenzaron los problemas.
–¿Problemas en qué sentido?
–Él tenía una actitud amenazante, intimidante, tremenda. Y muy marcada especialmente conmigo. Yo me encontraba en un momento particularmente vulnerable, porque estaba viviendo una situación de maltrato y violencia en mi matrimonio, y nada más ni nada menos que con el director de la obra. Eso es algo que Gianola –y ahora te puedo decir que es una actitud que tienen todos los tipos como él– aprovechaba, se daba cuenta de mi situación y de mi vulnerabilidad.
–¿Tu marido te maltrataba en presencia de Gianola y de tus compañeros?
–Sí, claro. Nunca me trataba bien. Estaba a la vista lo que pasaba. Y Fabián es un psicópata, un manipulador de libro. Más allá de machista, es un perverso. Sabe a quién tiene que tocar y dónde tiene que golpear: no lo hace con cualquiera. Por eso yo quiero hacer este aporte, no sólo desde mi mirada más política e integral sobre el tema, que la tengo recién ahora después de un largo camino recorrido, sino también porque a mí me indigna que una jueza mujer le dicte la falta de mérito respecto a las denuncias penales que le hicieron.
–¿Y qué tipo de cosas hacía para intimidarte?
–Cuando yo pasaba al lado suyo él me sobraba, se burlaba, hacía comentarios por lo bajo despectivos hacia mi trabajo, me humillaba. Y hacía chistes subidos de tono sobre mí con mi marido y viceversa.
–¿Él era así sólo con vos o con todos?
–Él era sobrador con casi todos, ero conmigo tenía un encono especial.
–¿Y cómo repercutía en vos esa actitud, qué consecuencias tenía?
–Me pasaba algo horrible, al extremo de que no podía trabajar. Yo ya tenía muchos años de actriz profesional y los compañeros que me conocían sabían que yo era la actriz que se sabía siempre la obra entera, la letra de todos, no sólo mis partes. Y sin embargo, para mí era un sufrimiento tener que ir a ensayar, estábamos cerca del estreno y yo no daba pie con bola, no me acordaba la letra, del terror estaba irreconocible. Yo no podía hacer nada porque él me paralizaba. Para mí era un callejón sin salida: cuando yo le planteaba en el ámbito de la intimidad a mi marido que Gianola me molestaba, él me gritaba y me echaba la culpa a mí. La respuesta que obtenía era: “es culpa tuya porque no te sabés la letra”. Los compañeros que me conocían de años estaban asombrados de mis dificultades, ese es el quiebre que hizo Gianola conmigo: se metió donde podía hacerlo, que era mi lugar de actriz. Él sabía que yo podía tener una relación desigual, violenta, compleja en mi casa, pero que cuando me subía al escenario tenía una seguridad total. Los que me conocían trabajando sabían de esa actitud aguerrida, de ir al frente, tanto a nivel personal como por el resto de mis compañeros y del trabajo en equipo. Y entonces fue por eso, para quebrarme ahí.
–¿Y cómo hiciste para continuar trabajando en esas condiciones?
–Un día estábamos en el Teatro San Martín y Ricardo Dupont me llevó a aparte y me dijo (textuales palabras que nunca me voy a olvidar): “Vos no podés dejar que un pelotudo te arruine tu actuación y la obra”.
–¿Vos no habías compartido esa angustia tuya con ningún compañero o compañera?
–No, no, jamás hablé con nadie, si bien todos se daban cuenta de lo que pasaba, era obvio. Hasta ese momento en que solamente le dije a Ricardo que me sentía mal porque no sabía cómo podía olvidarme la letra, de la angustia que sentía por eso, jamás le conté nada a nadie. Y recién cuando le dije eso, Ricardo me sacó el tema de Gianola, por las suyas.
–¿Y cómo se dio la situación de abuso?
–El día en que Ricardo me hace ese comentario era el día del ensayo general. Cuando subí al escenario me salió todo perfecto, absolutamente todo: la letra, las marcaciones. En un momento yo entraba a escena, con un vestuario imponente y él, Gianola, me tenía que dar un pie: y de nuevo, por lo bajo susurra algo, me burla. Y recién ahí yo pude pararme, decidida, y decirle: “Fabián Gianola, ¿por qué no me dejás de romper las bolas?” De inmediato explotó una carcajada estrepitosa de todo el elenco, también se notaba que era un alivio, una liberación para todos. Él se quedó ahí. Finalmente estrenamos muy bien, la obra salía genial y empezamos a salir de gira. Como ya no ensayábamos y nos encontrábamos solamente arriba del escenario, yo hacía todo lo posible por no cruzármelo fuera de escena. Pero él empezó con otra cosa: ahora la agresión no venía por el lado profesional o de la letra, sino que se empezó a meterse con mi cuerpo. Pasaba por al lado mío y me decía “seguro que tenés los pezones grandes, seguro que tenés lo pezones negros y peludos”. Era algo horrible, a nadie le gusta que le digan algo así. Pero un día pasó lo peor.
–¿Qué pasó?
–Estábamos por hacer una segunda función en el Teatro Roma de Avellaneda, ya habíamos hecho la primera. Yo entré al camarín de una actriz, que en ese momento estaba con él, y él entró detrás de mí y trabó la puerta. Los camarines individuales del Teatro Roma son muy chicos: él se puso delante de la puerta y no había manera de salir. Entonces empezó a decirme: “mostrame los pezones, mostrame los pezones”. Yo le contestaba tratando de no darle importancia, de cortar rápido la situación: “dale Fabián, déjate de joder, ya está, déjame salir”. Hasta que en un momento se me acerca de una manera tan tremenda… Yo tenía pánico y me quería ir. A mí me da mucha vergüenza decir esto, de verdad, pero necesito contarlo. Fabián se me vino encima y me dijo: “dale, mostrame los pezones”, ya en una actitud muy libidinosa, “dale, mostrame los pezones que yo te muestro la poronga”, y ahí sacó el pene completamente afuera del pantalón y se me vino encima, con el pene en la mano. Yo estaba paralizada, no se puede explicar lo que se siente. Porque incluso yo soy más bien de reaccionar, pero no podía. Era tanto el pánico que casi sin pensarlo me metí la mano en el escote, como para mostrarle como él me pedía. Pero se ve que era tal mi terror que antes de llegar a eso, la chica, la otra actriz, le dice: “basta, dejala tranquila Fabián, ya está”. Ahí recién pude reaccionar, lo empujé y salí. Pero si esa chica no le gritaba, yo no sé realmente qué podía pasar.
–¿Qué pasó después?
–Directamente no le hablé más, aunque seguimos haciendo funciones, pero cada vez le escapaba más y además yo no estaba en condiciones de hacer nada. Yo seguí con miedo, no quería ir, era un suplicio. Y evitaba de manera total quedarme a solas con él. Poco después se accidentó gravemente Lisandro Dupont, hijo de Ricardo y que también actuaba con nosotros, y suspendimos por unos meses. En total fue un año de trabajo con él.
–¿No le dijiste nunca a nadie de aquello que pasó en el camarín?
–¡No, a nadie! Y menos a mi marido. Si yo le decía a él, no sé qué podía pasar. Además de una cuestión de machismo, a él como director le servía más el nombre de Fabián Gianola que el mío.
–¿Alguna vez te volviste a cruzar con Gianola?
–No, nunca más, gracias a Dios.
–¿Evaluaste hacer una denuncia penal?
–No, porque hoy no es algo que haría por mí. Haría la denuncia si ayuda a las otras chicas, si les sirve de algo. Yo ya recorrí otro camino, me importa dar mi testimonio y si es útil y necesario hacerlo ante la justicia, lo haría, pero por las demás, no por mí. La justicia es machista, clasista, elitista como institución en sí, más allá de si hay jueces o juezas. Ver a las abogadas, escuchar lo que dijo la jueza de esta causa y escuchar a las chicas que lo denunciaron… Pensé que esto no podía quedar así. Eso me llevó a reflexionar que si lo mío podía ser un aporte, entonces lo contaría. Y este es sólo un caso, un caso testigo, como fue el de Juan Darthés. ¿Qué hay que hacer para darnos cuenta de lo que pasa en estos casos? ¿No sabía el resto del elenco, o el productor de aquella novela, (Enrique) Estevanez, que pasaba con Darthés? Claro que lo sabía, pero Darthés era el galán, le convenía tenerlo, como Gianola era el capo cómico en la obra que hacía yo. Las mujeres que somos abusadas, acosadas, violadas, golpeadas, primero sentimos mucha vergüenza. Porque pensamos: ¿qué carajo tengo yo para que me pase esto a mí? Y a las que no son abusadas, muchas veces no les gusta identificarse con las víctimas. “La víctima sos vos y a mí esto no me va a pasar”. ¿Por qué piensan eso? Porque culturalmente somos todas víctimas. Hablando otra vez sobre la colonia artística, eso también ocurre porque las actrices saben que si se meten con Darthés o con Gianola se quedan sin laburo. Hay una negación en los ámbitos de trabajo sobre el tema. En los dos ámbitos que transité, en del espectáculo y la política, siempre pasó esto. Algunas situaciones las pude zafar, apenas zafar. Y otras situaciones no las pude evitar. Tal vez te acomodás, pero seguís en la misma. Frente a todo esto también me pregunto cuál es el rol del Estado: el Estado está quedándose corto, y también, a pesar de ser feminista y de todo el trabajo de género que tengo hecho, creo que el feminismo se está quedando corto.
–¿Qué considerás que haría falta instrumentar desde el Estado?
–Se trabajó mucho para tener un Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, y el primero que salió a hablar de la necesidad y la importancia de tenerlo fue Jorge Taiana, y lo sé muy bien porque hicimos campaña juntos. Finalmente se creó, y doy fe de que hay muchas compañeras trabajando, a las cuales conozco bien y sé de su trayectoria, por lo que las respeto muchísimo. Pero la verdad es que tiene que haber políticas mucho más agresivas de las que se vienen instrumentado. El ministerio tiene que estar en la calle con las mujeres de todos los sectores, no sólo con las chicas de clase de media, sino también con las mujeres de los barrios. Y tiene que haber una enorme campaña de concientización con los pibes, con las pibas, pero tiene que haber políticas diferenciadas, porque son distintas realidades, distintos intereses y distintos caminos recorridos.
–¿Y qué sucede con el trabajo de una actriz o de las mujeres cuando pasan estas cosas?
–La mujer siempre lleva las de perder. Lo más común es que te la banques o renuncies, o te quedes y sufras a un costo psíquico importante, porque te terminás quebrando. Y además las situaciones de abuso tienen un perjuicio económico claro, porque muchas actrices sienten que si hablan no van a laburar más. Se avanzó en muchas cuestiones de género, pero en cuanto al abuso y el acoso sexual se necesita que el Estado y la Justicia traduzcan todos esos logros en respuestas concretas que también contemplen esto que te digo, los perjuicios y daños en la economía de las mujeres. Denunciar a alguien que es una primera figura o que puede generar trabajo por el peso de su nombre, nos pone a las mujeres en una desventaja económica, y más en estos días. Por suerte, eso sí, se avanzó en crear protocolos para los marcos de trabajo, pero falta ahondar más en la cuestión de las consecuencias y los perjuicios económicos que todo esto conlleva.