Osvaldo Papaleo nació en noviembre de 1940 en La Plata, hijo de un panadero anarquista platense y de una porteña que antes de convertirse en ama de casa “vendía La Protesta en los trenes”, ese periódico anarquista que tenía por lema “Ni dios, ni nación, ni patrón”. Aunque eso fue antes de que él naciera, cuando sufrieron persecución, en el caso de su padre hasta el confinamiento de la cárcel de Caseros, porque habían militado cerca de Severino Di Giovanni: “Hablabas mal de Di Giovanni y te tiraba un sillazo; ‘el primer expropiador urbano’, decía mi viejo. No era un asaltante ni tampoco alguien que distraía la guita en otra parte, vivía como vivía y mi viejo, un panadero anarquista, se deslumbró con esas ideas”.
-¿Y qué te dijo cuanto te hiciste peronista?
-Nada, nada, se la fue comiendo de a poco. O fue dándose cuenta por qué los anarquistas no se acercaban al peronismo, sobre todo en lo gremial; ellos creían en una militancia no estructurada. Y no veían a ese peronismo como una cosa de liberación, sino que tenían el temor de que la gente empezara a confundir su objetivo revolucionario. Pero con el tiempo muchos compañeros se pasaron al peronismo.
Papaleo asegura que tiene “al menos 60 de los 80 años para contar del peronismo y del país”. Y por eso este streaming titulado Mi vida, que se podrá ver los próximos 11,12 y 13 de junio, una muy buena excusa para conversar con uno de esos históricos de la vida pública argentina, no sólo por su participación, sino porque habla sin dobleces. Así recuerda que siempre bromeaba con Antonio Cafiero (“el tipo que más respeto después de Perón”) sobre su parentesco con el anarquismo por un familiar del mismo apellido que había llamado la atención de Italia con sus acciones.
Lanzado al relato como espera hacer en el streaming -que surgió a instancias de la sugerencia de un amigo que vio cómo relataba su paso por la política al cumplir 80 en noviembre pasado-, dice que empezó a trabajar en el diario El Día de La Plata cuando lo dirigía David Kraiselburd, el padre, que nada que ver con el hijo que está actualmente; un tipo de una enorme formación, que había estado en las Brigadas Internacionales en la revolución española disfrazado de periodista, cómo estuvieron un montón de tipos a nivel internacional”. Y fue David Kraiselburd quien además de contarle mucho de la Guerra Civil Española, le permitió un estrecho contacto con el gremialismo peronista, en especial con las 62 Organizaciones. “Me dijo de hacer una columna de gremiales, en el año 63, vio venir la formación del movimiento sindical, era el momento fue la fórmula Framini-Anglada (el proscripto peronismo se presentó en la Provincia de Buenos Aires con la fórmula Andrés Framini y Francisco Anglada, agitada al grito de: Framini, Anglada, Perón a la Rosada). No asumió: ¡un dirigente gremial de textiles electo gobernador! Ahí me vínculo mucho al peronismo y empiezo a conocer la interna y a darle voz y expresión a todo un movimiento. Ahí se nucleaba la Resistencia del movimiento peronista, y conocí a todos: Vandor, Cafiero, José Alonso (del sindicato del vestido), que estaban el día de la asunción, pero finalmente no pudo asumir nadie. Y cuando (Juan Carlos) Onganía da el golpe, en La Plata se puso un poco pesado el ambiente y dije: es el momento de ir a la Capital.”
Vino entonces el diario La Razón y su gran salto en el periodismo: formar parte de Nuevediario, el noticiero central de Canal 9. “Trabajaba con los Andino, los Madariaga”, referentes de aquel tiempo: en aquellos años, con sólo cuatro canales de aire (y uno, proveniente de La Plata, el Canal 2, de difícil sintonización en la Capital) y menos intromisión de los negocios en el oficio, era más común encontrar buenos periodistas en los grandes medios. “Yo ya estaba muy vinculado al movimiento y cada vez fue más la vinculación. Para colmo me puse de pareja con Irma Roy, que venía de una historia peronista: el primer esposo de Irma fue Eduardo Cuitiño, un actor muy conocido y muy peronista, descendiente un poco de aquellos mazorqueros, los Cuitiño de Rosas.”
Como a toda su generación (del lado del mostrador que estuvieran), los años que vendrían los marcarían para el resto de sus días. Una juventud ávida de participar en política, la lucha armada como opción de esa participación, una presión social cada vez más fuerte, lleva al General Lanusse a cancherear y decir que Perón “no viene porque no le da el cuero”. Su fecha de caducidad quedó sentenciada en esa frase. Y hubo elecciones: en marzo de 1973, Hérctor Cámpora con un gran respaldo de la juventud y con la venia de Perón, ganaba con casi el 50 por ciento de los votos. La primavera duró poco, la convulsión creció y finalmente volvió Perón para una nueva elección, que bajo la fórmula Perón-Perón conquista el insólito 62 por ciento de los votos. La siempre cuestionada -por lo bajo- fórmula, donde el segundo Perón correspondía a María Estela Martínez, más conocida como Isabel, fue uno de episodios más incomprensibles de la historia argentina, aunque para Papaleo significó convertirse en Secretario de Prensa y Difusión el 22 de diciembre de 1975, cuando el supuesto leal General Jorge Videla terminaba de aplacar la intentona alcista de la Fuerza Aérea que había empezado cuatro días antes. Después vino la cárcel y la detención clandestina. “Caseros en el año de ‘76 fue la primer cárcel que tengo, no primero nos llevan a Devoto y después a Caseros, y salgo de ahí el mismo día que había salido mi viejo en el año 36, también de Caseros: mi viejo me va a visitar al penal que él había estado; para los Papaleo el tema de la lucha social y la cárcel es un hábitat. Creo que eso te da una marca en el orilló que es importante, siempre estuve del lado de los que sufren, de los humildes, de los perseguidos; y el peronismo es otra variante de la cual yo estoy orgulloso. Y la quiero contarla y además quiero pegarle en los dientes a mucha pelotudez qué anda pululando.”
-¿Cómo cual?
-Creo que hay mucho desconcepto de lo que es pertenecer a la divisa. Yo participe mucho de la renovación con Antonio Cafiero, y la Renovación fue un intento de un peronismo más integrado a la sociedad, no de los negros contra los blancos, como algunos lo entendieron. Pero en qué termina la Renovación, termina en la gerencia de la política, empiezan los Manzanos, los Grossos, un montón de chicos que empiezan a gerenciar la política
-¿Por qué crees que pasó eso?
-Porque hubo un desconcepto, se copiaron del bichito de la socialdemocracia, les pegó un poquito de eso y después mucho ego. Estamos hablando de (José Luis) Manzano y de (Carlos) Grosso, dos egos que no caben. Y después el Pilo Bordón, te sigo diciendo (José Manuel) de la Sota, demasiado ego, un poco amores y apego a la ideología, al conjunto. Y creo que la Renovación se frustró un poco por eso, y esas cosas se han trasladado a estos tiempos.
Papaleo no sólo había asumido en un gabinete al que pocos querían entrar, sino que también fue de los que se opusieron a la renuncia de Isabel, como proponía “el grupo de los 8 (que no son los diputados que se oponían a Menem a principios de los 90); de esos unos terminaron presos, otros arreglando, otros caminaban por la calle Florida. Y nosotros estábamos presos en un barco, loco”. Prefiere no dar nombres, pero dice que algunos hoy aparecen seguido en canales de televisión hablando mal de todo lo que huela a kirchnerismo, ligaron cargos en varios gobiernos, o estuvieron en el gobierno de (Fernando) De La Rúa (“tenés que pedir perdón si estuviste en un gobierno que se fue con 40 muertos en las calles”). “Con el Chacho (Álvarez) he hablado, y está bien. La última manifestación que hubo a favor de Isabel en la calle Florida la organizó el Chacho Álvarez, porque vio lo que venía. El gobierno de Isabel no era el ideal, pero lo que venía era mucho peor”. Luego del barco de los 33 Orientales (como se lo conoció) en el que compartió prisión entre otros con el metalúrgico Lorenzo Miguel, el petrolero Diego Ibañez, el ex presidente Carlos Menem y el actual senador Jorge Taiana, vinieron las cárceles y el campo de concentración Puesto Vasco (Bernal, formaba parte de lo que se conoció como el circuito Camps), donde se cruzó con Jacobo Timerman. Papaleo luego dio testimonio en el juicio por lesa humanidad que llevó adelante el Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, que condenó a varios represores. Más tarde también fue parte de la denuncia por el delito de lesa humanidad en la apropiación de Papel Prensa (en plena dictadura de Jorge Rafael Videla) por parte de los grupos Clarín y La Nación.
“De ahí me exilié en Brasil y anduve por América. Lo primero que armé fue la Misa Criolla a fines del 77 y vinieron Ariel Ramírez, Zamba Quipildor; y había que laburar conmigo, eh, porque te cuento que los cónsules, los agregados culturales de las embajadas mandaban al minuto el reporte a Buenos Aires, cosa que me enteré cuando volvimos en democracia de los informes esos que estaban en Cancillería.”
-Cuando Perón estaba en el exilio hubo persecución de militantes y no eran pocos los que hablaban del peronismo sin Perón; luego de Néstor y Cristina, tampoco fueron pocos los que quisieron congraciarse con Macri, y se persiguió a varios dirigentes y funcionarios de sus gobiernos. ¿Por qué creés que el peronismo siempre es proclive a sacarse de encima su parte combativa, por decirlo de alguna manera?
-Te doy un hecho central muy perdido: en el año 59 el peronismo asalta el frigorífico Lisandro de la Torre, toma una fuente de trabajo; eso ocurrió acá, en Mataderos, no ocurrió en Berlín, ocurrió acá para defender la fuente de trabajo. El Plan Conintes (Plan de Conmoción Interna del Estado que habilitaba a los militares a la detención arbitraria por simple sospecha) eran tipos con una ametralladora controlando las locomotoras para que trabajen. El peronismo tiene esa cosa, agarra a contramano, no hay que alarmarse porque te quieren meter preso, nos tenemos que preocupar el día que no nos quieren meter presos, estamos ligados, aunque parezca mentira, a la cosa central de la lucha. Yo me quedé con muchos compañeros y el 24 de marzo en la Casa Rosada no me fui a ningún lugar, y sabíamos lo que venía, no éramos pelotudos. Nos quedamos esperando por un tema de lealtad y de presencia y de adhesión a lo que uno piensa. Uno no puede vivir tratando de acomodarse a la encuesta de moda, a que te inviten al Grupo Idea a decir cosas que no te escucha nadie porque no le interesás. Yo me peleo con los compañeros y apoyo a Alberto Fernández a muerte y pienso distinto que él, pero sé cuál es el rol de él. A Cristina, contra muchos de los que me rodean, yo la banco, sé que ahí hay una reserva nuestra que es importante: la cosa siempre se arma alrededor de los que son importantes o líderes; yo vi a la gente que rodeaba a Perón en Madrid cuando iban los dirigentes y no los recibían y andaban llorando por los cafés de La Gran Vía. Había una relación con Perón de ideología, y a estos muchachos de ahora les digo: no hablés más de la deuda externa ni del Club de París, los muchachos quieren ver como paramos en la inflación; que hable (Martín) Guzmán, me parece bien, pero un dirigente, un ministro, no, nosotros a la gente le tenemos que hablar del problema social, y no soy el loco trosko, esa boludez, todo lo contrario, creo que hay que apoyar porque lo que viene es mucho peor. Tengo experiencia, lo viví.
-¿Crees que de alguna manera se aprendió la lección de los 70?
-En algún aspecto lo aprendimos. En los 70 yo no pertenecía al sector armado, estaba en contra. Pero yo estaba en Canal 9 de interventor y llevé a (Octavio) Getino y se produjo un quilombo de aquellos. Creo que algo aprendimos pero todavía tengo dolor porque veo ciertos compañeros que dicen cosas, y la experiencia del 76 era también la de unos tipos que eran medios mesiánicos y que dos años después hablaban con Massera, cuando Massera era el dueño de la Esma. Te va a parecer alarmante, pero la introducción masiva en el peronismo de la clase media ilustrada, cuando el peronismo se hizo muy masivo en los 70, esa clase media no tiene la marca firme en el orillo de que los de abajo son la defensa, están muy enamorados de su rol. Yo vi esa irrupción de los muchachos que iban a la villa y eran como una excursión de turistas neozelandeses que les decís: ahora vamos a ir a la villa. Yo reivindico ese peronismo grasa al que le interesa más Boca y River que el Consejo Económico y Social de Beliz, yo reivindico la gente normal, nosotros somos los enfermos (ríe), los que le gusta la política. La gente quiere tranquilidad, normalidad, previsibilidad y quiere morfar, porque no morfa. Si algo los enamoró de Perón era su discurso tranquilizador, no se llevaba todos los postes por delante al pedo, porque además cuando hablamos de los 12 años del kirchnerismo, digo: loco, ahora están pidiéndole a Alberto Fernández que nacionalice todo lo que ustedes no nacionalizaron con el 54 por ciento de los votos, no me jodas.
Esa normalidad que reivindica es la propia y acaso la de la mayoría peronista, una que defiende a sus líderes y lideresas más allá de lo que le cuenten y le quieran hacer creer. “Tenemos que seguir combatiendo porque el enemigo es muy grande: Pepín Rodríguez Simón (el operador judicial estrella durante el gobierno macrista) no es D’Alessio, no te confundas; Pepín es hombre de Héctor Magnetto (director ejecutivo del Grupo Clarín) no de Macri, no lo subestimemos, no creamos que es D’Alessio, que hace un año que está preso y ni visita tiene. Nosotros estamos en el 2021 y seguimos de este lado, no es que hablamos porque nos tiran la guita.
-Es como tener un lugar en el mundo.
-Uh, lo admiraba mucho a (Adolfo) Aristarain. Lo había conocido en el Festival en Cartagena y le dije: día cuando tengas alguna película llamame que yo soy un productor potencial. Y en ese momento estaban fundidos todos, pagaban la preproducción con tarjeta de crédito. Y me llama y me dice; tengo un guión. Cuando leí los textos de lo que iba a ser Un lugar en el mundo le dije a Irma: mamita, me duele el cuerpo, este guión es una puñalada. Y Magdalena Ruiz Guiñazú se agarraba con (José) Sacristán y (Federico) Luppi porque habíamos quemado la lana, decía que éramos fascistas, jaja. Con la película esa recorrí el mundo, ganamos la Concha de Oro en San Sebastián y hasta la llevé a un festival en Haifa (Israel) y salían los argentinos del kibutz y me abrazaban y lloraban. Una locura. De un gran director.
Por Osvaldo Papaleo. 11, 12 y 13 de junio a las 21. Entradas por www.passline.com.ar