¿Premonición o trabajo de campo? Es una buena pregunta, dice Fernán Mirás, un tipo que se toma la vida –o parece tomársela– con un admirable sentido del humor. En 2021, el actor de Tango feroz (ver recuadro) sufrió un aneurisma cerebral que lo tuvo al borde de la muerte. Lo superó y hoy está bien, pero durante un rato –dice que los 15 minutos previos a entrar al quirófano fueron los peores– creyó que quizás no viviría para contarla. «Le digo a la enfermera –comenta–. ‘¿Podés llamar al médico?’ Viene el tipo y le digo: ‘¿No me podés operar ahora? ¿Qué querés que haga en estos 15 minutos, que salga a dar una vuelta de manzana?’. Todo es un poco absurdo».
Ese coqueteo con el absurdo de la muerte, si se quiere, ya venía de unos años atrás. Es que Mirás estaba trabajando desde antes de la pandemia en un guion acerca de una mujer que se entera que probablemente le quede un mes de vida, que tiene un problema cardíaco que puede volverse mortal ante cualquier emoción o tensión inesperada. Y es evidente que la chica no es el colmo de la paz y la tranquilidad, así que las perspectivas no son buenas. En medio de la escritura del guion, al director le tocó vivir algo parecido. Hoy, con la «sabiduría» de la experiencia («no vi ninguna luz como Victor Sueyro, lamentablemente», dice), estrena Casi muerta, protagonizada por Natalia Oreiro, como la mujer al borde de la muerte que decide dedicar sus últimas semanas de vida a disfrutarlas. O, al menos, a tratar de hacerlo.
La película se inspira en un film español –vasco, para ser más precisos– de 2012 llamado Bypass, que fue alterado sustancialmente para la versión local. «Rodrigo (H.) Vila, con el que ya había trabajado antes, me propone ver esa película y me pregunta si creía que se podía adaptar –cuenta Mirás—. Yo le dije que me interesaba pero sólo si hacíamos una versión muy libre, que lo que quería era hacer una comedia sobre una persona que se va a morir. Trabajamos con él y con Bea Carbajales en el guion. Durante mucho tiempo nos dedicamos a recopilar la cantidad de cosas estúpidas que se le ocurre hacer a la gente antes de morir. Conocíamos de primera mano algunos casos de gente que había estado muy grave pero no había fallecido y de otros que sí. Y decidimos centrarnos en esas cosas, a partir del reencuentro de la protagonista con sus tres amigos de la infancia, entre ellos con uno que hace mucho no ve».
Los que acompañan a Oreiro en los roles principales –Mirás no actúa, sólo dirige– son Diego Velázquez como ese chico con el que se querían de niños pero cuyas vidas tomaron rumbos separados (en la actualidad él vive en Uruguay y está casado con una chica que interpreta Violeta Urtizberea), Paola Barrientos como su mejor amiga –casada con un personaje muy particular que encarna Alberto Ajaka– y Ariel Staltari, un soltero pendiente de las aplicaciones de citas pero más que nada obsesionado por ser padre… como sea. Y, en el medio, María (Oreiro), cuyo súbito ataque cardíaco en el momento menos pensado da pie para la movilización de todos, ya que la chica no parece tener otras opciones familiares que se ocupen de ella. «Lo que le pasa a María altera la vida de todos –agrega Mirás–. El que vive en Uruguay tiene que venir a Buenos Aires a cuidarla. Hace mucho que no se contacta con ella, tiene una vida organizada allá y al regresar reaparece esa tensión romántica y con eso se abren también las posibilidades cómicas».
Oreiro, que ya había trabajado con Mirás en Re loca, tenía muchas ganas de volver a hacer algo con él. «Yo le pedía que hiciéramos algo juntos –dice Natalia, con su estufita eléctrica a cuestas para combatir el frío–. Había visto además El peso de la ley, que dirigió, y me había encantado. Me encanta él como autor y como persona. Es alguien muy sensible, muy inteligente y sobre todo muy divertido. Amo su sentido del humor. Entonces le dije, ‘cuando tengas una película, llamame’. Y me llamó para contarme de Casi muerta y me dijo que era una comedia. Yo estaba con ganas de hacer una comedia, ya que venía de hacer un montón de dramas, como Santa Evita y Iosi, el espía arrepentido, así que hacer una comedia con él me parecía buenísimo. Y cuando me llegó el guion, me encantó. Coincido con Fernán: él cuenta que en los velorios se ríe mucho y a mí me pasa igual. Voy a un velorio y me río, no sé, de los nervios. A los que nos gusta el humor nos aferramos a eso. Y Fernán tiene un humor negro que es genial. Me parecía que íbamos a hacer una gran película, además con un elenco espectacular. En el medio el tipo se enferma (lo mira, cómplice) y la cosa se puso… picante».
–Lo que te pasó y el tema de la película los debe haber llevado a reflexionar sobre la muerte. Es una comedia, ¿pero cómo lidian con esa idea? ¿Hacer la película los hizo pensar en eso?
Fernán Mirás: –A mí me encantan los mecanismos cómicos, ver cómo funcionan, por eso me gusta mucho la escena de la cena navideña que hay en la película, en la que cada cual cree que está pasando otra cosa. Sabía que esa escena me gustaba, que quería construir ese tipo de mecanismos y que la película cumpliera con las reglas de la comedia clásica. Pero lo que me encantaba, además, era la sensación de que, de contrabando, estaba metiendo un tema que pareciera que no da para eso. Pero a la vez te la pasás pensando en qué es lo que uno quiere decir acerca de la muerte. Y una de las cosas que me pasa a mí es que a partir de que en tu vida vas perdiendo seres queridos, también vas creciendo. A veces pareciera que el humor se inventó para tolerar la muerte. Una amiga que agonizaba hizo los mejores chistes de su vida en esa instancia. Y esa situación siempre me generó mucha admiración. Es que, por otro lado, era la única manera. ¿Qué otra cosa podía hacer? También lloramos, claro, pero estaba el humor que te ayudaba a sobrellevar la situación.
Natalia Oreiro: –Yo, a partir de que fui mamá, me convertí en una persona miedosa, algo que antes no era. Entonces todo lo relacionado al riesgo físico me da miedo, me lleva a pensar en que mi hijo es chico y que si me pasa algo no va a tener su madre. No sé, cuando Ata nació empecé a tener miedo a volar y dejé de hacer algunas cosas. Yo hacía mucho trapecio, por ejemplo, y ya no hago más. La verdad es que no lo manejo muy bien, no puedo ni pensar en ese sentido. Lo que me da más miedo es la enfermedad, el deterioro físico. No es el espacio este para hablar de estos temas, pero yo estoy de acuerdo con la eutanasia. No concibo la vida con padecimiento eterno, con una enfermedad larga, que tus familiares estén mal porque vos estás mal y entonces es una agonía continua. Y es doloroso ver a alguien que fue en vida sano, enérgico, luminoso, convertirse en alguien apagado o en un vegetal. Esas cosas me dan mucho miedo, sí.
–¿Pudiste aliviar esas angustias, en la película, a partir del humor?
N.O.: –Lo que pasa es que él es cero así y me bajaba a tierra. Yo nunca entraba en la esfera de, «ok, me puedo morir». O sea, sí desde la conexión emocional del personaje y con lo que le pasaba en el momento y con los otros personajes. Pero después, a diferencia de otros trabajos míos, que me iba y quedaba absolutamente tocada, muy oscura, acá me iba siempre con una sonrisa, porque él, que atravesó ese momento y estuvo a punto de morirse en pleno trabajo, lo llevaba con mucho humor. Es que en realidad creo que él casi se muere por mi culpa (risas). Nos juntamos un día a ensayar en casa, comimos un montón de porquerías, y creo que al otro día le pasó eso. Después seguimos trabajando desde la clínica. Es una cosa rarísima lo que pasó, pero él es el espíritu de la película. Yo le cuestionaba un montón de cosas, sobre todo con el personaje de ella, que era la que vivía eso. Todo el tiempo le decía: «che, a mí me parece que esto no funciona». Pero al ver la película entendí todo. A mí me parece que le quedó hermosa, justamente porque él tiene una mirada de la vida con mucho sentido del humor y al haber atravesado ese umbral, en el que casi se muere, le pegó una vuelta a todo eso.
F.M.: –Es que la película no es sobre la muerte sino sobre el miedo a la muerte. Todos le tienen miedo, pero para mí el planteo de que tenés un mes de vida y qué vas a hacer ese mes es absurdo. A mí me pasó que me dijeron: «tenés media hora para entrar al quirófano». Y dije: «Están en pedo». Me empecé a reír y le dije a mi novia: «Esto es un chiste, me están jodiendo, ¿qué tengo que hacer?». Le mandé un mensaje a mis hijos, disfrazado de otra cosa, porque si no me moría tampoco los quería asustar. Entonces les hablé de cualquier cosa y en el medio le dije que los amaba 17 veces. Lo que me pasó me confirmó que estaba bien lo que contaba la película, me confirmó que está bueno reírnos de todo eso. «
Casi muerta
Dirección: Fernán Mirás. Guión: Beatriz Carbajales, Rodrigo H. Vila, Fernán Mirás. Elenco: Natalia Oeiro, Diego Velázquez, Paola Barrientos, Ariel Staltari, Alberto Ajaka y Violeta Urtizberea. Estreno: 6 de julio. En cines.
Recuerdos y emociones, a 30 años de Tango feroz
Unas horas después de la entrevista, en el Cine Gaumont se celebraron los 30 años del estreno de Tango feroz, la película de Marcelo Piñeyro que se estrenó el 3 de junio de 1993 y se convirtió en un enorme éxito de taquilla.
La película convirtió en famoso, de la noche a la mañana, a Fernán Mirás, quien interpretaba a Tanguito, mítico personaje del rock argentino de los años ’60.
«Yo tenía otra carrera –recuerda acerca de aquella película en la que trabajó con Cecilia Dopazo e Imanol Arias, entre otros–. Había estudiado Bellas Artes y era profesor de Plástica. Y hacer la película me hizo decidir dejar todo eso. Yo actuaba, hacía ya varios años, pero no sabía si era eso lo que quería hacer, no lo tenía muy claro. Es una película que fue un encuentro vocacional que a los seis meses se convirtió en el éxito histórico más grande del cine argentino. Y me cambió completamente la vida. Es un recuerdo hermoso y es muy increíble para mí descubrir con los años todo lo que a la gente le pasó con Tango feroz«.
Pero las reflexiones de Mirás van más allá: «Es una película que todo el que la vio me cuenta con quien la vio, en qué momento, en qué cine. Todos tienen una anécdota de cuando la vieron y es muy hermoso eso».