“Un rey prometió una copa de oro a quien mejor definiese a los pájaros. Se presentó un cortesano y dijo:
-Un pájaro es un animal al que resulta divertido cazar.
-Has perdido-repitió al rey.
Llegó un mercader y expuso su opinión:
-Un pájaro es un animal con cuyas plumas, si son bellas, se puede hacer una fortuna.
-Has perdido- repitió el rey.
Apareció un burgués y lo definió de este modo:
-Un pájaro es un animal con el que preparan los más delicados manjares.
-Has perdido- fue otra vez la respuesta del rey.
Se acercó al trono un juglar y dijo -Un pájaro es la alegría de un día de sol hecha música y canto.
El rey pensó un rato:
-Espera- le respondió al fin- No te vayas todavía.
Vino un labriego y dijo: -Un pájaro es un animal que ama, padece y goza con más belleza entre todos los animales.
-Espera tú también- fue la respuesta del rey.
Llegó un sabio y dijo:
-Un pájaro es un animal con plumas, que vuela y que construye un nido donde incuba sus huevos.
Largo rato meditó el rey. Luego respondió:
-Dices la verdad. Toma la copa, hombre sabio y continúa observando la vida con tus ojos exactos y fríos… a ti labriego, y a ti juglar, os nombro jefe de las pajareras reales.
El sabio llenó de agua la copa de oro y la puso en su ventana, y se pasó las horas estudiando como bebían las aves.
El labriego y el juglar tomaron las llaves de las pajareras reales y soltaron todos los pájaros.
Cuando el rey se enteró, se indignó, pero enseguida comprendió lo que significaba la acción del labriego y el juglar. Y pensó así:
“La verdad que me dijeron los tres, cuando prometí la copa, era una verdad incompleta. Ahora sé que es pájaro… es todo lo que dijeron el sabio, el labriego y el juglar; y es también lo que dicen las puertas abiertas de las pajareras reales. Es también libertad”. (Héctor Germán Oesterheld, “Vida y costumbre de los pájaros americanos”)
El prestigio unánime y la popularidad internacional de “El Eternauta” opacaron el resto de la obra creativa de Héctor Germán Oesterheld (HGO). En efecto, poco se sabe de la trayectoria del artista, cuyo nombre se ligó de forma indisoluble a la historieta política más importante de Argentina. Sin embargo, antes y después de “El Eternauta”, escribió y publicó en editoriales latinoamericanas – en especial las paradigmáticas Civitas, Codex, Abril y Melhoramiento de Argentina y Brasil, respectivamente- alrededor de dos centenares de narraciones infantiles de diversos géneros -principalmente cuentos, pero también novelas y textos de divulgación científica, a más de otras historietas antibélicas y de ciencia ficción, fotonovelas, adaptaciones de película en formato de historietas y poemas.
Tras realizar un exhaustivo y concienzudo trabajo de rastreo en archivos históricos, editoriales, bibliotecas, mercados de antigüedades y librerías de viejos de diversos países de Latinoamérica, Miguel Ángel Foncueva rescató y recuperó para la memoria histórica este canon prolífico y frecuentemente genial.
El producto de esa pesquisa incansable es “El mundo infantil según Oesterheld”, un libro que sistematiza la totalidad de la literatura de HGO. A su vez, los relatos son analizados rigurosa y eruditamente por el autor. Insertados en el momento histórico de su producción, estas narraciones que debieran forman parte del acervo cultural argentino y latinoamericano dan cuenta de la grandeza y de la subversión política del artista que se aleja de la hegemonía cultura europea o norteamericana de su época.
A distancia tan pronto de los aburguesados cuentos clásicos infantiles europeos como de los productos Disney, del violento mundo de los superhéroes o de fábulas cómicas al estilo de Tom y Jerry, Oesterheld construyó un universo propio con perspectiva latinoamericanista y profundo sentido de la justicia social. Son textos tiernos escritos con simpleza y sensibilidad e imbuidos de los valores de humanidad, solidaridad y amor a la naturaleza que impregnan y evocan su texto paradigmático.
Sin ir más lejos, Elsa Sánchez de Oesterheld, acérrima defensora de la etapa infantil de su compañero de vida y padre de sus cuatro hijas (desaparecidas por la dictadura militar junto a dos yernos y dos nietos), llegó a afirmar de uno de esos textos: “aunque el tiempo lo haya olvidado y haya pocos que conserven sus ejemplares, “Gatito” es mucho mejor que ‘El Eternauta’”. Era una belleza”.
Cuentos fantásticos y fábulas
Según postula Foncueva, el bautismo de fuego creativo de Oesterheld es “Truila y Miltar”, un relato publicado en el suplemento literario del diario La Prensa el 3 de enero de 1943. “Truila y Miltar” son dos gnomos que compiten: uno, acumula reflejos y el otro, sombras. Realizan estas acciones solo para que otros gnomos que viven en el bosque vean quién acumula más para sí. Sin embargo, tras un accidente, dejan de lado la vanidad y se unen para compartir fantasías. El par de gnomos se percata de que colaborando y juntando tesoros naturales -resplandores y sombras- obtienen mayores logros.
Este texto fundante constituye casi un manifiesto y vislumbra lo que será el resto de la obra infantil de Oesterheld. Tal como analiza Foncueva, en el contexto histórico de su producción, la ficción fantástica de OGH constituía una notable excepción. En plena Segunda Guerra Mundial, los relatos infantiles no habían conseguido sustraerse signo que más bien se habían contaminado del espíritu cultural de competencia, rivalidad y agonista derivado del conflicto. Es el mundo infantil en el que prevalecen los superhéroes al estilo Batman, Superman o La mujer Maravilla, el espíritu capitalista y anticomunista de las ficciones de Disney o las persecuciones entre animales o el odio de especie a especie presentes en Disney y en otros dibujos animados al estilo de Tom y Jerry (Pronto surgirían El Correcaminos y el Coyote, el Gato Silvestre y el canario Tweety, entre otros productos similares).
Con “Truila y Miltar”, Oesterheld planta bandera en la vereda opuesta e inaugura un paradigma contracultural a la hegemonía de la época. El célebre historietista solía señalar que “En una guerra no hay soldados buenos y soldados malos, lo malo en sí, es la propia guerra”. El mismo espíritu antibelicista anida en “El centinela”, un episodio de la historieta Ernie Prike. En éste, un soldado alemán que está de guardia en un lugar de Francia, presta ayuda y recupera la muñeca de una niña francesa porque le recuerda a otra niña de su patria.
A su vez, en el año 1948, la editorial argentina Abril le encarga a HGO un guión sobre Pluto, la mascota de Mickey. El resultado es “Yo soy el perro”, una historieta donde Oesterheld imagina a Pluto como padre adoptivo de pollitos y conformando una familia alternativa en el gallinero con Mamá Gallina y sus crías. De esa sencilla manera se opone a las formas prevalentes con las cuales Disney solía presentar a Pluto: inútil, torpe, con sentimientos solo para su dueño y como enemigo, víctima e incluso victimario de otros animales.
En este sentido, “Gatito”, la ficción de HGO más querida por Elsa, se presenta como el clímax antinómico de otros relatos infantiles de la época. Surgido en 1952 a pedido de la misma editorial Abril, en su primer capítulo, Gatito se encuentra apoyado en el marco de una ventana. Desde ahí contempla a sus amigos, los ratoncitos Gongorzola y Parmesano, que corren raudamente perseguidos por el Capitán Renegundo, militar de la corte del Rey Panza I. Renegundo acusa a los roedores de haber robado el queso de la quesera real. Gatito sale en defensa de sus amiguitos y se presenta él mismo frente al monarca panzón para contarle la verdad. El adorable felino sabe que el verdadero ladrón del queso es el propio Renegundo.
Los guiones de Oesterheld develan un sistema injusto y arbitrario con correlatos con la realidad argentina. Un año antes de la publicación de Gatito se había sucedido un golpe militar contra el gobierno democrático de Juan Domingo Perón. En el relato, el poder militar aparece descripto como corrupto, hipócrita e injusto. No parece casual que, tras el golpe del ’55, las desventuras de Gatito siguieran saliendo, pero ya sin la firma de Oesterheld.
Sin embargo, antes de ser despedido, logró legar otros episodios del felino donde, lejos de las rivalidades y las violencias de otras historias -como la de los exitosos Tom y Jerry que solo se relacionaban a través de trampas, bombas, cuchillos y todo tipo de armas-, todos los animales logran un equilibrio armónico y dichoso.
Hay cuentos que resultan ejemplares y testimonian el mensaje de HGO a las niñeces. Así “Quesito” es un ratoncito doctor muy preocupado porque no sabe qué hacer para calmar el llanto del gatito Miau Miau. Tras comprobar que el pulso y la temperatura de Miau Miau está bien, Quesito lleva de paseo al gato e incluso se disfraza de payaso para consolarlo. Sin embargo, no logra su cometido. Le cocina una rica zanahoria y el resultado es el mismo: el felino sigue llorando. Entonces, el roedor galeno lee un libro y encuentra la solución: se entera de que a los gatitos les gusta tomar leche. Sobre el final del cuento, Quesito y un Miau Miau sin llanto beben leche del mismo plato.
Otras fábulas con moralejas siguen la misma línea. En “Copito, el conejito haragán” relata la historia de una liebre que no quería estudiar ni trabajar. Sin embargo, su actitud cambia cuando su madre enferma. Entonces vuelve a la escuela y comienza a buscar sustento para su familia. Gracias a esa metamorfosis, la madre se alegra y se recupera. Con su cambio, Copito enseña que siempre se puede mejorar.
En “El chanchito que no quería aprender” se sirve de uno de los animales domésticos más discriminados y víctima del humano carnívoro para aprender a querer a estos seres y también para dar cuenta de las virtudes que tiene la lectura y la escritura para comprender y ampliar el mundo y protegerse de los peligros. En esa línea amorosa y cuidada en donde conviven el amor por los animales, la ecología avant la lettre y triunfan el compañerismo, la paz y la idea de justicia social y comunidad que hacen a un mundo mejor y más igualitario para los seres que lo habitan se suceden la mayoría de los escritos infantiles de HGO.
Cuentos de difusión científica
La belleza literaria de los escritos de OHG encuentran su cúspide en aquellos relatos de difusión científica dirigidos a niñas y niños. En este conjunto se incluyen títulos tales como “, “Vida y costumbres de los pájaros americanos” (Codex, 1946) “Viva y costumbres de las flores” (Codex, 1946), “Vida de los colibríes y aves del paraíso” (Codex, 1947), “Nidos de pájaros” (Codex, 1947), “Animales industriosos” (Codex, 1947) (todos los mencionados ilustrados por Axel Amuchastegui); “La aventura del petróleo. Ilustrado por Iris de Paoli (Codex, 1948); “El maravilloso mundo de los insectos” (Abril, 1948), “La extraordinaria aventura de la tierra”. Ilustrado por Enzo Nardi (Abril, 1948) y “La vida de los animales prehistóricos”. Ilustrador Eugenio Hirsch (Abril, 1948).
Se trata generalmente de libros de carácter naturista pedagógico-histórico que incluyen descripciones científicas, hermosas ilustraciones y una perspectiva latinoamericanista manifiesta en la defensa del medio ambiente y los recursos naturales continentales y que incluyen narraciones y leyendas de las poblaciones originarias.
Particularmente las introducciones a los estudios son plenas de lirismo. Tal como lo ejemplifica el párrafo inicial de “Vida y costumbre de las flores”:
“-Maestro. ¿Dónde van las flores que mueren?
-Van al cielo, hijo mío. Los colores del cielo en el atardecer son los recuerdos de las flores que murieron-“
Frecuentemente, el estudio científico de las principales especies que hacen a la flora latinoamericana -la Caña de ámbar centroamericana, la Khantuta boliviana, La Estrella Federal mexicana, entre otras- viene acompañado de hermosas descripciones, de las historias que contaban los pobladores originarios para narrar su origen y de una poética que incita a amar las bellezas de las cosas de la naturaleza.
Lo mismo cuando se dedica a describir narrar el mundo de las aves y los pájaros: el leñatero, el chingolo, el tero, el misto, el Loro de la Patagonia, el carpintero, el hornero, el pecho colorado, la calandria, el batara, el tordo, el picaflor, el bienteveo… en la pluma de Oesterheld parecen volar en paginas encantadas.
La impresionante trayectoria de HGO se desplegó también adaptaciones infantiles de textos fundantes de la literatura argentina. Así, entre otros, escribió las versiones para infantes de “Facundo”, “Martín Fierro”, “Juan Moreira”, “Una excursión a los indios ranqueles” y “Fausto”, todos para la editorial Codex.
Con su listado exhaustivo, su contextualización histórica y sus precisos análisis, “El mundo infantil de Oesterheld” se erige en lectura imprescindible no solamente para los adeptos a la obra del célebre historietista, sino también para educadores, investigadores académicos y especialistas en literatura infantil. También quizás anime a editores a reeditar la obra magnífica y olvidada de HGO. Con una prosa cercana y tan sensible y amorosa como la del autor que describe, Foncueva nos traslada a un universo inexplorado del creador argentinos desaparecido por la dictadura que ya devino en clásico de la literatura local.