En su búsqueda por atraer suscriptores y ante la incipiente y dura competencia, Netflix, el gigante del streaming, necesita darle curso a otro tipo de proyectos, aunque la fórmula para producirlos no sea novedosa. Con grandes nombres, abultado presupuesto e intensas campañas de marketing, la llegada al gran público está casi garantizada y eso es lo que una vez más se ponderó. De ahí a que el producto en cuestión cambie la historia de la industria cultural, es otra cosa.
Con un reparto de figuras como Leonardo Di Caprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Jonah Hill, Ariana Grande, Ron Perlman y Cate Blanchett, entre otros, No miren arriba acumuló más de 260 millones de horas vistas en apenas semanas, y se posiciona como una de las producciones más populares en la historia de la plataforma, apenas por debajo de otros éxitos como Alerta roja y Bird Box. La película superó rápidamente, por ejemplo, a El Irlandés, de Martin Scorsese. Es que más allá de los nombres, No mires arriba aprovechó la temática central de la trama para generar revuelo, escondiendo supuestas críticas solapadas en medio de una historia que, mezclando géneros como la ciencia ficción y la comedia, da como resultado un cóctel que no a todos gustó.
En el film, Di Caprio y Lawrence interpretan a dos astrónomos que buscan alertar al mundo sobre un cometa que se aproxima a la Tierra y podría destruir a la humanidad. Sin embargo, la indiferencia alarmante del gobierno de los Estados Unidos, la manipulación por parte de los medios de comunicación (y su respectiva correlación con las redes sociales y el consumo digital), y la incredulidad de la gente en general no permitirán que la situación se tome tan en serio como debería. La película se esfuerza por mostrar la dinámica de enfrentamiento que caracteriza nuestros días: un sector involucrado y ofreciendo pruebas acerca de una situación que realmente está sucediendo, mientras que del otro lado se hace lo imposible para negarlo y tratar de imponer una hipótesis que pasa por arriba la idoneidad de los profesionales capacitados para discutir el tema. Defensa de intereses banales, pasatistas, o meramente económicos, que sólo benefician a las elites de siempre. A manera de sátira, desnudando el ridículo que puede rodear a una catástrofe devastadora, ahí está la vida regida por algoritmos y la velocidad y segmentación de la información que polariza a la sociedad como nunca antes.
La polémica entre internautas y críticos logró que No miren arriba hiciera surgir una nueva grieta: de un lado están aquellos que dicen haberse aburrido con el film y del otro, quienes encontraron entretenida la propuesta. Están también quienes le reprochan al guión cierto oportunismo por la inevitable conexión con el Coronavirus y por poner no muy atinadamente la mirada sobre los tópicos ya citados (y también, entre otros, el cambio climático y la carrera armamentista).
Así las cosas, los resultados de la película superan ampliamente su presupuesto de US$ 200 millones, y que según la revista Variety incluyen los 30 que cobró Di Caprio y los 25 de Lawrence. En los Estados Unidos también fue estrenada en salas de cine, por lo que está habilitada para competir en los premios Oscar (una histórica obsesión de los directivos de Netflix). Pero la diversidad de opiniones sobre su calidad y capacidad de conmover es tan heterogénea que no termina de entenderse si juega a favor o en contra.
Se esté de un lado o del otro, hay algo que hace inevitablemente atractiva a No miren arriba: y es que está escrita por Adam McKay. El guionista ha hecho comedias espectaculares, algunas en dupla con el genial Will Ferrell (como Festival de la Canción de Eurovisión: la historia de Fire Saga), y es uno de los productores de la serie dramática de HBO Succession, una de las mejores del mercado actual. Así, entre otros logros, McKay logró dibujar un buen tándem entre Meryl Streep y Jonah Hill, que encarnan a una presidenta y su hijo (también jefe de gabinete), imponiendo un registro de humor bien trabajado, prolijo y efectivo y con pasajes de un sarcasmo interesante. Sin embargo, podría criticársele también cierta falta de cohesión, como un recurso que se da más como pinceladas y no como algo acabado.
En suma, No miren arriba puede resultar un ejercicio tedioso o de resultados insuficientes, o quizá los gags esporádicos basten para garantizar la diversión. Lo que está claro es que el objetivo de quienes la hicieron fueron cumplidos: no importa qué digan, lo importante es que hablen.
No miren arriba. Una film escrito y dirigido por Adam Mckay. Con Leonardo Di Caprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Jonah Hill, Rob Morgan, Ariana Grande, Tyler Perry, Ron Perlman y Cate Blanchett. Disponible en Netflix.