En 1992 el genial escritor Sergio Chejfec publicó una distopía urbana que se erigió en una de las mejores novelas políticas argentinas. Chejfec describía una Buenos Aires en decadencia donde los desamparados del Estado neoliberal -hombres desocupados y mujeres trabajadoras- construían sus desesperadas e improvisadas casas arriba de las terrazas de los edificios. Así El aire -tal el título de la novela- parecía la más lúcida metáfora tanto del naciente neoliberalismo y su efecto sobre los cuerpos de los excluidos del sistema, como de aquella dictadura que arrojaba cuerpos desde los aviones hacia el mar. En 2015, el escritor José Supera volvía a una metáfora semejante en una novela publicada a las puertas del macrismo. Limpiavidrios narraba la historia de Alejo, un muchacho solitario que, tras ser abandonado por una mujer, dejaba atrás su vida anterior y se dedicaba a ser limpiavidrios de un edificio espejado. En definitiva, vivía colgado de una soga en permanente tensión y condenado a mirar a su propia imagen o a espiar al interior de oficinas y departamentos ajenos. Consciente o inconscientemente, a través de Alejo, Supera también hablaba de los excluidos. Reflejado es la versión cinematográfica de Juan Baldana sobre la novela de Supera que, no casualmente se estrena en pleno auge de los crueles tiempos de Milei, una nueva era que reedita el neoliberalismo en su fase más cruel y donde hay una incitación a no poder ver al otro, solo a sí mismos.
Nazareno Casero, el gran protagonista de Reflejado, encarna el personaje de Alejo y presenta su propia lectura de la ficción. “Para mí, la película trata principalmente sobre la salud mental. La depresión y un sinfín de cosas que les pasan a las personas, tales como erupciones en la piel, que son síntomas del sufrimiento. A veces no damos bola a los padecimientos de las personas que están a nuestro alrededor. Sobre todo, de aquellas personas que tienen una psiquis frágil. Otro tema que trata la película es la soledad. No es lo mismo ser solitario que estar solo”.
Precisamente respecto a su personaje, Casero describe que: “Alejo es un pibe que está solo. Cuando se cuelga de los edificios siente cierto bienestar, estar arriba colgado, en el aire, cerca del cielo, le da un aire de libertad. Cuando está abajo siente algo de claustrofobia o capaz eso hace que se tenga que enfrentar a su situación vulnerable. Es una persona que no está del todo entera a nivel psiquis. Por ello sus relaciones y anhelos se reducen cada vez más a aquello que vislumbra en el interior del edificio del cual limpia los vidrios exteriores”.
Consultado sobre la relación entre el presente político y social argentino y la metáfora de “estar colgado”, el actor señala: “Es un fenómeno a nivel mundial. De alguna manera, estamos todos medio colgados, a ver de dónde, si nos caemos, si no… Estamos todos, nosotros y el mundo, medio colgados de un hilo. Es una época muy difícil a escala planetaria porque existe algo de la inmediatez, de lo efímero”.
Para ampliar ese pensamiento, el intérprete ejemplifica: “Antes, los autos que se fabricaban duraban muchos años. Hoy es todo lo contrario. Lo mismo pasa con la música, con lo que se consume, con lo que se ve en la televisión. Y eso repercute en las personas. De golpe todos nos sentimos que caemos en una vorágine. Todo pasa rápido, todo parece frágil y nada nos satisface: el trabajo, el amor, la amistad, los bienes materiales. Si a eso le sumamos que una persona tiene los cimientos un poco blandos, como Alejo, posiblemente tiene menos de dónde aferrarse. Cada vez hay más soledad y falta de comunicación. Por un lado, tener un celular no te hace sentir menos solo, quizás todo lo contrario. Por otro lado, pareciera que vivimos en una época donde todo es descartable, incluso las personas”.
Para toda una generación, al ver a Nazareno Casero maduro, resulta difícil no recordar al niño que, intermitentemente, desde los siete a los once años acompañó a su padre en Cha, cha, cha, uno de los programas humorísticos icónicos de la década del noventa. “Estar rodeado de esos artistas, con todo lo que sucedía, con la cantidad de estímulos que había, con el vértigo de que todo el tiempo estaban rompiendo alguna pared o algo de lo que estaba establecido, faltar al colegio y pasar jornadas larguísimas en un estudio de grabación compartiendo con esos personajes es un recuerdo hermoso”, destaca.
Es un personaje que lo pone en las antípodas de aquel que interpretaba en Cha, Cha, Cha. Nazareno afirma que se siente más cómodo en el género dramático. “Por ahí me sale el humor cuando soy yo y cuando estoy hablando y me estoy divirtiendo. No sé si me considero lo suficientemente inteligente como para escribir algo que haga reír a otros. Eso lo puedo ir sintiendo y lo puedo ir haciendo a medida que veo la respuesta de los otros, pero hacer humor es algo muy serio”.
Su afirmación da pie para pedirle su opinión respecto a las nuevas formas de hacer humor y a las políticas de cancelación. “Particularmente a mí me hace reír lo incorrecto, muchas veces lo que no se debe decir o lo que no se debe hacer. Lo correcto en el lugar incorrecto. Creo que eso es parte del humor. Suelo decir en chiste que hay que cancelar las políticas de cancelación. No creo eso. Lo que creo es que se pasaron. Creo que en algún momento se planteó como algo que estaba bien, que buscaba una armonía y una cierta justicia y se pasó. De alguna manera, ciertas forma de encarar las políticas de igualdad se trasformaron en censura. «
Reflejado, con Nazareno Casero
Dirección y guion: Juan Baldana. Elenco: Nazareno Casero, Juan Palomino, Nancy Dupláa, Luis Ziembrowski. En cines.