La cuarta temporada de la serie Narcos desplaza su escenario habitual de Colombia hacia México y cambia los personajes para convertirse prácticamente en un spin off. A la vez que amplía el universo de la saga, mantiene el atrapante componente de asentarse en hechos reales en torno al tráfico de drogas ilegales en los albores de los años ochenta.

Denominada Narcos: México, la serie original de Netflix creada y producida por Carlo Bernard y Doug Miro, apuesta a una renovación en relación a sus predecesoras con diez capítulos estrenados recientemente. Los roles protagónicos recaen en Diego Luna, como el capo narco Félix Gallardo, y en Michael Peña, como el agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena. Se trata de una historia de acción donde el personaje de Gallardo inicia su camino hasta convertirse en el organizador del imperio que supuso el Cártel de Guadalajara. Conocido como el Jefe de jefes y con un manejo menos violento y más metódico que los anteriores narcos de la serie, fue quien llegó a controlar toda la actividad de tráfico desde México hacia Estados Unidos. Por otro lado, el personaje de Camarena es caracterizado desde la empatía como un padre de familia sacrificado y justiciero. Nacido en México pero nacionalizado estadounidense, dado su origen latino fue asignado desde California a la agencia en Guadalajara para trabajar como agente encubierto.

Desde el punto de vista de la realización, se trata de un relato sustentado en buenas actuaciones, la construcción de los protagonistas desde sus biografías y un guión que busca ser fiel a la historia aunque también aparecen otros personajes que en la realidad nunca existieron. Aunque se sitúa dentro del género acción y policial, en algunos pasajes de esta temporada también se apela al componente del humor negro.

La serie parece estar construida a partir de una receta compuesta por elementos probados y exitosos en el audiovisual digital. Por un lado es una historia más de antihéroes, como los recurrentes protagonistas de las series de los últimos años. Asimismo, propone un viaje hacia la década del ’80, dimensión que busca seducir a un público nostálgico mediante referencias, música y estéticas de la época. Finalmente, en términos narrativos se trata de un spin off, una historia que se desprende de otra que ya estableció un universo, un público cautivo y coordenadas de comprensión de personajes y acciones.

Durante finales de la primera década de los 2000 y principios de la actual, las denominadas narco novelas como Sin tetas no hay paraíso (2006), Escobar, el patrón del mal (2012) o El señor de los cielos (2013), por mencionar las más conocidas, supieron detentar la hegemonía dentro del género telenovela con enorme éxito de audiencias en toda Latinoamérica. Por su parte, las series sobre narcos de Netflix se despegan del halo del culebrón que supieron ostentar en la televisión tradicional para centrar la tensión en el enfrentamiento de dos hombres rudos en torno a una historia de estrategias de guerra y engaños.

Asimismo, el subgénero de las series sobre narcos en Netflix consiste en producciones con un fuerte valor simbólico provenientes de la industria cultural estadounidense con una mirada intencional sobre Latinoamérica. De allí, el narcotráfico oficia como signo y metáfora de un ordenamiento social reduccionista y por momentos estigmatizante.

Finalmente, los personajes centrales de narcos como los malos recurrentes en la televisión actual se cuentan desde historias de vida que, a la vez que cargadas de ilegalidad, resultan fascinantes para ser narradas en imágenes y bajo el régimen de la tensión dramática por episodios. Con esas condiciones, esta nueva apuesta de una saga que parece tener más secuelas por delante, viene a satisfacer con calidad realizativa la cuota de acción en la miscelánea del voraz consumo de series en maratón. «

Narcos: México

Idea: Carlo Bernard, Doug Miro.
Elenco: Michael Peña, Diego Luna, Tenoch Huerta Mejía, Alyssa Diaz y Joaquín Cosío, entre otros.
Disponible en Netflix.