Un jubilado (Antonio Casagrande), su hijo (Luigi Attrice) y su nieto (Marco Grieco) son los protagonistas de Historias Napolitanas, la película que hoy a las 15 hs. se puede ver en el marco de la Tercera Edición de la Semana del Cine Italiano en el Cinemark Palermo. El personaje de Casagrande trabajó en la fábrica metalúrgica que fue tanto orgullo como desgracia de Nápoles. La instalaron a principio del siglo XX en una zona mítica de la ciudad cuenta Antonio Capuano, el director del film, dio un montón de trabajo, pero al mismo tiempo destruyó flora, fauna y paisaje. Pero fue el inicio de la mentalidad obrera de la ciudad, que hasta ese momento se caracterizaba más por su preponderancia campesina. En 1992, cerró. Fue abandonada; y esta área, desértica, desolada, es donde comienza el film, que pasa por tres generaciones, explica.
Impacta tanto el escenario que acompaña la caminata del jubilado y su nieto al inicio como las tomas aéreas de Capuano para dar cuenta no sólo de la desolación, sino también del despropósito de que luego de más de 20 años no se haya desmontado ni una tuerca de la estructura de la fábrica, excepto las que la gente se fue llevando. Yo sentí el apogeo de la fábrica como la decadencia de la zona. Hermanos, amigos, parientes míos pasaron por ahí; es un problema mío, explica los motivos que lo llevaron a hacer Bagnoli Jungle (así su nombre en napolitano). Menos mal que justo agarré una manifestación de trabajadores el 1 de Mayo sonríe de su suerte Capuano, una esperanza que casi es una legítima defensa, dice sobre una escena resolutiva del film, haciendo pasar su comentario de la gracia a la conmoción profunda con la velocidad que se da vuelta un guante, tan característico del espíritu de su ciudad.
Sin una separación clara pero dividido en partes que se van dedicando a cada una de las generaciones, el jubilado se ve compelido a contar el final de Diego Maradona en el Nápoles, y su salida de la ciudad por décadas. Que el final futbolístico de Maradona y el de la actividad de la metalúrgica sean coincidentes en el tiempo, para Capuano no indica más que una coincidencia. Lo extraordinario es que los pibes de 18 años se iluminan hablando de Maradona, y no entiendo por qué. Acaso tenga que ver con que Nápoles es una ciudad de juego, y seguramente él fue el más grande en el Calcio. Y Casagrande, al darle la remera, de alguna manera le pasa la posta, lo mismo que la manifestación; de alguna manera el viaje continúa, como acá en la Argentina sonríe, que también está siempre en crisis, pero está este movimiento vital. (ver recuadro)
El film, en el personaje de Grieco, también tiene una visión poco de moda respecto a los inmigrantes. Es que Napoli es una ciudad proletaria, y el proletario se solidariza con el proletario. Y así como lo muestro, se ve en Nápoles. Aunque claro que hay cierta burguesía iluminada que se confabula, que los rechaza. El episodio le ofrece a Capuano la posibilidad de narrar otra parte de la juventud, que parece no reconocer fronteras: Grieco se encuentra con una chica de 16 años, que lo lleva a un centro cultural y social cuya consigna es: No somos comunitarios, somos internacionalistas. Al menos como idea, como utopía, ¿no? Porque la utopía es necesaria. «
A conquistar el mundo
«Llegué y vi una cosa maravillosa: una manifestación de trabajadores, cortando todo. Una vitalidad, palpitaba: esas caras tenían una frescura que nuestro proletariado ha perdido definitivamente», dice Capuano embelesado por las protestas y por filmar de cerca (tomó registro aunque no tan profesionalmente) que vio en el primer «giro» que hizo apenas llegó a Buenos Aires.
Tal vez por eso y pese a todo, la mirada de Capuano es optimista. «Ahora tú comienzas, parece decirle el abuelo al nieto. Algo de eso hay en el film. Conquistemos el mundo.»