El año pasado, aquí mismo en Cannes, el actor argentino Nahuel Pérez Biscayart, era el mimado del Festival por su emotiva y profunda interpretación del homosexual condenado a muerte por el SIDA en 120 latidos por minuto, que le valió en febrero pasado el Oscar francés (el César) al mejor intérprete joven.
Hoy Pérez Biscayart vuelve a pisar Cannes pero como jurado de la Semana de la Crítica que, casi por única vez, no cuenta con ningún candidato latinoamericano entre las siete primeras y segundas obras que componen la reseña de esta sección, la más antigua de las paralelas del Festival de Cannes, llegada a su 57ª edición.
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El año pasado estaba aquí en Cannes y me parecía estar en el centro del universo, objeto de todas las atenciones pero ocupado solamente con mi película declara Pérez Biscayart esta vez en cambio estoy más relajado y puedo ver obras de nuevos realizadores llegados de todo el mundo, algo que me apasiona.
Desembarcando en Cannes, tengo la impresión que Cannes vive un festival que no se termina nunca, con la gente que corre para ver películas y hacer citas, estando siempre pegados al celular. De aquí una energía especial y un dinamismo loco que se respira en toda la Croisette afirma el actor.
Después de casi un año de estar pegado a 120 latidos, desde el rodaje hasta los César, por fin he podido desprenderme en febrero de este film, y me parece que esa sensación la compartimos con todo el equipo. Lo mismo pasa con los rodajes. Por más placenteros y divertidos que sean, llega un momento en el que uno desea que todo se termine y poder pasar a otra cosa declara.
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En cuanto a su labor de jurado, una experiencia nunca intentada por él hasta hoy, Perez Biscayart dice: En general, no me gusta que me apuren, quiero tomarme el tiempo para reflexionar, pensar, sopesar. Yo espero en mi fuero interno que todas estas primeras obras presenten nuevas intenciones y propuestas, que sean frescas y hasta un poco punks y que no sean demasiado formales.