En la sala María Guerrero del Teatro Cervantes, once mujeres, once adultas mayores con distintos orígenes y un presente en común, se suben a escena para pensar la vida, la muerte, y también para repasar una experiencia colectiva que las atraviesa en su gran mayoría, que es la de habitar en la Villa 31. Una historia que no sólo pertenece a los vecinos del barrio, sino a toda Buenos Aires, aunque se insista en aislar y estigmatizar a esa geografía de la ciudad. Dirigida por Marco Canale y Javier Swedzky, y con autoría del primero, Los nacimientos abrió la temporada 2023 de la icónica sala porteña.
La obra es el segundo proyecto que surge en el marco del taller de teatro que Canale dicta desde hace tiempo en el Barrio Padre Carlos Mugica. «Hace siete años montamos allí La velocidad de la luz. Ahí ya trabajamos con la biografía y la ficción», cuenta el director. Esta primera creación transcurría en las casas de las mismas actrices, y logró formar parte del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) en 2017. Luego de esa experiencia, Canale junto al grupo comenzó a pensar en otra puesta, y ahí se sumó Javier Swedzky para poner en marcha Los nacimientos, que llegó a tener algunas muestras entre 2019 y el inicio de la pandemia.
Las actrices son mujeres argentinas, paraguayas, de Bolivia y del Perú. Nueve de ellas tienen entre 75 y 85 años; las otras dos, cuentan 56 y 67 abriles respectivamente. Todas viven en el barrio, menos un par que son de Olivos y que se sumaron después de un taller que Canale daba en el MALBA. «En esta puesta están las mismas actrices que en la primera, salvo dos que murieron y una que no pudo estar, por cursar una enfermedad degenerativa», cuenta el director. «Hubo otros cambios también; Los nacimientos es una obra más grande, que incluye cine, mucha ficción y que esta vez, a lo documental suma la historia colectiva del barrio y cómo esa memoria reverbera en estas mujeres: la historia política, las demoliciones de la dictadura, cómo se construyó la villa».
Sobre la génesis del proyecto, aporta Swedzky: «Hubo un punto de partida que fueron las Tantawawas, unas ofrendas de pan que se hacen en Bolivia para el Día de los Muertos, con cosas que les gustaban a los difuntos, y que las familias ofrecen a quienes van a rezar por ellos. Eso dio lugar a la memoria, la importancia del pan en las vidas de las mujeres, la evocación de la muerte. Y eso trajo otros recuerdos suyos, otras ganas». Así fue gestándose una trama que teje lo individual, lo generacional y lo histórico, si bien Los nacimientos no es una creación colectiva: Canale como autor y junto con Swedzky en la dirección, fueron dando forma a esos elementos que emergían del trabajo con las actrices. «Es una especie de hilado que tiene mucho de lo colectivo, pero no entendido como que todos hacemos todo, sino que cada quién tiene sus propios saberes», dice el dramaturgo.
Sobre las temáticas que se abordan, Swedzky apunta: «En general no se conoce cómo se vivió la dictadura en la villa. No es un aspecto que haya tenido espacio, incluso entre gente que estudia el tema. La represión, los desaparecidos, las experiencias de esos años en los barrios populares, cómo vivieron que se tirara abajo casi toda la villa, son algunas de las cuestiones que aparecen en escena». Ese abordaje se completa con lo que traen las actrices que no son del barrio: «Tienen ascendencia europea, y apareció la historia del Hotel de Inmigrantes, cuya superpoblación derivó en que se instalen casillas en el predio de la villa, luego demolidas, hasta que después nació de nuevo el barrio con los portuarios y ferroviarios. Son mujeres con otra realidad y otra trayectoria, pero el trabajo se trata también de crear puentes, de una relación que permita el encuentro y el diálogo entre distintas partes de la ciudad que no están en contacto».
«Además de ese puente, están también las contradicciones; esa dialéctica entre conflicto y unión», amplía Canale. «Las mujeres de la villa no se sienten diferentes, nada que ver a cómo se las percibe ‘desde afuera’. Las diferencias son estructurales», cuenta el director y recuerda especialmente el fallecimiento de una de las integrantes del grupo, vecina del barrio, que murió después de esperar un año un tratamiento de quimioterapia. «En el trabajo habitamos con honestidad todo eso; mi situación de vida es distinta a la de ellas y eso también está sobre la mesa, la misma obra lo explicita. Nos parece indispensable para hacer algo honesto y no una romantización». Y aclara: «Pero a nivel vital, el sentimiento es de igualdad, de una igualdad potente y política, no de rezongo o de victimización. Hay mucho orgullo de estas mujeres de lo que son, de lo que hacen y de lo que lograron».
Este estreno es parte de esas victorias. «La 31 llega al Cervantes con sus problemas, su cultura y sus saberes», se entusiasma Swedzky. «Y nada más ni nada menos que a la sala María Guerrero, donde estas mujeres van a estar en el lugar de las grandes actrices del teatro argentino. Nos parece un enorme reconocimiento y nos pone súper felices». El director comparte algo de lo que sienten las protagonistas: «Hay una gran felicidad. El Cervantes es precioso y ellas fueron recibidas como reinas, la gente de vestuario y utilería las adoran. Están disfrutando mucho del proceso, porque esta es una oportunidad única».
Empoderadas y dispuestas a expresarse
Marco Canale encontró una gran coincidencia trabajando con adultos mayores: “El taller que doy, siempre es para hombres y mujeres mayores, si bien en el grupo inicial eran mayoritariamente mujeres. Había un solo varón, que luego falleció. Yo realicé este proyecto también en Alemania, Japón, Suiza, con otros colectivos, y en todos los casos, hay una inmensa mayoría de mujeres por sobre los hombres. Después de tantos años, creo que para las mujeres en general la vejez es una oportunidad de hacer lo que no pudieron, por estar relegadas”. Javier Swedzky aporta: “En escena están ellas con su edad, con su imagen y sus dificultades. Los nacimientos es una obra con los tiempos de sus cuerpos, sus voces, sus lenguas, con sus posibilidades de movimiento y sus limitaciones, que nosotros acompañamos”. El director resalta también el hecho de que las mujeres mayores en la villa “no están narradas como sujeto”, ya que los medios suelen hablar de las juventudes, el paco, el narcotráfico. “Acá están ellas con su presencia: ni rejuvenecidas, ni aniñadas, ni avejentadas. Son ellas en el presente. Y ese presente es muy fuerte, tienen una enorme vitalidad. Son mujeres que dan vuelta todo, como dice Marco: cuestionan las ideas sobre el teatro, las dinámicas que se plantean, todo”.