Mujer Maravilla (Wonder Woman. Estados Unidos, 2017). Dirección: Patty Jenkins. Con: Gal Gadot, Chris Pine, Connie Nielsen, Robin Wright, Danny Huston, David Thewlis, Said Taghmaoui y Ewen Bremner. Guión: Allan Heinberg. 141 minutos. Apta para mayores de 13 años.
En una línea dicha sobre el final, Diana (nombre con el que bautizada al ser moldeada en arcilla por su madre) define la filosofía de La Mujer Maravilla, el film nacido del cómic de DC, que el sello ha relanzado, junto a otros, en 2011, y que por fin tiene su versión cinematográfica. La efectividad de esa frase dicha sobre el final, sin embargo, tiene su peso por la solidez que el film muestra hasta ese momento. Con escenas de acción que si bien no son originales, sorprenden, preservando el espíritu estético del cómic y el del relato mitológico griego, DC consigue un film que dará que hablar, tanto como entusiasmar a multitudes, algo que no conseguía desde que Christopher Nolan dejó Batman.
Los seguidores del cómic sabrán bien cuáles son las diferencias que esta nueva Diana tiene con las anteriores. Para los que no son asiduos de la historia y lo más que recuerdan de Mujer Maravilla es la serie que protagonizó Linda Carter, vale decir que aquel ideal originario de su creador de hacer de Mujer Maravilla una heroína que lucha por la justicia, el amor, la paz y la igualdad sexual ha llevado a la Mujer puede seguir en pie pero ya no tiene ese halo de ingenuidad casi tonta de la serie de televisión. Desde la elección de Patty Jenkins como directora y Gal Gadot como protagonista, hay una serie de decisiones para acompañar su belleza que hace eje sobre su determinación y decisión de pelear por su punto de vista, que abren el camino a una perspectiva más asociada al feminismo actual, al tiempo que no ponen ni a la paz ni al amor como ideales incondicionales a conseguir. Al menos no como valores a los que, por acceder, se resignan otras aspiraciones, y en especial derechos. Hay, en ese sentido, una valorización distinta del ideal humanista que guió a la historia originaria.
Así, a poco de andar se presenta la primera batalla con los alemanes que persiguen al espía inglés Steve y todavía no conocen el nazismo: el film se ubica la llegada de Mujer Maravilla al mundo humano en la Primera Guerra Mundial y no en la Segunda. Ahí Diana sufre la primera decepción que genera ayudar al prójimo: por culpa de ella que salvó a Steve, lo alemanes entraron en su isla y mataron a algunas de sus seres más queridas; en una vida no ideal, las acciones suelen tener consecuencias incontrolables.
Hay pocas vueltas y regodeo con las mujeres amazónicas luego de ese episodio, y todo transcurre fluido, buscando el hipnotismo a provocar por la imagen y la acción antes que en la trama y la relación que se va estableciendo entre ellos. Lo que algunos suponen ligereza (en contraposición a las densidad que suelen tener los personajes masculino del cómic), es más bien practicidad. O mejor podría decirse de una densidad femenina: se toma un tiempo en mostrar las arbitrariedades a la que se vieron sometidas las mujeres en una sociedad gobernada por el ideal masculino, por ejemplo; por ahora con eso parece bastarle, lo suyo es más la resolución de los problemas del momento; los más existenciales se los deja a los hombres.
Luego viene mucha acción y el descubrimiento de Diana de todo lo que es capaz de hacer. Y de sentir. De eso, de un despertar a un conocimiento de sí misma y de lo que lo ajeno despierta en ella, también va el film. Por eso la información en Internet ya da cuenta del gran entusiasmo que despierta su estreno. Wonder Woman tiene un ingreso triunfal al siglo de las mujeres, y promete tener mucho para decir en una saga que se sueña para el recuerdo.