Tras casi un año de idas y vueltas, controversias y polémicas, finalmente arranca una nueva edición del Festival de Cine de Mar del Plata, una que conserva poquísimas conexiones con las anteriores a partir de los fuerte cambios que sufrió su organización y su presupuesto con la llegada del gobierno de Javier Milei y del nuevo director del INCAA, Carlos Pirovano. A tal punto es radical la diferencia en términos de personal, de ambición estética y de política cinematográfica de la nueva gestión que una parte importante de los productores y directores de cine argentino ha tomado la decisión de no participar del evento y de montar, en paralelo, una muestra llamada Contracampo que tendrá lugar en la misma ciudad, entre el 22 y el 26.
La 39 edición del festival marplatense se inaugura este jueves con la película franco-mexicana Emilia Pérez, de Jacques Audiard. Y si bien su programación ha mantenido, en líneas generales, la estructura y las secciones de los festivales previos, hay por lo menos tres claras diferencias. Una es su dirección, ya que sus máximos responsables anteriores –Fernando Juan Lima y Pablo Conde– han dejado sus cargos con la llegada de la “gestión Milei” y han sido reemplazados por el cineasta y escritor Jorge Stamadianos y el periodista Gabriel Lerman.
Lo mismo sucedió con casi todo el equipo de trabajo técnico y artístico, quienes dejaron (o fueron “invitados a dejar”) sus puestos en el festival. La segunda diferencia queda clara en su mucho más limitada programación, tanto en lo que respecta a títulos de prestigio internacional como a la cantidad de películas en total. Y, tercero, la mencionada decisión de buena parte de la industria cinematográfica nacional de no participar del evento.
“Fue imposible encontrar el modo de seguir trabajando juntos cuando las decisiones y los intereses son tan distintos –explica Juan Lima, ex director del festival–. Si se dan las condiciones, gobierne quien gobierne, uno trataría de seguir, pero no fue así. No quedó casi nadie del comité artístico, gente extraordinaria que trabajó muchos años en el festival se ha ido. Es una pérdida, un gran error. Por suerte algunas cosas que habíamos dejado adelantadas se conservaron, pero los organizadores ahora tienen otras prioridades. Todo el acento está puesto en los Oscar, en los Globos de Oro y para mí así se pierde todo equilibrio. Si ese vínculo le sirve al festival está genial, pero ser el patio de atrás de los Globos de Oro me parece un error. De todos modos, habrá que verlo en acción”.
Ese estado de cosas llevó a que muchos directores y productores argentinos decidieran crear una muestra en paralelo. Así surge Contracampo, como una respuesta a lo que sus organizadores consideran el vaciamiento no solo del festival sino del INCAA como institución.
El realizador Hernán Rosselli (Mauro), uno de las tantas personas del mundo del cine que ha trabajado en la organización de la muestra, explica que el proyecto “surgió de forma espontánea cuando empezamos a escuchar los rumores de renuncias o expulsión de los anteriores directores del festival”. Agrega que “sumado al contexto de la paralización total del INCAA empezamos a pensar en hacer una muestra alternativa para proyectar las películas en Mar del Plata. Se pensó en hacerlo en otro lugar, pero nos parecía importante que fuera ahí. Por un lado para demostrar el poder y la diversidad del cine argentino, pero también porque esto surge desde el lugar de espectadores que nos sentimos formados por el festival y por el trabajo que hicieron todos los que pasaron por allí, especialmente en los últimos diez años”.
Para Juan Lima, la existencia de Contracampo es una muy buena idea. “Hace mucho que el festival se viene restringiendo por cuestiones presupuestarias y ahora es aún peor la situación –analiza–. Y que aparezcan secciones paralelas me parece buenísimo. Es una muy buena idea hacerlo ahí porque deja en claro la importancia del festival, es una manera inteligente de marcar el disenso y a la vez de apoyar críticamente. Ojalá en algún momento la situación sea más razonable y que esta sección paralela pueda dialogar amablemente con el festival”.
Algo parecido, de hecho, terminó sucediendo en el Festival de Cannes con la Quincena de Realizadores que se inició en 1969 como contrapunto crítico a la sección oficial y hoy, si bien tiene otro equipo de programación, está incorporada a la programación del evento. De hecho, Contracampo tiene puntos en común con esa sección, ya que programa una similar cantidad de películas –36 films, entre largos, cortos y títulos clásicos– y se concentra en una sola sala.
Un nombre que ya tiene historia en Mar del Plata
El nombre Contracampo se eligió porque así se llamaba una sección paralela que tenía el festival en los años ‘90, en la que se programaban las películas más originales y estéticamente radicales de un festival que, en esa época menemista, estaba marcado por un concepto bastante parecido al actual en el que se privilegian las alfombras rojas, la potencial llegada de celebridades y los títulos más comerciales.
“Queríamos hacer algo por fuera de las asociaciones –agrega Rosselli–, una acción política desde la cinefilia. Nos reconocemos como espectadores del festival, gente que se organiza con el trabajo para ir a Mar del Plata a ver películas, tomar café, discutir sobre cine. Para los que no tienen la posibilidad de viajar, el cine es una gran forma de conocer otras culturas y lenguajes. Y esa es la función obvia de un festival que el gobierno en forma terca y miserable desconoce, como si para ellos el dinero público solo sirviera para las estrellas y la alfombra roja en vez de mostrar lo que hay al margen de eso, qué nuevos lenguajes surgen. El público responde de maravillas cuando se apuesta por el riesgo formal. Para ver películas que unas semanas después van a dar en Netflix te quedás en tu casa”.
Contracampo se hará en la Sala Enrique Carreras y allí se verán, en muchos casos a modo de estreno nacional, las nuevas películas de reconocidos realizadores como Martín Rejtman, Mariano Llinás, Raúl Perrone, Celina Murga, Federico Luis, José Luis Torres Leiva, Nele Wohlatz, Rodrigo Moreno, Martín Farina, Maximiliano Schonfeld, César González, Jessica Sarah Rinland y el propio Rosselli (ver programación completa acá), todas ellos producidas o coproducidas en la Argentina.
En la mayoría de los casos se trata de películas que esta administración del INCAA considera innecesarias, ya que es un tipo de cine que toma ciertos riesgos formales que no siempre se refleja en decenas de miles de espectadores en las salas. Y ese parece ser el único objetivo del INCAA actual a la ahora de dar sus apoyos. “Para nosotros Contracampo es una acción política que muestra la potencia y diversidad del cine argentino, algo que es excepcional en la región”, analiza Rosselli.
Respecto a la relación entre el festival oficial y esta muestra, el realizador agrega que “nos llegaban noticias de que en el INCAA estaban muy enojados. Y lo que pasó con eso es que muchos de los que organizan Contracampo prefirieron fundirse en el colectivo y no darse a conocer. A mí no me parece mal exponerme, pero muchos compañeros tienen miedo porque este es un gobierno que toma represalias. Estamos contentos de haber podido organizarnos en medio de este clima de persecución, que los directores hayan puesto las películas a disposición y que la programación de cuenta de la diversidad del cine argentino. Lo que queremos es mostrar nuestras películas, discutirlas, analizar el estado del cine actual y ver cómo seguimos. Ojalá el año que viene no haya que hacer una acción similar, pero si el ataque contra el cine argentino continúa seguiremos acá, organizados”.
Por como viene la situación, todo hace pensar –analiza el realizador de Casa del teatro– que las cosas no mejorarán para el 2025. “Las consecuencias de la negligencia de esta gestión se van a sentir más aún el año que viene, ya que no va a haber películas argentinas para proyectar. Este año todavía quedaban varias que se iniciaron antes del cambio de gestión”, señala.
“Cuando se vean las consecuencias de la paralización total del fomento público, que ahora solo propone un concurso anual de solo 6 o 7 películas, además de un ataque infame lleno de mentiras acerca de cómo se hace el cine argentino, va a ser mucho más tremendo. Es cierto que había muchas cosas para mejorar en el INCAA, pero decidieron atacar a la gente de cine mintiendo de tal manera que uno se encuentra en la situación de tener que explicarle a sus familiares que no es ladrón ni corrupto por hacer películas. Yo me pasé cuatro años filmando con muchos esfuerzos económicos y físicos, poniendo en riesgo hasta mi salud mental en un país con muchos vaivenes económicos, y ahora tengo que dar explicaciones sobre mi trabajo como si fuera un delincuente”, se lamenta.