Un estudiante de secundaria abatido por la monotonía general a lo que le impone la vida en un pueblo de su Dakota del Norte natal donde los mediocres se llevan las palmas, de repente se encuentra con una extraña criatura proveniente de lo más profundo de la Tierra que cambia su vida para siempre.
Nada fuera de lo común para un Hollywood que tiene tantas cuentas que atender, que inventa historias por doquier para dar cuenta de sus principios y sus negocios (los unos alimentados por los otros, y viceversa). La película cuenta con una primera crítica a la explotación petrolera a través del fracking (presión de agua), y acaso de la explotación petrolera en general, y a su vez una reivindicación del Estados Unidos tuerca: grandes camionetas siempre comandadas por un humano (ahora con ayuda de un monstruito). Las grandes marcas -cuyos logos son entendiblemente mostrados- no faltan, y la publicidad en general parece solventar un film no muy caro, pero tampoco regalado (125 millones de dólares).
Tripp, el muchacho que por supuesto encontrará el amor de su vida -en una apuesta más de Hollywood por la modernización de las relaciones vinculares de pareja-, tendrá en ella también su principal soporte para emprender otra cruzada ecológica, esta vez para salvar de la extinción a la especie descubierta a partir de la aparición de la criatura.
A entender por la disputa que lo tiene como enemigo número uno, Trump posiblemente se haga un festín con este tipo de producciones, que en su subestimación del público alimentan a la fiera. Y si bien la película en su medianía no ofende, tampoco alienta la autoestima del espectador.
Monster Trucks (Estados Unidos, 2016). Con: Lucas Till, Jane Levy, Danny Glover, Rob Lowe, Amy Ryan. Dirección Chris Wedge. Guion: Derek Connolly. 105 minutos