Lanzada por Netflix el reciente viernes 13, la serie puede ser considerada como el mejor estreno de la última parte del año. Con David Fincher en el equipo de mando, guarda bastante del estilo que el director cultivó en Pecados capitales, antes que en El Club de la Pelea: deducción a través del diálogo antes que comprensión a través de la acción.
La historia está basada en el libro Mind Hunter: Inside FBI’s Elite Serial Crime Unit, de Mark Olshaker y John E. Douglas. Y cuenta cómo fue eso de descubrir que había asesinatos (y asesinos) en serie. Como en el libro, la historia comienza en 1979. En la transición de la década del 70 al 80 fue cuando las tendencias que venía experimentando el mundo desde mediados de los 70 finalmente empiezan a consolidarse y dan lugar a un nuevo tiempo; uno de características neoliberales que hoy parece casi totalmente consolidado.
Lo que aún es tendencia en esos años, entre otras cosas, es el concepto de asesinatos en serie. No quiere decir que antes no existieran individuos que mataban a muchos otros, sino que salen de la órbita de la anomalía (como se consideró como un buen tiempo a Charles Manson) para convertirse en una situación posible de la vida cotidiana, algo que forma parte del paisaje que alguien -especialmente una mujer, lo que llamará la atención del feminismo, que empezará también empezará a teorizar al respecto- se puede encontrar al comenzar un nuevo día. Ya no se trata de una situación atribuible al mal o la enfermedad de una persona, sino un fenómeno de características sociales, que como tal puede ser estudiado, y su estudio, sistematizado.
A eso se dedican los agentes del FBI Holden Ford (Jonathan Groff) y a Bill Tench (Holt McCallany); el uno joven y estudioso, el otro veterano y guiado por su experiencia; el uno con rasgos prototípicos de lo que serán los yuppies en los 80, el otro uno que sabe que tienen que reconvertirse pero hacerlo a su modo y su ritmo. En medio, Wendy Carr (Anna Torv), académica que en paralelo y sin saberlo, está estudiando lo mismo. Egos que sobresalen, necesidades institucionales de aggiornarse a los nuevos tiempos, reacomodamientos de sujetos y sistemas para dar cuenta a las nuevas necesidades de la época se combinan de manera destacada en una serie que hace de la sequedad su marca de agua: poco emoción, mucha cabeza, mucho de capital simbólico en juego, poca violencia (tanto explícita como simbólica).
Y con un juego adicional sobre Wendy y un gato, que según adelantó el mismo Fichner, quienes sigan la historia por las cinco temporadas que él cranea junto con Asif Kapadia, Tobias Lindholm y Andrew Douglas, podrán descubrir de qué se trata.