Las milongas son lugares de encuentro. Espacios de comunión colectiva, donde se vive el tango. Un ritmo que propone y propicia el rito y la ceremonia. Pero la pandemia canceló toda actividad. No se puede bailar con distanciamiento social y menos por streaming. Por eso los milongueros padecen la imposibilidad del encuentro y los gestores culturales que administran las milongas y sus trabajadores atraviesan una situación particularmente difícil.
Quienes conforman la escena necesitan, para empezar, ser más escuchados. Analía Goldberg es una de las pianistas y compositoras más destacadas del género. Pero también es anfitriona del Oliverio Girondo Espacio Cultural, un espacio donde tocaban muchos grupos y se ofrecían importantes ciclos de milongas. “Todos apostamos a que en algún momento podamos volver a la actividad. Era nuestra forma de vida y un espacio de construcción y resistencia cultural. También aportábamos mucho en los rubros turismo y gastronomía. Estamos hablando entre todos como para ver qué se puede hacer. El protocolo para bailarines no es tan fácil como el de los músicos, pero lo concreto es que ningún subsidio puede bancarte seis meses y con pronóstico de sean más. Es una situación muy difícil para el sector independiente. Veníamos remándola y esto que le pasa al mundo nos dejó en un lugar horrible. Pero ver como se sigue sólo será posible si nos unimos para ver cómo nos reinventamos», señala Goldberg que ya puso en funcionamiento shows de agrupaciones de tango, vía streaming.
Mariana Docampo es la organizadora de la Milonga Queer y el Festival Tango Queer, dos expresiones que fueron ganando adeptos y expandieron los horizontes del género. “La verdad que por el momento no hay mucho por hacer en cuanto a que todos nos volvamos a encontrar como antes y bailar con normalidad. Veremos qué pasará en lo inmediato o a futuro. Mientras tanto, vamos a hacer shows por streaming de distintas artistas mujeres, algunas clases, pero como milonga estamos frenados. Creo que es tiempo de pensar y ver qué se puede cambiar pensando a futuro», dice Docampo.
Martín Chili es un activo participante de la escena y miembro de la Asociación de Organizadores de Milongas (AOM): “Vivíamos de esto, o más bien para esto, y la cuarentena dejó un tendal. Es un sector polirubro, no solo son los espacios: están los que hacían vestuarios, calzados, luces, los DJ. Esta cuarentena dejó al descubierto la gran informalidad en la cual vivíamos. Pero en estos meses nacieron organizaciones nuevas, asambleas que no existían, y estamos en formación de una multisectorial para nuclear todo eso a nivel federal. Lo llamamos Frente Federal de Unidad Tanguera con la que ya se está trabajando en una gran encuesta para saber cuántos somos y qué podemos hacer para luchar por nosotros”.
Liliana Furió es la fundadora, junto a Analía Kalinec, de Historias Desobedientes, el colectivo que nació en 2017 por la memoria, la verdad y la justicia, que reúne a hijas e hijos de genocidas de la última dictadura cívico-militar. También es una reconocida militante por los derechos de mujeres y del sector LGTBT y desarrolla una importante actividad en el ámbito del tango. En la relación a este momento, destaca: “Estamos buscando con la Defensoría del Pueblo alguna manera de crear un protocolo para en algún momento volver a las milongas sin riesgos sanitarios. No es sencillo. No podemos dar fechas. Eso es futurología y pura esperanza. Pero esta distopía horrible que vivimos no nos va a detener. Me niego a creer que el mundo como lo conocíamos no pueda volver, y más este universo del tango que tanto adoramos”.