Miguel Alberto Peyronel nació en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, el 10 de septiembre de 1955. Es más conocido como Michel Peyronel, el emblemático baterista y también ocasional cantante y compositor –es responsable de “Susy Cadillac” y “Que sea rock”, entre muchas otras– de Riff. Pero su historia musical también incluye a Tarzen, el grupo punk francés Extraballe, Héroes del Asfalto y su actual proyecto: Humanoides Disidentes.
También se lo recuerda por ser el creador y director artístico de FM Tango. A finales de septiembre pasado, la Legislatura porteña lo distinguió como personalidad destacada de la Cultura por su trabajo como promotor de la cultura del tango en Buenos Aires y el mundo.
–¿Sos inquieto o esperás oportunidades?
–Siempre estoy detrás de algo. Todo lo que hice en mi vida fue por inquietudes artísticas, siempre. Ya sea en el rock, en el tango o en muchas otras cosas.
–Siendo del rock, ¿cómo se te ocurrió hacer una radio de tango?
–Básicamente lo que hice fue tomar algo, un producto cultural de una enorme calidad, que me parecía que estaba mal presentado. El tango es alucinante, por su musicalidad, su universo propio, y me encanta, pero parecía que estaba envuelto en un diario viejo y tirado en un rincón. Lo que hice fue darle un paquete nuevo, un canal nuevo.
–Con una radio.
–Sí, pero no una radio de tango, sino una radio de Buenos Aires que hablaba de todo lo que ataña a sus ciudadanos, con una onda rockera, pero que tenía la característica de pasar canciones de otro género. Había una directiva sola: no se podía hablar de tango o aburrir con historias tipo AM. El protagonismo era de la calidad increíble que tienen las canciones. Por eso gustó. Si yo estoy mirando un cuadro en un museo, no quiero que vengan a contarme cómo fue que tal artista lo hizo y qué le pasaba en ese momento. No necesito saber qué le gustaba comer a Jackson Pollock o como trabajaba. No, dejame solo con la obra que me entiendo mejor. Eso quise hacer y anduvo.
–¿Qué es el arte?
–Es una interacción entre quienes lo generan y quienes lo reciben. Es algo que ocurre, no se busca. Tiene que fluir.
–¿Cómo recordás la época de Riff?
–Los ’80 con Riff fueron increíbles, no me acuerdo de nada, pero jamás los olvidaré (muchas risas). Fue todo muy loco, lo más importante y lo que más me quedó es lo que ocurría entre la gente y nosotros en los conciertos. Había una energía muy potente que nos ponía a todos muy arriba. Esa química era más importante que sonar bien, para mí. Riff en vivo era un hecho artístico, pero también expresaba una catarsis social.
–¿En qué sentido?
–Lo que ocurría en cada fecha que hacíamos era una explosión. Era caos, era bardo, pero era alegría y ganas de gritar y saltar, eran pura adrenalina. Era de una intensidad tan grande que no se puede explicar. Sabemos que muchas otras bandas decían: “Que terrible son los conciertos de Riff, pero qué lindo sería tener ese público” (risas). Se suele hablar de cierta violencia desatada, pero no era tan así, la gente se excitaba un poco, nada más. Era una especie de ceremonia religiosa: imaginate el caos de un Obras explotado y todos cantando juntos, es algo tremendo.
–¿Cómo conociste a Pappo?
–En una fiesta del Liceo Naval. Él tocaba con una banda que se llamaba Conexión Número 5. Yo tendría 14 años, él era dos años más grande. Mi hermano Danny se hizo amigo y bueno, nos empezamos a frecuentar. Unos años después nos encontramos en Londres, yo me fui a vivir a Francia y él se encontró con mi hermano, fui para Inglaterra y estuvimos tocando por ahí. Después no nos vimos más por un tiempo, hasta que volví en 1980.
–¿Cómo fue el reencuentro?
–Muy loco. Me lo crucé de casualidad por la calle y me dijo que vaya a ensayar que estaba armando algo. Fue por Belgrano, yo estaba viviendo en lo de mi abuela, salí a caminar y lo vi. Así nació Riff. Si yo salía para el otro lado o doblaba una antes, no sé qué hubiese pasado. Pero en la esquina de Cuba y Sucre se marcó un destino.
–¿Cómo recordás tu experiencia en Europa?
–Muy intensa. Fue algo lindo, y donde todo era pura energía creativa. Yo era de moverme, de explorar, era joven y me dejé llevar. Armé Extraballe, considerado hoy en día un grupo de culto, y fuimos parte de toda la explosión punk y new wave. La ola que arrancó en Londres llegó a París unos meses después y se armó una movida muy divertida. Sonaban los Sex Pistols y The Clash todo el tiempo.
–¿Cómo fue tu vida luego de Riff?
–Cuando en el 84 terminó la primera etapa de Riff, fui productor, un tiempo, y luego me fui a España y arme de Tarzen. Me fue bien. Grabamos en los estudios de Jimmy Page, fuimos de gira por Estados Unidos con Twisted Sister y Dokken y acá taloneamos a Bon Jovi en Vélez. Estuvo bueno, pero como todo, eventualmente se terminó y me dediqué más al tema de la radio. Pude hacer festivales, fomentar esta música argentina por todo el mundo y me metí en el tango. Programe el festival Les Allumées en Nantes, Francia siempre buscando mostrar esa cultura nuestra.
–¿El rock es sinónimo de excesos?
–Bueno, Charlie Parker también se pasó dos pueblos (risas). No importa el género, siempre puede haber excesos. En el tango ni hablar. Es algo que se da. Cuando algo es divertido para hacer, siempre hay un colateral, no hay tu tía. Conocí todos los excesos, pero nunca manejaron mi vida. Lo que siempre me motivó fue el arte, las drogas son algo que aparecen o no. «