Hace no mucho tiempo Mercedes Morán descubrió que dar notas es una manera de reflexionar, con una distancia prudencial, sobre lo que se ha hecho. Ese mirar termina siendo algo nutritivo para ella, sobre todo si de cine hablamos. Gustavo Garzón no está tan de acuerdo, pero recordar el rodaje de Sueño Florianópolis es una de esas excepciones en las que el actor se permite disfrutar de la charla. La película de Ana Katz se estrenará este jueves y promete dar que hablar.
«Era todo un sueño. Estar ahí, en un lugar hermoso, con nuestros hijos. Fue una de las más lindas experiencias que me dio el cine», dice Garzón. Morán, por su lado, afirma sin que sea necesario preguntar: «El cine que hace Ana es fantástico. Es excelsa la mirada que tiene sobre algunos procesos femeninos y tópicos como la maternidad, la construcción de la familia y demás procesos. Los refleja muy bien con humor y profundidad. Encima con Gustavo nos entendemos muy bien. Hemos hecho teatro, tele, varias cosas juntos. Fue un placer».
Esta historia –realizada por un equipo mixto, brasileño y argentino– comienza con el viaje en un Renault 12 break de una pareja de psicólogos porteños con hijos adolescentes (interpretados por Joaquín Garzón, hijo de Gustavo, y Manuela Martínez, hija de Mercedes y Oscar Martínez) que deciden irse de vacaciones juntos a pesar de estar separados. Esas particularidades, que transcurren en 1992, desembocan en una trama llena de detalles, donde el paraíso (o la idea del mismo de la mano de la naturaleza y el ocio) puede ser una manera fallida de intentar hacer fluir algo que ya no corre.
«Aparecen todas las contradicciones propias de una pareja que está en ese proceso. Y tiene que estar porque si no las separaciones serían muy sencillas. Creo que Ana encontró la manera perfecta de hablar de algo que no es fácil para nadie. Esta es una película muy Katz por la sutileza», dice Morán.
–¿Cuáles eran las marcaciones que más les hacía Ana durante el rodaje?
Gustavo Garzón: –Me dirigió con un rigor que me sorprendió. Tenía muy claro lo que quería. Era un rigor cariñoso, no era sólo lo feo de la severidad, pero tampoco el cariño solo, que es algo agradable pero al pedo a la hora de trabajar. Me llevó por donde ella sabía que iba a funcionar sin dejarme que me vaya o meta de más. Esto sí, esto no, esto tampoco, así desde el primer día. Me acotó y me ayudó a mantener todo austero, sin hacer cosas de más. Porque uno tiene sus mañas y a veces se te escapan, te sale el actor y metés bocados porque se cree que es gracioso. Le agradezco, porque sin ella quizás hubiese caído en lugares habituales. Ella hizo que ese actor en pantalla que soy yo me deje conforme.
Mercedes Morán: –Ella sabía que lo importante era sentirnos cómodos, por eso creo que se le ocurrió ponernos a trabajar como si fuéramos esa familia en ese lugar. La propuesta de Ana de que participaran nuestros respectivos hijos nos permitió una naturalidad para interactuar que no nos exigió esfuerzo alguno. Sueño Florianópolis es una película arriesgada físicamente. Tiene un nivel de exposición alto, los personajes son reales y se corren de la belleza publicitaria. Es una película sustanciosa, arriesgada y adulta, deja que el otro complete lo que no está dicho. Es para salir del cine pensando, con preguntas: ¿Qué es una familia? ¿Cuándo algo significa una disfuncionalidad? ¿Qué es una separación?
–La película circuló por varios festivales. ¿Qué les aportó esas experiencias?
M. M.: –Nos cansábamos de escuchar elogios por el trabajo de Gustavo.
G. G.: –Para mí eso lo inventaron. Yo no les creo nada (risas).
M. M.: –La película también juega con la relación que tenemos con Brasil, eso del amor-odio, como que los envidiamos pero no lo decimos. Al mismo tiempo los queremos y tenemos la rivalidad futbolera… Las escenas en la que aparece el portuñol generaron mucha risa. Pero no somos los únicos. Casi todos los países tienen una relación ambigua con algunos de sus vecinos. Al principio el guión me parecía muy localista, muy de argentos que viajan. Pero el algo universal.
G. G.: –Es que lo humano es igual, más allá de que algún chiste se pueda perder en el camino, las relaciones humanas son similares en todos lados. Eso es lo bueno. Si uno lee un libro de (Haruki) Murakami puede parecer que lo que narra sucede en Villa Crespo, no en Japón. Son problemáticas humanas, más allá de tal o cual acento cultural.
–¿Historias de estas característica son las que más convocan a la hora de aceptar un papel?
M. M.: –Las actrices y los actores elegimos por diversos motivos. Por cómo está escrito el guión, quiénes son los compañeros, quién dirige y la agenda personal del momento, entre otras cosas. Pero cuando estás en el set o en el escenario lo que se trata es de ser verdadero y de hacer creíble lo que hacemos. Si la historia es universal, mucho mejor. Pero especialmente en el cine tenemos muy claro que no somos dueños de nada. Que con el material que hicimos se pueden hacer tres o cuatro películas diferentes, entonces ejercitamos la entrega para que el otro moldee aquello que nos pidió.
–En el teatro es muy distinto.
M. M.: –En el teatro somos nosotros los que noche a noche estamos ahí. Luego del proceso de ensayo, el director sólo es un referente. Pero en el cine tenés que confiar en otro, es un acto de fe.
G. G.: –A veces la empatía con la persona que te lo propone puede influir para que aceptes tal o cual papel. Algunos guiones te gustan más y otros menos, pero te pude entusiasmar que es un personaje distinto al anterior o que imaginás que el resultado final puede ser muy bueno. Más allá de esas u otras circunstancias, uno siempre trabaja a conciencia y deja todo. Si el contexto no ayuda das lo que podés, pero con cariño a la profesión.
–¿De toda experiencia laboral se aprende?
G. G.: –No todo te enseña algo. Depende.
M. M.: –Hay algo del juego de la actuación que casi siempre te lleva a algún lugar interesante. Para eso hay que tener una disponibilidad a ser otro, a estar en otra circunstancia, por lo que muchas veces este trabajo te deja mover ciertas cosas que para vos son de una manera, dentro tuyo. Hay ciertos actores y actrices que siempre sacan las mismas cartas, pero hay experiencias, como es este el caso, que la mano de Ana no te permite eso, te obliga a rever, y en una de esas cambiás de opinión y aprendés. Es lindo cuando ves algo que no sabías y lo incorporás.
G. G.: –Algo que no sabías de vos mismo.
M. M.: –Claro. Es como irse de viaje y tener esos momentos de repensar y mirar diferente tus circunstancias. Por ahí desde otro lugar se te revela o ves algo que desde tu lugar no ves. Cuando encaramos un personaje y vemos y pensamos, no como nosotros sino como el personaje, también hay algo que entender que en una de esas desde tu punto de vista es difícil. Mi primer personaje en teatro, recuerdo, era una madre. Y luego de hacerlo entendí cosas del vínculo con mi propia madre. Aunque nada que ver con lo que pasaba en la obra, lo vi con otros ojos, eso es un privilegio que tenemos los que elegimos este camino como profesión. Esto es salir de uno tomando algo de vos pero siendo otro.
G. G.: –Pero actuar no es hacer terapia. Aunque a veces se da que decís una palabra del guión y te resuena emocionalmente por tu propia historia. Eso sí es sanador, pero no pasa todo el tiempo. Creo que actuar nos permite descansar de nosotros mismos.
M. M.: –Siento que los personajes te protegen porque te ayudan a animarte a hacer cosas que quizás una no haría nunca en su vida. Más de una vez pensé que se equivocaban eligiéndome a mí para ciertos papeles. Sobre todo cuando requerían que fuera simpática y extrovertida. Pero cuando estás ahí sentís la libertad de dejar salir aquello que por lo que sea no es tuyo, pero ahí está. «
Sueño Florianópolis.
Co-escrita, co-producida y dirigida por Ana Katz. Protagonistas: Gustavo Garzón y Mercedes Morán. Estreno: 17 de enero. «
Amazon y la Tota
Luego de un 2018 de mucho cine (tuvo roles destacados en El Ángel, El amor menos pensado y Familia sumergida), Morán va a dedicar gran parte de 2019 a una serie. Amazon prepara una tira sobre Diego Armando Maradona y Morán interpretará, nada más ni nada menos, que a Doña Tota cuando el 10 recién empezaba. Esa etapa de Maradona será encarnada por el talentoso Nicolás Goldschmidt, para luego dar lugar a Nazareno Casero y después a Juan Palomino. La Claudia, según se sabe, será interpretada por Laura Esquivel y Julieta Cardinali. «
Amor en pedazos
Este verano Gustavo Garzón volverá a los escenarios porteños para hacer temporada estival en Capital Federal. Es parte del elenco de la obra Rotos de amor, donde comparte espacio con Pepe Soriano, Osvaldo Laport y Víctor Laplace, en una obra sobre desamores contados con humor. Será en el Teatro Picadilly (Corrientes 1524). Además, ya en febrero repondrá el biodrama 200 golpes de jamón serrano, la obra que hizo junto con Marina Otero en el Chacarerean Teatre el año pasado, la cual juega con los límites entre realidad y ficción. «
Deseos e imposiciones
Ana Katz es una directora y guionista obsesiva. «Quería indagar sobre las formas sociales preestablecidas que hay cuando hablamos de lo familiar y de vida de pareja, haciendo foco en las personas y no pensando en lo que define de forma cultural a esas estructuras. Hay dudas, deseos y otras cosas que aparecen en la vida, que la estructura social de lo que está bien deja afuera, aunque les pasa a todos», revela Katz sobre el puntapié inicial que la llevó a escribir (junto a su hermano Daniel) este guión. «Siempre tardo mucho en escribir y con el tiempo se condensan varias ideas que tienen que ver con una mirada que siempre evoluciona. Pero todas mis pelis representan una pregunta que estuvo dando vueltas mucho en mi cabeza, entonces siempre quedo conforme. Lo que intento es que cada una de ellas muestre ese proceso de pintar mi impresión sobre un tema», explica la autora.
Sueño Florianópolis se vio durante 2018 en los festivales internacionales de Toronto, San Sebastián, Zurich, Chicago, Londres y Karlovy Vary (República Checa), siendo en esta última distinguida con el Premio Especial del Jurado y Mercedes Morán como Mejor Actriz. «Uno siente este recorrido como una palmada en la espalda, pero a la vez no hago esto para gustar. Tomo la oportunidad que la película viaje como para disfrutar la chance de compartir eso que uno hizo, y te permite ver lo que causa en los otros, pero nunca es el objetivo. Nunca tengo mucha ansiedad por estrenar o volver al rodaje, dejo que los procesos fluyan naturalmente», concluye. «