El poder del perro (Jane Campion)
La genial directora de La lección de piano (1993) le da nuevos sentidos a la violencia, el machismo y la homofobia de los westerns y sus ficciones pletóricas de varones, sin mujeres. Así, con su estilo originalísimo, sensible y poético la neozelandesa crea un nuevo género inclasificable que combina exquisitamente el ambiente y los tópicos de las películas del Oeste con el melodrama, el homoerotismo y el suspenso psicológico. El agresivo ranchero Phil Burbank -interpretado magistralmente por Benedict Cumberbatch- ingresa en los anales de la historia cinematográfica mundial para subvertir la figura prototípica del cowboy. Y su historia de deseos reprimidos con tragedia final anticipada, despierta en los espectadores sentimientos que van del terror a la piedad con una maestría que hubiera provocado la envidia de Aristóteles.
Disponible en Netflix.
Fue la mano de Dios (Paolo Sorrentino)
La ficción más personal del realizador italiano es varias películas en una: una autoficción, un regreso nostálgico y risueño a los dulces años de la familia italiana, la novela de educación de un adolescente que aprende de la manera más trágica a “ser lo que quiere ser”, una cartografía erótica o un tratado sobre Nápoles, una crónica de los turbulentos años ochenta… Y sobre todo un canto y un homenaje al cine, las musas y los directores italianos inspiradores: Fellini, Capuano, Pasolini, entre otros. Y como trasfondo y metáfora aglutinante, la épica popular de Diego Armando Maradona. Sin dudas, con la historia de Fabietto Schisa (Filippo Scotti), Sorrentino logra su propia Amarcord en versión napolitana.
Disponible en Netflix.
El perro que no calla (Ana Katz)
Quizás la estructura más apropiada para narrar una vida que, como la de Sebastián (Daniel Katz) va a la deriva y a los tumbos es apelando a los recursos estéticos de la fragmentación, la historieta y la elipsis. Al menos eso es lo que hace Ana Katz en esta extraordinaria película que parte de una fábula a la vez desopilante y desgarradora -la perra Rita que parece expresar en sus ladridos lastimeros, fuera de campo, un vacío existencial humano, demasiado humano- para culminar ofreciendo imágenes y metáforas poéticas de la soledad del mundo contemporáneo, de las nuevas formas de alienación y de paso, anticipar la pandemia. En efecto, la directora imagina humanos cubiertos por cascos y moviéndose con distanciamiento social en una microficción distópica filmada antes de marzo del 2019.
Errante corazón (Leonardo Brzezicki)
Santi (Leonardo Sbaraglia) es un gay cuarentón recien-temente separado de su pareja (Alberto Ajaka), padre de una adolescente (Miranda de la Serna) y chef de un restaurante que funciona bien. Lo que no parece fun-cionar bien es su vida emocional: por más que vaya de fiesta en fiesta, consuma alcohol y drogas en forma desmesurada, le sobren los amantes, gaste desorbita-damente en los shoppings, viaje de Buenos Aires a las paradisíacas playas de Río de Janeiro o invente fantás-ticas fabulaciones cada vez que siente el umbral del dolor. La película sobresale por un Sbaraglia en la ple-nitud de sus capacidades interpretativas que lo posi-cionan como el actor argentino por antonomasia y un director que deslumbra en cada detalle, y que a la vez que brinda un registro veraz de la vida homoerótica con una belleza inusual en el cine argentino. El con-junto compone una ficción realista sobre la herida y la angustia existencial, en la que puede cualquier perso-na puede encontrar su reflejo.
Disponible en HBO Max.
Dune (Denis Villeneuve)
Después de tantos intentos olvidables y fallidos –David Lynch en 1984 y John Harrison en 2000, entre otras- llega por fin la versión cinematográfica que hace honor a la novela clásica de ciencia ficción, escrita por Frank Herbert y publicada en 1965. La grandilocuente épica espacial de Villeneuve logró plasmar en imágenes la peligrosa inhospitalidad, la naturaleza salvaje, el erotismo hierático y la belleza del planeta Arrakis y de sus habitantes. El director no solamente logra el prodigio de que ahora Paul Atreides, el mesías y futuro dictador de Dune tenga definitivamente el rostro y el cuerpo de Timothée Chalamet -y lo propio puede decirse de la Lady Jessica de Rebecca Ferguson y del Leto de Oscar Isaac- sino que al fin la batalla por la especie, los gusanos de arena y la tribu de los Fremen logran las metafóricas polisemias y diversas temáticas de la ficción original: la ecología, las drogas, el petróleo, el colonialismo imperialista, la rebeldía de las minorías y las luchas religiosas, entre otras.
Disponible en HBO Max.
Implosión (Javier Van der Couter)
Premiada como la mejor película de la Competencia Argentina de BAFICI, esta ficción que parte de la mayor tragedia ocurrida en una escuela argentina –la llamada masacre de Carmen de Patagones, acaecida en 2004- es un dramático y emotivo road movie de dos treintañeros en busca del condiscípulo que hace más de quince años les disparó a quemarropa, asesinó a tres compañeros de colegio y truncó sus adolescencias. Como todo viaje, el de Pablo y Rodrigo termina siendo un viaje al interior de sí mismos. Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres -víctimas reales del tiroteo- regresan como personajes de ficción al hecho más traumático de sus existencias para descubrir catárticamente que en la vida hay preguntas que no tienen respuestas, que los mayores dolores no suponen aprendizajes sino simplemente dolor, que hay acciones imposibles de perdonar, olvidar ni comprender, y que en aquellos hechos luctuosos no hubo víctimas y victimarios sino únicamente víctimas.
El último duelo (Ridley Scott)
El guión de Matt Damon y Ben Affleck parte de un hecho histórico: el último duelo a muerte que sucedió en la Francia medieval entre dos caballeros. El 29 de diciembre de 1386 el tosco e ignorante Sir Jeans de Carrouges (Damon) y el culto y concupiscente escudero Jacques Le Gris (Adam Driver) se batieron a duelo tras la acusación pública de la esposa del primero, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer), de haber sido violada por Le Gris. El problema era solo entre varones, porque en la época la mujer era considerada meramente un objeto. De esa manera, a los ochenta y tres años, Ridley Scott regresó al cine con una superproducción ambientada en el siglo XIV y que vuelve a los principales tópicos de su brillante carrera en el séptimo arte: los duelos, la Edad Media, la violación, la valentía de las mujeres. Pero no se trata solo de autobombo, sino que hay un homenaje global al cine y a sus posibilidades de filmar un mismo hecho desde múltiples versiones y perspectivas.
Tres en la deriva del acto creativo (Pino Solanas)
El canto de cisne de Fernando “Pino” Solanas es una celebración de la amistad y una reflexión sobre las funciones políticas y sentimentales del arte. Como en el Simposio de Platón, el artista plástico Luis Felipe Noé, el dramaturgo y psiquiatra Eduardo Pavlovsky y el propio Pino se reúnen entre vinos para dialogar sobre amor, erotismo, dictaduras y exilios y meditar sobre sus obras y las utopías para hacer del mundo un lugar más justo y amable. Como si presagiara su desaparición física, Pino recorre su cinematografía y constituye un nostálgico placer recrearse en los fragmentos seleccionados y comentados por él mismo de La hora de los hornos, El exilio de Gardel (Tangos), Sur o El viaje, entre tantas inolvidables creaciones. Para las y los que extrañamos a Pino y recordar por qué lo amamos tanto.
El secreto de Maró (Alejandro Magnone)
Un tema necesario y escasamente abordado por la cinematografía local e internacional –el genocidio armenio- y el regreso de Norma Aleandro a la pantalla grande convierten a esta película en uno de los acontecimientos –y uno de los más soslayados- del año. Sensible e intimista, la ficción se centra en los esfuerzos de la nonagenaria cocinera Maró (Norma Aleandro) por conservar el restaurante de platos típicos que funciona en un club armenio. El argumento funciona como excusa para retratar su entrañable amistad con un dúo de mujeres (muy bien interpretadas por Lina Catalano y Analía Malvido) y sobre todo para abordar una de las mayores tragedias -y una de las más siniestramente olvidadas- del siglo XX. Más allá de que la película peca de explicitud, cada segundo de la escena final –verdadero master class de la Aleandro- compensa las debilidades y vale su peso en oro.
Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga)
Fin del ciclo de Daniel Craig como James Bond y una despedida a la medida de la composición actoral más compleja y psicológica del icónico agente secreto británico creado por Ian Fleming. La película combina las espectaculares secuencias de acción a las que acostumbra la saga, con suspenso y tensión poco habituales y una historia de amor que pone punto final al clásico machirulismo mujeriego del personaje a la vez que cierra el trágico círculo sentimental iniciado por Craig en Casino Royale en 2006. Más allá de que esta vez el malvado (Rami Malek) no está bien construido y la película resulta un tanto excesiva, contiene el final más apoteósico, conmovedor e inesperado -cuesta creer que no se imaginó un final semejante antes- para el espía que tiene licencia para matar.