Encontrarse con Daniel Melero excede todo contexto de temporalidad. Tal vez por eso no asombra que a pocos meses de haber lanzado un nuevo álbum (Atlas, en abril pasado) ya esté pensando en nuevas canciones.

Dice sentirse en “un período de enorme libertad”, como si el hecho de haber editado nuevas canciones le hubiese abierto las puertas a un estado de gracia. Al segundo continúa: “Estoy así, en una etapa en la que las ideas que uno tiene no están contaminadas de aquello que hiciste, y entonces te planteás qué querés hacer. Porque cuando estás terminando un disco las intenciones se ponen en un foco específico”, afirma después de haber terminado de mostrarle algunos sonidos nuevos a Guillermo Rodríguez, uno de sus guitarristas que lo escucha con atención. Como verán, el futuro siempre gravita en el universo meleriano.

Pero el aquí y ahora de Daniel es Atlas, con sus nueve canciones. Este sábado se subirá al escenario de Caras & Caretas (San Telmo) para presentarlo formalmente, aunque a él, eso de la formalidad, mucho no le guste. Enseguida se mete en lo que fue el nacimiento del disco, en el que resaltan sus intenciones de eludir el foco de la producción, delegarla en otras manos, mirar lo suyo desde otro ángulo.

“Estaba produciendo el disco de Yuliano Acri, que a su vez y como siempre, tocaba en el mío. Así que le pedí que me produzca. No fue un intercambio de roles, fue más bien otra cosa. Atlas se grabó en dos sesiones y mucho en casas de cada uno de los artistas. Otra cosa diferente es que a diferencia de mis otros discos, esta vez teníamos varias maquetas hechas”, aclara con respecto al juego de las diferencias.

¿Por qué decidiste llamarlo Atlas? El significado puede tener múltiples lecturas.

-Sí, y de esa forma lo entendí también. Pero para llegar a ese nombre me costó, porque siempre me cuesta nombrar a los discos, salvo en la etapa de Rocío (1996) y Travesti (1994). Ahora decidí que tuviese que ver con la cartografía, porque supuestamente debe ser una de las ocupaciones más exactas que debería haber ya que un mapa tiene que llevarte al lugar que vos querés. Pero empiezo a descubrir que la cartografía tiene intereses más fuertes que los derechos de autor en la música. Me encuentro con que todos los mapas son falsos y contienen errores deliberados por parte de los que hicieron el relevamiento topográfico, para que si alguien publica ese mapa se sepa que es de él ya que contiene un error. Por ejemplo, en el mapa de Londres encontrás el cruce de dos calles llamadas Elvis y Lennon, pero no existen. Están en un mapa oficial. Y lo mismo sucede en el estado de New York pero con un pueblo falso. Las canciones de este disco son un mapa detallado pero que contienen un error único, propio. Es un título forzado.

¿Entonces hablamos de un disco de Melero sin un concepto definido?

– No lo hubo. El único concepto que había era el de profundizar lo que había hecho en Disco (2014).

Melero odia que no salgan más singles como antes. Cuando se le menciona que “Amistad”– otro de los grandes tracks de Atlas– tiene mucho de reflexión, acepta que sería un single no típico sobre lo que significa ser amigo de otro. Dice que tuvo a la canción guardada cuatro años, que por esas cosas que pasan al armar un disco terminó siendo la apertura del álbum, e invita a escuchar los demos previos para palpar el proceso de transformación del tema: “En esa canción está la idea del conflicto que representa un amigo. Sinceramente, para la letra me dejé llevar por Borges y Bioy. Ellos elaboraban esta idea de lo que representa la amistad en contraste con el amor. El amigo siempre tiene un guiño para uno”.

La idea de relevamiento o de mapping social también queda clara en “Dicen”. ¿Sentís que hay carencia de sentido en estos días?

– Es la exposición de una idea que trae de nuevo aquello que no se sabe demasiado. Pero sí, esa idea de mapping está presente y es algo que quise llevar a todo el disco. Para mí, un disco siempre es una opinión en un contexto social.

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Silencio: 30 años

1986 no fue sólo el año en que Daniel Melero debutó discográficamente al frente Los Encargados, sino que también marcó el nacimiento formal del productor discográfico.

Con el grupo recorrió el circuito de pubs de la época con varias formaciones, e inclusive experimentó la patética resistencia hippie durante el festival Barock82. Como álbum, Silencio marcó el debut y despedida de un trío de veinteañeros (el grupo se completaba con Hugo Foigelman y Alejandro Fiori) que hizo de los sintetizadores, las secuencias y de las máquinas de ritmo un elemento nuclear de sus canciones. Sus 12 tracks dan forma a un pack techno imbatible que aun es recordado como uno de los mejores discos de su año, teniendo como compañeros generacionales de batea a Oktubre (Redonditos de Ricota), Signos (Soda Stereo) o Llegando los monos (Sumo).

“En esa época salimos como la banda del año en las encuestas pero yo no tenía plata ni para subir al colectivo. Recuerdo haber sufrido mucho cuando salió el disco porque sentía que no lo había mezclado al nivel que teníamos en vivo, y consideré que ese había sido mi error como productor. Pero creo que lo mezclé como un clásico y eso al final es más interesante que hacer un disco que refleje un momento particular, aunque eso es algo que comprendí con los años. Siempre sentí que como productor no había estado a la altura de la música que hacía esa banda”, dice Daniel sobre aquellos días.

¿Alguna vez reflexionaron los tres sobre la importancia de Silencio para el rock local?

– No lo hicimos. Cuando lo grabamos estábamos listos para no seguir tocando juntos. Cada uno tenía otros planes.

Claro, era una época en que todo músico tocaba con varias bandas.

-Es cierto, porque todos tocaban con todos. Hay un video que da vueltas (NdeR: Se refiere a un show de Los Encargados en el Teatro Santa María y que puede verse por YouTube) que representa más a Los Encargados en vivo que otra cosa que hayamos grabado. Hoy me agrada que el disco se haya transformado en algo valorado, en un clásico al que escucho con mucho placer. Cuando charlo con amigos, bastante en joda, les digo que nunca me crucé con alguien de los que me tiraron fruta en el Barock82. Me encantaría encontrarme con el hippie que me tiró con un pedazo de concreto al que pude eludir y que terminó rompiendo un equipo, algo que de tan horripilante ya no sucede más. En ese festival todos creían que hacíamos playback, y para colmo veníamos antes de Riff. Pero los hippies sabían muy bien que querían, lo que les gustaba o no. Hoy me da la impresión que la gente está pendiente de un mensaje en el celular, por eso el hippie que me tiró una lata de paté, ese tipo me tiró su almuerzo. Eso me parece más fuerte que un tweet. A ese desprecio lo valoro.

¿Te llegaron propuestas para reformar a Los Encargados?

-Creo que sí pero no le presté atención. Me parece mucho mejor irme por las ramas que volver a las raíces.

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El show: Presentación No Formal

“Para mí no existe eso de presentación de un show”. Melero le escapa a las convenciones formales a la hora de hablar de la nueva oportunidad que tendrá el público para palpar en vivo la dinámica de su Atlas. “Cómo es debido vamos a tocar los temas nuevos. Por otro lado, este tipo de shows son más largos de los que a mí me gustaría que fuesen. Creo que había algo maravilloso en las épocas que los shows duraban unos 20 o 30 minutos porque se concentraba mejor la atención. Pero cómo será, el orden que tendrá y esas cosas las veo poco tiempo antes junto con quienes me acompañan porque tiene mucho de juego. No siento que estoy ante la idea de presentar algo, aunque siento que me presento yo, me represento. Estas canciones son la música que nos gusta tocar hoy, pero también tenemos en cuenta al público, por eso tocamos otras canciones. Es que siento que el archivo no me molesta y no les molesta a aquellos que suben al escenario conmigo para ser parte de un nuevo archivo”, concluye.

Daniel Melero presenta Atlas. Sábado 27 de agosto a las 21hs. En Caras&Caretas, Venezuela 330 (San Telmo). Apertura: Yuliano Acri, tocando canciones que serán parte de Prestigio Romántico, su primer álbum solista.