A veces el mundo parece a punto de volar por el aire. Otras explota, literalmente, y casi todos los días se desangra en goteos mudos. Cecilia Zabala encontró su antídoto cotidiano construyendo una obra vital y puntillosa por afuera de los circuitos comerciales y, al mismo tiempo, asumiendo el compromiso para que su música llegue a todo aquel que quiera escucharla. En El color del silencio, su nuevo disco, abraza al contraste como su aliado determinante: frente a desastres globales, locales y acaso propios, composiciones íntimas, francas y profundas.
Tenía varias músicas terminadas, pero llegó el momento de cerrar cuáles grabaría y ahí el disco tomó su forma definitiva. Fue entre noviembre y diciembre pasados y todo se nos venía encima. Los atentados en París, el balotaje acá: todo pintaba mal y no nos faltó razón. Ante ese universo oscuro y avasallante me salió resistir desde la belleza. Por ese lado van las composiciones. Desde el vamos supe que quería hacer un disco completamente sola. De guitarra y voz, para dialogar y hacerme fuerte desde un espacio íntimo, explica la guitarrista, compositora y cantante.
En los últimos años Zabala casi no se tomó descansos. Construyó una sólida y rica carrera solista que incluye Fronteras (2015, junto a Philippe Baden Powell), Violeta(2013), Presente Infinito (2011), Pendiente (2008) y Aguaribay (2007), y giró por Argentina, Latinoamérica, EE UU y Europa. Zabala se mueve en un terreno construido en base a folklore argentino, con excursiones a ritmos latinoamericanos su debilidad por Brasil es notoria, pero sin desdeñar elementos del jazz y su formación clásica.
El color del silencio reúne 14 composiciones que se reparten entre una mayoría de instrumentales algunas interpeladas por sinuosos tarareos y cinco canciones con letra. El título no resulta caprichoso. Se trata de miniaturas entre el folklore local y regional construidas en base a colores y silencios. La belleza melancólica de Milagro, el canto sobresaltado de Las lleva el viento, el palpitar ancestral de Comming Home, el emotivo crescendo de Azul de madrugada y el encanto triste de Gris y amarillo son sólo algunas muestras de un trabajo sin pasos en falso.
Dueña de una gran técnica, Zabala no se deja llevar por las tentaciones de las destrezas huecas. Todo debe estar al servicio de lo estético y de la emoción. Es una premisa que tengo desde siempre. Lo que más me interesa es conmover. «
Cecilia Zabala se presenta el jueves a las 21 en Bebop Club (Moreno 364). Invitado: Miguel Cantilo.