Muchas veces los proyectos surgen de lugares no esperados.  O de la fusión de varias ideas que forman una nueva. Tomar los orígenes de un artista de culto, para homenajear también a una época y hacer una comedia romántica a la vieja usanza, dejándose lugar para ficcionalizar libremente una biografía, fue lo que hizo en su tercer largometraje el director Mateo Bendesky –Acá adentro (2013), Los miembros de la familia (2019)–. A apenas Bendesky encaminó el proyecto le propuso a su amigo Martín Piroyansky protagonizarlo. Así es como le dieron forma a El método Tangalanga, el film que este jueves llegará a los cines.

En la película se narra cómo un tímido empleado corporativo da un giro en su vida cuando participa de una sesión de hipnosis que lo libera de sus inhibiciones. Aquella experiencia de trance vivida saca a la luz a un alter ego desenfrenado y mordaz que, con el teléfono y la labia como herramientas, se dispone animar a un amigo convaleciente. “Es una peli que nunca me hubiese imaginado hacer, pero Mateo es amigo y siempre supe que iba a estar buena. Porque aborda esa especie de mito, el origen del Doctor Tangalanga, desde diferentes aristas como la comedia romántica y una parte onírica, medio fantasiosa, que siempre es divertido de hacer”, admite Piroyansky. Para el actor el gran hallazgo del guión (escrito por Bendesky, junto a Sergio Dubcovsky y Nicolás Schujman) es erigir una narración que trasciende las llamadas telefónicas y es más que una estricta biopic: “El foco, más allá del origen para muchos desconocidos, pasó a estar en la parte que la libertad creativa puede aparecer. Hubo un puntapié inicial verídico pero se agregó la idea de cómo su pudo haber creado un vínculo amoroso y en el modo en que el protagonista vence, a través de la hipnosis, la timidez y descubre otra personalidad. Eso es original, un hallazgo. Era un guión muy bueno.”

El método Tangalanga está ambientada a principios de los ’60. “Mateo es obsesivo y todo lo que aparece en cámara, desde el vestuario hasta las locaciones, hasta la manera de hablar, fue pensada y trabajada para trasladarnos a esa época. Para mí es como una versión local de La máscara, como que me hizo acordar, en el proceso que vive el protagonista, no sé”, sostiene el actor. Para Piroyansky el film de Chuck Russell de 1994 fue de esas que dejan marca. “Esa película es la que me llevó a querer actuar, me cambió la vida, era fanático de Jim Carrey y todo. Así que fue importante para mí. Entonces cuando mi amigo me vino con esta idea, fue una combinación interesante a la que no pude decir que no, porque me tocaba de manera personal también, de alguna forma inesperada”, agrega.

–¿Fue difícil armar el personaje? ¿Es un desafío saber que muchos saben quién es y quizá los más jóvenes no tienen idea?

–La idea siempre fue no imitarlo, sino encontrar ese personaje en mí. Además, que tiene dos aspectos, cuando era Tangalanga, cuando se soltaba para ser gracioso o desubicado, y cuando era simplemente el oficinista tímido que tartamudeaba. Lo fui elaborando, no fue fácil, sobre todo para encontrar el tono o la manera de hablar y separar esos dos aspectos que el personaje tenía que tener para sostener la trama. Pude encontrar un timbre de voz que no es el mío, el que uso en mi vida, y que de alguna manera termina de dar forma al aspecto de época que se busca en la peli, pero sin directamente asociarme a las jodas que todos escuchamos.

–¿Te gustó que también tenía escenas fuera de la comedia?

–Sí, claro. La película es mucho más compleja de lo que muchos imaginan. Tangalanga puede generar el prejuicio de que esta tendría que ser una comedia más chata o basada solo en el humor, pero acá se buscó explorar otros territorios: hay romance, drama, partes que dan bronca, injusticias, tristezas, adrenalina. De todo. Eso me encantó. Además, últimamente dirigí y actué en proyectos míos. Estuve en set donde no tenía un minuto, ya que tenía que estar atento a muchos aspectos generales y de alguna manera me gustó volver a solo actuar. Para tener más tiempo en buscar detalles.

–¿Fue fácil desprenderse de esas responsabilidades?

–Fue raro. Entre escena y escena, veía que se ponían a armar y mover cosas, y medio que no sabía qué hacer. Pero visto ya con todo terminado me doy cuenta que fue bueno, porque me dediqué mucho a actuar. No me pasó como cuando llegó al set con la composición del personaje muy trabajada, porque lo inventé, sino que en el rodaje tenía tiempo de reflexionar qué es lo que haría. Sobre todo, encontrar la emoción, lo cual vino bien, ya que tuve escenas de llanto y depresión, que a veces no son fáciles. Además, el look, el peinado y el maquillaje, algo que siempre le presto mucha atención, estaba medio resuelto, así que fue de gran ayuda para entrar en personaje. Obvio que hice mis sugerencias. Fue ideal para crear un lindo clima y poder lograr los objetivos. Pudimos crear los ambientes propicios para cada escena, y sobre todo divertirnos, que en una película como esta es clave. La típica: si uno no la pasa bien haciéndolo, es difícil transmitir eso para que el espectador se divierta o sienta lo que uno quiere que sienta. Es una historia amena, que deja energía positiva luego de verla.

–¿Sentís que la comedia es necesaria para afrontar la compleja realidad actual?

–Parece ser un momento fértil para las comedias. De golpe en festivales como Cannes o Toronto, hay comedias en competencia oficial.  De hecho, el director sueco Ruben Östlund el año pasado ganó la Palma de Oro con una comedia intelectual que se llama Triangle of Sadness. Y hay series de humor negro, de crítica solapada mostrando lo ridículo de ciertas cosas y lo que se te ocurra. La comedia está llegando a lugares nuevos, antes reservados para otros géneros supuestamente más profundos. Aparecen todo tipo de comedias y un poco, todos los demás se vuelcan hacia este género de una u otra forma. Hoy hay fusiones como el drama con comedia, terror y ciencia ficción con sarcasmo, y demás.  Eso es bárbaro. A mí me gustan y me siento cómodo.

–¿No tenés temor a estar encasillado?

–No me preocupa que me encasillen en la comedia. Vengo haciendo tantas comedias que un poco estoy encasillado en ese lugar, me llaman para hacer eso y es verdad que me sale por ese lado cuando escribo lo propio. Pero tranquilo. No es necesariamente lo que más me interesa, pero bueno me sale natural, mi familia era de reírse o de buscar el lado cómico de todo, mis abuelos, mis viejos. Mi casa era un lugar con mucho humor. Eventualmente me gustaría ir haciendo otras cosas, volcándome hacia otro lado. Como espectador no miro comedias. Me la paso viendo pelis de todos los géneros y de todos los países, pero no comedias. Miro todas las plataformas, me encanta ir al cine, aprovechar toda la oferta de formatos que hay, y busco cosas que me gusten. Pero siento que me nutro más mirando otros géneros que comedia, paradójicamente.

–¿Cuándo fue el momento que el actor se volvió escritor y director también?

–Yo actúo de chico. Y muchos directores que tuve me dijeron que tenía una mirada de director, como Ariel Winograd en su momento, que me vio inquietudes por eso. Entonces empecé a indagar, anotar ideas y a tratar de llevarlas adelante: hoy me siento más director que actor. Me interesa más, lo que pasa que muchas veces termino actuando porque me gustan los personajes o esta buena la propuesta, y la verdad que no tengo demasiada imaginación, o sea que todo lo que escribo es una reinterpretación de cosas que me pasan a mí y trato de ver que es interesante y que no de la vida para armar algo. En general nadie tiene la suerte de que le pasen cosas demasiado interesantes, entonces a veces hay que exagerar, agregar algo aquí y allá, por lo que me interesa el armado en general de las cosas. «


El método Tangalanga

Dirigida por Mateo Bendesky. Con Martín Piroyansky, Julieta Zylberberg, Alan Sabbagh, Rafael Ferro, Luis Machín y Silvio Soldán. Estreno: 19 de enero. En cines.


El hombre detrás del personaje indescifrable

El Doctor Tangalanga, el zar nacional de las bromas telefónicas, siempre con su gorra y su barba falsa como protección, apareció de golpe, sin que muchos supieran sus orígenes o como esa habilidad nació. Primero fue haciéndose un nombre con cassettes mostrando su habilidad para hacer enojar a otros, así como la capacidad para elaborar relatos delirantes, dependiendo del interlocutor. Años más tarde llegaría la tele: en Peor es nada, mítico programa de Jorge Guinzburg y Horacio Fontova  fueron las primeras apariciones, para luego ir haciéndose un lugar (que le permitió hacer teatro y presentaciones en vivo),  hasta llegar a ser parte del staff de programas de humor como Café Fashion y estar contando chistes en lo de Susana Giménez. Lo que pocas sabían era que Julio Victorio De Rissio, el verdadero nombre de Tangalanga, trabajó con la diva en su famoso comercial de jabón, ya que durante años fue gerente de publicidad. Pero el destino lo llevó a ser famoso como humorista. Tuvo fanáticos como los músicos Luis Alberto Spinetta, Javier Malosetti, Ricardo Mollo y Diego Arnedo. Esta película es «un homenaje libre. Es un film difícil de catalogar y no es lo que uno espera si te dicen que es una comedia que cuenta la génesis del personaje por detrás de lo que se conoce”, admite Piroyansky. “Muestra además al hombre común: al que quizás le pasan cosas o descubre aspectos de él mismo que ni siquiera imaginaba”, dice el actor y director que sigue esperando la luz verde para filmar la segunda temporada de Porno y helado, la serie de Amazon Prime Video que tuvo buena repercusión el año pasado.