Marilina Bertoldi se presentó en el Festival Futurock el sábado pasado y dio uno de los shows más intensos de la noche. La cantante y compositora se apropió del escenario con su voz y carisma, y muchas de las mejores canciones que se pueden escuchar hoy en la escena local de rock. Usó un traje que dejaba ver parte de su torso desnudo y lo curioso fue que la red social Instagram censuró esas fotos de Bertoldi.
La artista santafesina formó parte de la banda Connor Questa entre 2010 y 2015 y posteriormente emprendió su carrera como solista. Su talento la llevó a convertirse en la segunda mujer en ganar un Gardel de Oro y su convicción, a plantarse frente a una de las industrias más machistas que existen y decir: “la única mujer que ganó este premio fue Mercedes Sosa, hace 19 años. Hoy lo gana una lesbiana”.
Bertoldi no necesita un micrófono para hacer escuchar su mensaje. Cuestionar el status quo pareciera sonar más fuerte que el más potente de los amplificadores. Ser mujer rockstar y no groupie, incomoda. Ser lesbiana y proclamarlo, incomoda. Postear en el feed de Instagram una foto de su look con los pezones al descubierto perturba la lógica de las redes sociales.
La artista decidió, tras su presentación, subir a su perfil personal una foto que la mostraba en su traje blanco con tetas inclusive. Podríamos decir que hizo uso del paquete completo de las buenas prácticas de Instagram: posteó una fotografía en un evento popular y provocó una cascada de interacciones en su cuenta de más de 125 mil seguidores. Bertoldi hizo lo que todos aquellos que formamos parte del mundo de las redes sociales haría. Llevó a cabo el imperativo de las redes: compartir.
Si el racionalismo nos dejó con la idea de que “pienso por lo tanto, existo” hoy las redes sociales proclaman un “posteo, luego existo”. Las plataformas nos alientan constantemente a participar, comentar, compartir y postear, ese es su capital. Marilina compartió pero, una vez más, no como se debe.
¿Por qué llaman la atención los pezones de Bertoldi en un espacio plagado de cuerpos? ¿Quién determina aquello que puede ser compartido?
Nuestro comportamiento en sociedad es regulado por un conjunto de leyes que nos indican qué podemos y qué no podemos hacer. Estas leyes fueron construyéndose y modificándose a lo largo del tiempo conforme la sociedad ha ido transformándose. Esta evolución en la ley trae consigo nuevos derechos los cuales han sido conquistados a partir de las batallas dadas por personas que, como Marilina Bertoldi, tienen vocación de molestar.
Sin embargo, la regulación de los comportamientos en las plataformas sociales nos precede. Cuando abrimos una cuenta en Instagram o cualquier otra red debemos aceptar ciertas reglas para poder ser parte de la sociedad en red. Si no aceptamos los “Términos y condiciones” no podemos ser usuarios; si no somos usuarios, para la red no existimos.
Es a través de este conjunto de reglas que podemos darnos cuenta de que Instagram, al igual que otras redes, tiene ideología. Aquella ilusión de inocencia y transparencia de las redes que recorre el inconsciente colectivo es (spoiler alert) una gran mentira.
Para sorpresa de nadie la ideología de Instagram responde a los parámetros de una sociedad que admite sólo algunos tipos específicos de desnudez y ciertos tipos de cuerpos. Las tetas que venden lencería están bien pero las que protestan no van. Las mujeres desnudas patrocinadas por alguna marca se distribuyen, pero las mujeres desnudas protestando son dadas de baja.
Cuando las tetas son sacadas de un contexto de consumo publicitario o pornográfico son sólo otra parte del cuerpo humano y eso, no vende. Mostrar nuestros pezones para cuestionar tampoco vende, sino que incomoda. Marilina con su traje blanco y sus tetas que no pueden ser monetizadas por Instagram, nuevamente, incomoda.