Haber sido una protagonista activa cuando el rock local era muy diferente a lo que se transformó décadas más tarde le dio un poder de observación del que hoy difícilmente se aparte. Algunas y algunos todavía la asocian a Charly García (fueron pareja en los tempranos ’70 y tienen un hijo), pero lo concreto es que María Rosa Yorio comenzó a construir una carrera propia aún en un género y un tiempo donde los hombres parecían protagonistas excluyentes.
Su recorrido creativo también incluye haber sido parte vital de PorSuiGieco (el primer supergrupo de nuestro rock formado por Sui Generis, Raúl Porchetto y León Gieco), Los Desconocidos de Siempre (junto a Nito Mestre) y una carrera solista que fue particularmente intensa en los ’80. Desde hace rato es reconocida como una auténtica pionera (algo de lo que parcialmente reniega), que supo construir canciones, discos y emociones en un mundo difícil para las mujeres.
Hasta hace pocos días sus últimas canciones pertenecían a Asesina serial (2002), un álbum que pocos recordarán porque no fue apoyado como merecía. Un poco más acá, en 2019, lanzó Asesínenme. Rock y feminismo en los años 70, una autobiografía donde dio a conocer aspectos íntimos y confesionales de su vida en los escenarios, su relación con sus pares y su matrimonio con García del que mucho se habló en su momento. Hoy exhibe con entusiasmo “Beepolar”, un single que vale por sí mismo y, al mismo tiempo, que es parte de una serie de lanzamientos que más adelante confluirán en un nuevo disco solista.
“Volver a ofrecer música es simplemente algo muy lindo. Creo que estoy mostrando a una cantante afianzada y que sabe lo que hace. No quise volver con viejos esquemas, con lo de siempre o con una voz recauchutada (risas). Por eso estoy mostrando lo que estoy mostrando. Si bien es una canción brava, porque habla de una crisis de algo que me relataron, creo que se trata de algo que está muy acorde con los tiempos actuales. Del otro lado recibí mensajes de cariño y son de mucha buena onda en la recepción”, explica Yorio.
–Una canción como “Beepolar” te trajo de nuevo a la música. Contame el origen del track.
-Fue todo por un alumno de mis clases de canto. Él es un buen músico, pero le costaba sacar la voz por tensiones de la vida. Esas cosas se ven mucho en las clases porque la voz nace del cuerpo y como docente lo notás. Pero un día me trajo unas ideas, las desarrollamos y cuando nos dimos cuenta estaba una canción con todas sus partes, que daba para ser trabajada. Después lo contacté a José Luis Fernández (ex La Máquina de Hacer Pájaros), a Guido Spina y a Juan Tordó en guitarras, teclados y batería respectivamente. El último paso fue en un estudio para terminarla y subirla. Ahora ya está ahí donde todos escuchan música.
–“Beepolar”, como nombre, puede llevar a muchas interpretaciones. ¿Cuál es la correcta?
-Bueno, básicamente tiene que ver con los estados de ánimo que creo que atraviesa toda la humanidad. Se llora mucho, de repente se ríe, o se trata de buscar alternativas frívolas para volver a la risa de otras décadas. Es un estado de ánimo que yo creo que todos tenemos en algún momento de nuestras vidas.
–¿Cuánto hay de posible confesión en ese aspecto?
-Ahí hay algo que es un juego musical por más que no sea una historia real, pero es una letra propia que se vivencia con el momento. Imagino que se trata de una persona que despierta de mil sueños y cada uno puede interpretarlo personalmente. Pero más allá de eso, de lo personal, también hay algo de mi experiencia como cantante donde hay mucho de liberación. Los artistas tenemos ese plus, porque uno puede escribir una canción triste pero al rato eso lo pone contento y se va a quedar con la alegría de haber expresado ese sentimiento por haberlo transformado en una canción.
–¿El single es parte de un disco que viene en camino?
-Cada dos semanas vamos a subir una canción a las redes. Para mí es una liberación poder sacar singles porque tiene que ver con la economía de un país donde es muy difícil mantenerse. Nuestra economía es un embudo donde entran cuatro o cinco y no todos los artistas pueden subsistir eternamente. Antes era difícil acceder a hacer un disco, pero con esta capacidad de subir canciones vamos a subir más cosas, sobre todo porque tengo mucho material pendiente por publicar y me voy a dar el gusto de publicarlo sin mucha demora. Un disco seguro saldrá, pero no tengo presiones porque las distribuidoras reciben miles de canciones por mes y nadie estará preocupado si no le mandás tus canciones. Esto en realidad surgió porque el INAMU recuperó viejo material mío que le interesó y luego lo apreció una distribuidora musical como Faro Latino. En no muchas palabras eso fue lo que hizo que lancemos a “Beepolar” como canción.
–Hoy muchas chicas del mundo de la música te ven como pionera. ¿Lo observás de esa manera?
-Sí, por supuesto, claro que sí. Me gustaría más que me llamen a tocar (risas). De todas formas, yo no quiero ser pionera para que me pongan dentro de un cajón, porque no me gusta que me relacionen con una época y que soy sólo de ahí. No me gusta que me lleven al bronce. Por ejemplo, en el CCK hay una movida muy linda de jóvenes mujeres y a mí me está costando entrar, me gustaría estar. Es lindo ser pionera, pero hago música nueva y no me llaman. Estuve ahí cuando estaba empezando todo, tuve un hijo que prácticamente eduqué sola… Ok, soy pionera pero déjenme vivir también (risas).
–¿Sentiste en tus comienzos en la escena del rock cierto menosprecio por tu laburo?
-No… (piensa). Yo no componía pero tenía al lado a un personaje como Charly García que era una tromba de compositor, todos los días. Digamos que era inevitable sentirse un poquito no importante, aunque tendría que haberme puesto a estudiar música en ese entonces. Pero yo fui educada en un contexto donde el hombre era el importante, así que digamos que yo elegí ubicarme en un espacio más tranquilo. Por eso Charly compuso para mí “Bubulina”, porque yo era el personaje del globito en la mano, no especuladora, ni haciendo alianzas de las situaciones. Era sencilla, no era consciente de hacer un mango. Donde más sentí el machismo fue cuando fui solista en los ’80, porque para que te des una idea, en mi disco Puertos (1986) me enteré lo que tenía que cantar en el estudio de grabación y donde nada pude decir. Eso me costó y creo que por eso entraron un poco las sustancias en mi vida.
–Tu libro Asesínenme. Rock y feminismo en los años ’70 tiene mucho de confesional. ¿Cómo lo ves ahora, a la distancia?
-Creo que es un libro que me sacaron de las manos, me hubiese gustado que fuese más largo. Lo veo como algo en el que cuento cosas muy íntimas y bravas.
–Esa situaciones se reflejan en tus relatos sobre las infidelidades de Charly, pero también cuando hablás sobre el aborto. ¿Cuánto costó liberar esa intimidad?
-Toda la escritura la hice sola. Recuerdo que en ese momento era 2018 y surgía el movimiento verde y al escuchar a las chicas me animaba a poner lo que puse en el libro, antes de eso no iba a escribir nada de ciertas cosas, pero me animé y lo hice. No fue soplar y hacer botellas lo que quería con el libro. Podría haber puesto una serie de ensayos graciosos y recitales, pero nunca quise hacerlo. Recuerdo que llamé a gente para preguntarle si tal o cual suceso que vivimos juntos era así como yo lo recordaba, y al rato me respondían que sí, que era tal cual. Bueno, creo que el libro tiene esa sinceridad de la que hoy no me arrepiento. Fue un libro donde me parí (risas) para escribirlo. Y así salió como salió.
Una canción de María Rosa Yorio. Músicos: José Luis Fernández (bajo, guitarra, órgano Hammond y sintetizador), Guido Spina (teclados), Juan Carlos “Negro” Tordó (baterías). Disponible en todas las plataformas musicales.
Las nuevas chicas
Para María Rosa Yorio, la fuerte irrupción del movimiento feminista afectó decididamente al rock hecho en esta parte del mundo. “Hay chicas que hacen cosas verdaderamente fantásticas en nuestro país. El surgimiento de las listas en las redes y plataformas musicales me permitió conocer a muchas músicas talentosísimas que abandonaron parámetros de otras épocas, de otras voces inclusive, porque yo recuerdo que no hace mucho tiempo atrás todas las voces que escuchabas de cantantes jóvenes eran voces suaves, lo que se llama voces chiquitas. Lo que quiero decir con esto es que no está mal tener ese tipo de voz, para nada, y que se entienda bien lo que digo, pero lo que me gusta ahora es que esas voces no son las únicas que podés escuchar. Yo siento que hoy por hoy encontrás voces locas, como lo que se escucha de Eruca Sativa, o lo que hace Barbie Recanati, que trabaja mucho su voz. Bueno, hay muchas más ahí afuera como una cosa de este tiempo, y ahí es donde notás riqueza y fuerza”, destaca la cantante y docente.