Hay quienes dicen que la vida es una sucesión de asuntos pueriles que se superponen con una terquedad insolente. Esas mismas mentes desconfiadas –incluso– sostienen que la aparición de ocasionales momentos de mayor significancia sólo tiene como propósito subrayar su casi omnipresente ausencia. Sin embargo, pesimistas y optimistas, gregarios y misántropos, seres de luz e infortunados sin suministro eléctrico espiritual, suelen coincidir en que –ante lo inevitable de la existencia y de su final– nunca está de más echar mano a todo aquello que sea capaz de conmovernos. Manuel Moretti amó las canciones desde su infancia. Escucharlas, pensarlas, soñarlas y, finalmente, hacerlas. Con ellas comenzó a construir un camino en el que no faltaron las sombras, los sobresaltos y las dudas. Pero que gracias a su tenacidad y talento parecen haberlo traído hasta un presente de prosperidad profesional y personal.
Para los más distraídos, Moretti es la voz, la cara, el compositor y líder de Estelares. La banda platense lanzó recientemente Un mar de soles rojos, su noveno disco de estudio, que presentará oficialmente este sábado en el Gran Rex. Una suerte de celebración que se abrió paso entre las brumas de la pandemia para llegar a un presente donde también hay lugar para emociones más luminosas. El disco refrenda la idoneidad y estilo inconfundible del grupo: esa vocación cancionística casi transversal, esa melancolía que puede mutar en un optimismo agridulce, ese cuidado por las melodías y las palabras que hoy parecen una costumbre en desuso. Todo eso con interpretaciones cada vez más precisas y una producción acorde a una banda que no está dispuesta a dejarse estar.
La pandemia no marcó necesariamente el clima que transmite Un mar de soles rojos, pero sí determinó su modo de producción: “Es un disco pandémico en cuanto a que casi todos los temas los compuse en casa, durante el período de aislamiento. Fue un gran motor para ahuyentar fantasmas, para dedicarme a lo que más disfruto, que es hacer canciones. Postergar aunque sea un rato la incertidumbre y/o el miedo que marcó toda la primera etapa de la llegada del virus. Pero el disco tiene canciones con historias y climas muy diferentes”, detalla Moretti en diálogo con Tiempo.
–El tema “Miedo” sí parece una postal exacta de aquel momento.
–Sí, lo es. Es la canción específicamente pandémica del disco. De cuando estábamos encerrados, aterrados y no podíamos dormir. O al menos eso me pasaba a mí. La neurosis puede atacar en cualquier momento, pero en las horas del silencio suele tener más resonancia. Lo loco es que esa canción me salió casi de un tirón. Una madrugada, mientras mis hijas y mi mujer dormían, agarré la guitarra, puse rec y aparecieron la melodía y buena parte de la letra. Las palabras brotaron y combinaban casi perfectamente. Parte de la letra me dejó pensando… Porque dice “A veces el miedo es poco, a veces el miedo aburre”. Y en realidad no me representaba tanto: lo que yo sentía era mucho más denso y pesado. Pero logré entender que esas palabras convivían bien en la canción y, de alguna manera, le di prioridad al oficio y a comunicar mejor. Opté por ser más generoso con el tema y postergar cierta fidelidad exagerada a mis emociones.
–Tus canciones siempre cuentan historias y dejan atrás cierta era de las imágenes que en algún momento fue casi omnipresente en las letras del rock argentino. ¿Es algo buscado?
–De alguna manera nos formamos con ese ideario, pero a mí me pega diferente: las imágenes me ayudan a empezar. Compongo las letras a partir de cierto, digamos, fotograma que me aparece en la mente y después voy desarrollando naturalmente algo así como un corto o videoclip. “Montañas de amor” (Las lunas, 2019), por ejemplo, surgió a partir de que me imaginé caminando con una chica, recolocados los dos, a las 4 de la mañana en La Plata. Me vino la escena y después se sumó todo el resto. Creo que si me propusiera contar una historia de una, no me saldría o me quedaría muy mal.
–Los tiempos cronológicos no dan, pero “Habrá que aprender a amar” parece cristalizar este presente de discursos de odio y proscripciones.
–Es uno de los pocos temas que ya tenía hecho desde bastante antes de la pandemia y decidimos ajustarlo y grabarlo ahora. Escribí esa letra a principios del 2016, por el desasosiego y la tristeza que me producía lo que estaba pasando y todo lo que faltaba para que termine. No es muy difícil de interpretar a qué se debía esa desolación. Coincido en que encaja con algunas cosas que estamos viendo ahora.
La banda platense que se encamina a cumplir 30 años de carrera parecía condenada al prestigio y cierto gris confort que implica ser considerada una banda de culto. Hasta que la edición de Sistema nervioso central (2006) los puso frente a la consideración de las mayorías y sus melodías coparan hasta las canchas de fútbol. Un mar de soles rojos extiende la vocación de Moretti y compañía por respetar su estilo, perfeccionarlo y enriquecerlo. El estribillo optimista de “Tiempos dorados”, la entrañable reflexión de “Padre”, la tierna postal de “Loco”, la melancolía envolvente de “Encantan”, la oscura y triphopera “Miedo” y el vals a la Nick Cave “La melodía más triste del mundo”, entre otras, confirman que Estelares sigue transitando su propio camino con determinación y ganas de más.
–Como compositor, con tantos discos y un estilo muy definido. ¿Cómo manejás el equilibrio para que las canciones suenen a Estelares y, al mismo tiempo, encontrarles nuevas vueltas de tuerca?
–Disfruto mucho haciendo canciones. Pasó mucho tiempo, pero siento que siempre hay más por hacer y decir. Algunas canciones que hago me parece que no van para Estelares y las dejo a un costado. Pero cada nuevo tema es una oportunidad maravillosa de decir algo nuevo y decirlo mejor. Siento que me queda una vida de canciones por delante. Hace cuatro o cinco años que me gusto también como intérprete. Eso quizás mucha gente no lo sabe, pero son etapas que uno debe superar y por suerte hoy estoy en un momento de disfrute.
–¿Cómo fue eso?
–En un momento empecé a no gustarme nada como cantante. Cuando llegamos a nuestro primer Gran Rex me parecía horrible lo que hacía. Para sostener algunas notas usaba un vibrato muy feo y no sabía cómo salir de eso. Hasta que me recomendaron a Raúl Cariola, que laburó con Cerati. Él me ayudó a reacomodar tres o cuatro cositas y me cambió la vida. Tengo otro aire, me siento mucho más cómodo y ahora disfruto en vivo. Raúl me hizo reencontrarme con mi voz y sacar lo mejor, algo que después de Sistema nervioso central se me había hecho muy cuesta arriba.
–¿Para cuándo un disco solista?
–Ya va a llegar. No tengo apuro. Canciones no me faltan, lo que no tengo es tiempo. Pero se va a dar naturalmente. Ahora estamos disfrutando de Un mar de soles rojos y de tocar un montón en vivo, cosa que extrañábamos muchísimo por el parate que impuso la pandemia. A mí me gusta mucho el tango y en mis shows como solista metía varios, alguna cosa de Leonardo Favio, Roberto Carlos y temas míos, claro. En algún momento quiero dejar algo registrado, pero no tengo apuro. «
¿Cuándo?
Estelares presenta Un mar de soles rojos el sábado 17 de diciembre en el Gran Rex, Av. Corrientes 857.
Nuevas dinámicas de trabajo
La banda que hoy conforman Manuel Moretti (voz), Víctor Bertamoni (guitarras), Pali Silvera (bajo), Javier Miranda (batería), Guillermo Harrington (guitarras y coros) y Eduardo Minervino (teclados) ya tiene casi 30 años de carrera y va por más. En ese recorrido cambió notoriamente su convocatoria, pero también la dinámica de trabajo interna.
“La verdad que yo estoy cada vez más conforme con nuestros discos. La banda es una gloria total, los chicos son súper talentosos y creo que encontramos la mejor mecánica de laburo. Ya en los últimos dos discos empecé a grabar las canciones en casa, como si fueran demos. Me compré unos fierros potentes y la calidad es buena. Después, eso se trabaja entre todos en la sala y con cuatro o cinco ensayos estamos listos para la grabación definitiva. A veces en la voluntad de incluir todas las opiniones las canciones pierden dirección. De esta manera suenan más frescas y ricas”, advierte Moretti.
La dicha en movimiento y el Covid
“Antes de la pandemia estaba ejerciendo la dicha. Me acuerdo que se lo contaba a mi terapeuta. Estaba muy feliz con la banda, con mi pareja, con mi hija, con mis amigos… Pero la pandemia me llenó de miedos y recién ahora siento que estoy dejando atrás el terror. Creo que me quedó hasta algo en el cuerpo, cierto nivel de contracturas y dolores. En términos psicoanalíticos, creo que todo lo que movilizó o entumeció la pandemia está en nuestro inconsciente. Habría que estudiarlo”, puntualiza el cantante y compositor.
-¿Hace muchos años que hacés terapia?
-Hace mil años, sí.
–Más allá de la búsqueda de un bienestar emocional, ¿puede funcionar como un espacio creativo y hasta lúdico?
-Totalmente. Es un espacio creativo. Lo disfruto, para mí es un placer. El psicoanálisis te abre las puertas a un universo simbólico riquísimo que permite múltiples usos y lecturas.