Como si fuera una apuesta en algún lugar recóndito, más bien lo que la literatura policial denominaría tugurio, una parte de Hollywood pone sobre la mesa El Guasón (Joker), la otra, rival acérrima, Maléfica: Dueña del mal.
La segunda se acaba de estrenar en Buenos Aires, y la primera ya lleva unas semanas. Y son acaso los símbolos más salientes del cine que parece avecinarse, incluso en las grandes ligas como Hollywood. La primera -minoritaria-, apuesta al cine prácticamente como se concibió: con el truco mecánico propio del celuloide, en el que hombres y mujeres eran dueños y responsables finales y totales de la manipulación que implicaba el artificio cinematográfico. La segunda apuesta todo -o casi- a la dirección de arte, donde, en una crecida que ya asusta, el algoritmo decide más que la pericia humana (sea ésta de la medida que fuese).
Eso es esta secuela de Maléfica: un perfeccionamiento de las técnicas de algoritmos informáticos ya usados en la primera entrega. Tan afecta a creer que la ilusión es la realidad (incluso la verdad), a la vista -como al resto de los sentidos- le resulta más agradable y hasta entretenida. Sin embargo el guión aparece como mero argumento, una señalética que indica cómo seguir la trama antes que como un relato con sus inflexiones dramáticas, conflictos y puntos álgidos.
Cierto que esto no es atributo exclusivo de Maléfica, y que viene prácticamente desde fines del siglo pasado. Pero con Joker aún en la retina, la sensación queda más contrastada. Al punto que, precisamente por esa desconfianza a lo que se ve que solivianta tanta tecnología, uno desconfía de su propia percepción y pasa a visitar las páginas y sitios de Internet que suele consultar, que las hay por afinidad, pero también por buena argumentación de criterios disidentes al propio. Y se encuentra con una extraña sensación de satisfacción y tristeza: puntos de vista al borde la unanimidad acerca de la indudable mejor factura de “Maléfica: dueña del mal” respecto a su antecesora; puntos de vista al borde de la unanimidad acerca de su insulsez.
También hay coincidencias al buen aporte de Michelle Pfeiffer, y menos sobre de las cirugías que la acercan a una persona sin edad pese a hacer de madre de la Maléfica de Angelina Jolie -algo que forma parte de esos dos cines en conflicto que se mencionaron-, aunque sirve para entender mejor a la malvada.
Las dudas sobre las dudas de la propia apreciación se disipan al descubrir que Maléfica está dirigida por Robert Stromberg, cuyos mayores pergaminos han sido ganados con… sí, el diseño de producción. Y si en alguien persiste la desconfianza, el productor Joe Roth termina de clarificar la situación: «Rob Stromberg acababa de trabajar conmigo en “Oz, un mundo de fantasía”. Sabía que sus trabajos como diseñador de producción le había valido sendos Oscar por Avatar y Alicia en el País de las Maravillas”.
La batalla continúa.