Intentar reírse de una desgracia o pensar a la desesperación desde un punto de vista cómico. Así podríamos intentar resumir a una propuesta como Retiro Voluntario, la película que llegó a los cines este último jueves para dar cuenta de una historia donde un simple error se transforma en una bola imparable de situaciones inesperadas. Protagonizada por Imanol Arias, Darío Grandinetti y Luis Luque, el film dirigido por Lucas Figueroa hace foco en lo oscuro de las tensiones laborales actuales, sin descuidar la acción y el humor negro bajo el manto de la comedia. «Creo que el conflicto que se ve en la película no es una pavada, es algo que marcó una época en el campo del trabajo y representa el comienzo mundial de un cambio de sistema. Los laburantes siempre están bajo amenaza y eso puede verse en la pantalla», reflexiona Luque.
Los personajes de ustedes en Retiro voluntario exhiben diferencias notorias, sin embargo la necesidad termina volviéndolos muy unidos.
Luis Luque: El mío es un personaje que es un impune, alguien que busca salvarse, sin tener conciencia sobre el mal que puede hacer y lo hace para sobrevivir casi sin pensar. Creo que una franja importante de nosotros es así, mucha gente permitió que pase todo lo que muestra la película y que vuelva a pasar en estos días. Hay gente útil para las corporaciones, tal vez por necesidad y por no darse cuenta para quiénes son funcionales. Lucas Figueroa es un director extraordinario por cómo maneja los niveles de lenguaje. Sabe cómo es cada actor y la manera en que debe abordar la historia.
Imanol Arias: En mi personaje hay algo ingenuo que lo hace cómicamente patético. No renuncia a su auto, ni a la buena mina, ni a la casa en el country, pero quiere que sea sin costos colaterales. Es de los que se aíslan de la calle, y arman su manera de ver el mundo, siempre tratando de pensar en el ideal, que para él es la posibilidad de agarrar una tangente , de encontrar el hueco para poder salvarse.
¿Sienten la necesidad de reflexionar cuando interpretan este tipo de roles?
IA: Hoy las grandes artes se han separado mucho de lo que es el entretenimiento. Es algo que veo en mi hijo que tiene 15 años, es un buen tipo y quiere ser artista. Pero cuando me oye hablar me dice: «Tu generación frenaba situaciones porque iban en contra de algo concreto. Ahora nosotros vamos por el ‘me gusta’, e intento que acepten lo que hago». Digamos que el sistema te marca y quedás afuera si no te adaptás, así que eso es lo que les toca. Yo soy de otro tiempo, escucho lo que me dicen y no pongo en duda algo de entrada, al menos al principio. Siento que ellos viven una problemática que yo la veo un poco por encima. Tengo 61 años y ya no entiendo nada. ¿Quién manda en el mundo? ¿Quién decide qué se hace o qué no? ¿Qué va bien y qué no? Eso sí, a aquel que dice que puede cambiar las cosas, no le creo. La gente más joven tiene que adaptarse a esta locura de concentración económica, de globalización y paranoia de los beneficios, encontrando un nuevo sistema para sobrevivir. Esta es una situación muy común que afecta de manera diferente a las personas.
LL: Esta es una historia universal. Pero para los argentinos fue una época que nos dejó marca. A veces nos olvidamos porque nos cagan a palos todo el tiempo. Pero esta película nos deja reflexionar sobre aquellos tiempos dolorosos donde se entregó todo sin pensar en consecuencias. Hay también tensión, hay acción y algo de thriller más allá de lo divertido. Yo no soy alguien que hable de política porque prefiero que hablen otros que saben más. Sé que todo lo que uno hace es un hecho político, pero entiendo que lo que a mí más me gusta son cuentos que tengan que ver con la verdad y que siempre tengan en cuenta el amor. El hombre es amoroso, el odio no nos lleva a ningún lado y generar violencia solo enriquece a gente a la que uno quiere combatir. Les das chance a los que quieren ganar, los que les gusta la disputa y necesitan el combate para garcharnos. Eso es una cagada porque caemos a cada rato. Hay que tener cuidado con el odio y la violencia. Siendo alguien con carácter fuerte siempre busco que mis personajes pongan al hombre en un lugar de tránsito de lo real y autentico. Hay muchos actores que entienden que lo que hacen tiene un compromiso político puntual, pero yo me centro mas en tratar de mostrar lo que les pasa a las personas en la situación que me toque relatar. Uno cree en la cultura y en la educación como herramientas, pero este laburo tiene que servir. O lo usas para crecer, para ser mejor mañana, o no sirve. «
El corto más premiado de la historia del cine
En 2011 y con sólo 13 minutos de historia, Lucas Figueroa consiguió lo que nadie había conseguido hasta el momento. Hablamos de Porque hay cosas que nunca se olvidan, una pequeña pero efectiva producción que se alzó con 300 galardones en diversos festivales de cine que le valieron el record Guinness por ser el corto más premiado de la historia del cine. Figueroa, director de Retiro Voluntario (su segundo largometraje) tiene una carrera con base en Madrid que pivotea entre Los Ángeles y Buenos Aires: Soy muy técnico y planifico cada escena, pero me gusta generar un espacio para que el actor pueda proponer y crear. Como egresado de la UBA en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, comenzó su trabajo en el mundo del cine primero como montajista y luego se transformó en director de spots publicitarios. La idea de esta película partió de querer contar una historia con una premisa muy simple: ¿qué pasaría si alguien le da mal la dirección a otro y eso se transforma en una pesadilla en el mundo laboral de hoy? Finalmente, esa idea se transformó en Retiro Voluntario, concluye.