Director de la encomiable Adiós entusiasmo, que este jueves a las 21:30 oficia de función de gala en apertura de la temporada 2018 de la Sala Lugones del San Martín, Vladimir Durán ha residido en Montreal y Buenos Aires, entre otras ciudades del mundo. Ese estilo de vida nómada más propio de los actuales millennials que la generación X a la que pertenece (nació en 1977), que por lo general despierta la fascinación de los que pasan sus existencia en un solo lugar, en él también muestra sus bemoles. Llevo más de 18 años viviendo en la Argentina, o sea más aquí que en Colombia y otros países -recuerda-. El total de mi formación actoral la hice en la Argentina. Ahora estoy rodando mi segundo largo y si bien soy extranjero e incorporo algo de ese mirar desde afuera, tengo que trabajar con actores de acá y con un lenguaje de acá. En algún momento quiero hacer un largo en Colombia, y voy a tener que hacer un trabajo más de un director extranjero que va y busca, ya que en el nivel de los actores no soy local allá, soy local acá.
Adios entusiasmo, de Vladimir Durán. from Un puma on Vimeo.
En Adiós entusiasmo esa localía no sólo resulta elocuente, sino que combinada con su mirada de extranjero permite un visión distintiva de eso que solemos llamar, acaso por pereza, argentinidad. En ningún momento pensé la película como una película argentina. De hecho la coescribí con Sacha Amaral, y la parte del encierro surgió de recuerdos de su infancia con su madre en Brasil. Justamente por ser extranjero no creo que pudiera hacer una película argentina, ni yo pienso en los argentinos. La hice pensando en mi familia, en mi crecimiento en Colombia, en una familia universal. De hecho mis referencias más fuertes cinematográficas son El desencanto (una familia española), O nuestros amores (una familia francesa). Lo argentino no está planteado. Pero me dicen en varias partes que es una película re argentina. Lo que tiene de argentino es el universo que plantean los actores. Pero la película está basada en la relación en una familia brasilera, en la relación con mis hermanos, en mi sensación de crecer en una familia intelectual, ruidosa, numerosa y con poco espacio.En Adiós entusiasmo también se nota esa particular preocupación/ inquietud que Durán tiene por lo actoral. Mi trabajo con los actores es muy de explotar su universo creativo, su estar en escena, que el guión no se imponga sobre el rodaje, que sólo sea una guía. Porque lo que me importa a mí es que los actores se vinculen entre sí y ahí vaya surgiendo el presente escénico de la toma. Sin embargo, eso no significa que se olvide del cine; muy por el contrario: Me interesa mucho documentar lo que está sucediendo. Entiendo que la unidad dramatúrgica en una sola locación y el personaje en off es teatral. Pero siempre digo: no hay nada más cinematográfico que el fuera de campo. Que puede haber partes en las que convergen el cine y el teatro, seguro, pero me parece que pertenece al mundo del cine. Para bien y para mal. Y no falla en su apreciación Durán: Adiós entusiasmo es totalmente cine, producto que, como cualquier otro, para ser tal, debe conservar algunas impurezas.
Durán no tiene pruritos en decir que su conformidad con el producto final es total. Considero a las películas como camino de prueba, de investigación, no como un resultado específico. No me suelen interesar esas películas que son como un relojito, tan bien pensadas, filmadas. Me interesa más en la historia del cine más los directores que se enfocan en el hacer y el hacer y en buscar. Por eso me gustan mucho (Yasujirō) Ozu o (Eric) Rohmer. Obviamente aprendí mucho y ciertas cosas de la película que tenía pensado no me funcionaron tanto y no quedaron, ciertos relaciones y vínculos me resultaron más falsos y no sobrevivieron. Pero es parte de la apuesta, del hacer.
En ese camino de prueba, Durán está en su segundo largometraje, del que se excusa dar detalle con una justificación atendible: Como es parte de un lugar investigación, quisiera darme un espacio para no nombrar las cosas. Lo que sí puedo decir es que tiene algo similar a ésta en cuanto a una sola locación y explorar los vínculos entre un universo de personas. En este caso son un grupo de amigos en unos días de campo y no una familia. Y eso también me permite el trabajo con los actores.
Habrá que esperar ese film alimentando el entusiasmo, entonces. Porque sin buscarlo, Durán vaya donde vaya, ocupa el lugar del extranjero, ese que, a la par que desconfianza, genera la certeza de que se lo puede hacer partícipe de cualquier confesión, total no se lo volverá a ver jamás.