No lo soñó, porque nadie lo imagina con siete décadas encima. Pero tampoco es asequible pensar que alguien imaginase lo que “El Indio” representa en nuestro país: su imagen ya es un icono de la escena rock local. Cuero cabelludo al aire, anteojitos oscuros y redondos en el tabique, camisa manga corta y jean algo gastado, con micrófono en mano y el cuerpo en pose característica distinguen a ese cantante con sello propio para frasear, sin movimientos estrambóticos y en actitud de extraño narrador, de rebuscadas historias cantadas a pájaros de la noche, que como más de una vez dijo, «oímos cantar y nunca vemos».
Metáfora, tal vez, del público que brama sus letras en sus recitales y que las luces no lo dejan ver. Y como ésa podemos encontrar incontables, porque las búsquedas en su lírica para interpretarlo en sus alegorías y parábolas lo volvieron un mito viviente, y creó fanáticos fervorosos, prosélitos a la primera estrofa, religiosos en sus hábitos y claro, fieles seguidores.
Es raro pensar que al nombrarlo, un alto porcentaje de la población no sepa de quien se habla, y cada anuncio de sus recitales preparen al inconsciente colectivo para estar siempre al borde (o de lleno) frente a la fiesta máxima,sobre todo si se está en esa masa que sigue cada presentación, que siempre parece querer romper su propio récord, que no son más que un pueblo nómade ante un gurú.
Su figura esta rodeada de misterio, de mística, de versiones, de odiadiores y defensores a ultranza. El 12 de marzo de 2016 confirmó que padece la enfermedad de Parkinson, pero antes de eso se habló de todo tipo de padecimientos. Pero las versiones de su vida nunca son únicas. Algunas este año tendrán versión oficial: bajo el título «Las memorias del Indio Solari», el líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota repasa su vida y trayectoria, atravesando la historia de la banda disco por disco, su compleja relación con los medios, la separación y su nueva banda. Esta autobiografía, que Solari viene trabajando hace algún tiempo con el periodista y escritor Marcelo Figueras, aparece tras la publicación en 2017 de la distópica novela gráfica «Escenas del delito americano» con textos del rockero e ilustraciones de Serafín, su anterior libro.
Nacido entre el Paraná y el Uruguay, vivió en una de las casas de Urquiza, donde actualmente hay un correo. En la plaza de enfrente, tocaban orquesta variadas (en general de música clásica) en una pérgola, y de niño, Carlos solía asistir. Es ese uno de los primeros recuerdos sonoros del creador de una de las bandas más importantes de la historia musical Argentina.
Pronto su familia se mudó a La Plata, donde surgió su afición al dibujo y las artes gráficas. Llegó incluso a rendir algunas materias del Instituto de Bellas Artes, del que fue expulsado. En la década del 60 fue socio de Guillermo Beilinson (hermano de Skay), con quien tenía un pequeño taller de estampado de telas en Valeria del Mar. Los años 70 lo cruzaron con un grupo de artistas marginales y vanguardistas del flower power platense: poetas, músicos y actores como Carmen Castro (la Negra Poly), Eduardo Beilinson (Skay) y Ricardo Cohen (Rocambole), entre otros muchos que conformaban La Cofradía de la Flor Solar, semilla predecesora de lo que fue Patricio Rey.
Los primeros tiempos de la banda acaecieron durante la última dictadura. Por aquellos días, las presentaciones se difundían de boca en boca y se concretaban en pequeños locales. El personaje imaginario de Patricio Rey y su show incluía música, bailarinas, performances, recitados, y unos buñuelitos de ricota que se repartían entre el escaso público que los acompañaba. El encargado de cocinarlos era Edgardo Gaudini, un personaje conocido por sus apodos El Doce o El Sultán, y que –según el mito– había sacado la receta de una revista, firmada por una cocinera llamada Patricia Rey. Por su lado el entrerriano que ya tenía pocos pelos se hacía nombrar entonces “astronauta italiano”, porque subía a cantar al escenario con un mameluco blanco. Su particular y áspera voz, junto a su incipiente calva como la metafórica y críptica poesía de sus letras, contribuyeron a la estética original que le fue dando fama al grupo. Siempre se mantuvieron en las orillas del circuito de cultura oficial, independientes de la industria musical, y alejados de los medios masivos para la difusión de sus trabajos. Pero crecieron, y cómo.Llegó Gulp! el primer disco, grabado en 1984, con Lito Vitale como operador y músico invitado. A partir de entonces irían ganando popularidad y consolidando la llamada “identidad ricotera”, Con la Mosca en la sopa y lso que vinieron hasta alcanzar la masividad en los años 90. El Indio Solari hizo un largo recorrido junto a Patricio Rey, que incluyó diez discos de estudio (con el doble Lobo Suelto – Cordero Atado de 1993) y acompañado por presentaciones cada vez más multitudinarias que en los duros años 90 llegaban de todos los rincones del país para asistir a los rituales del rey pagano. Los que saben recuerdan Racing del 98 y los River del año 2000
Dos hechos marcaron esa década para la banda. El primero ocurrió en abril de 1991, cuando durante una presentación del grupo en Obras Sanitarias, la policía detiene a varias personas y los apremios ilegales de la Federal matan a golpes a Walter Bulacio, de 18 años, después de una agonía de cinco días en un hospital. Desde entonces, el público incorporó el cantito “yo sabía, yo sabía, que a Bulacio, lo mató la policía”. Otro mojón en el camino del Rey Patricio fue la prohibición por parte del intendente de Olavarría –provincia de Buenos Aires–, José Eseverri, del recital programado para agosto de 1997. Este hecho motivó la única aparición televisiva de Los Redondos, que realizaron una conferencia de prensa explicando lo sucedido.
Pero nada es eterno. Y por más que hoy ruegan por su vuelta, el final del grupo llegó con los estertores del siglo. El 2 de noviembre de 2001 se oficializó la separación, y el encuentro en el Chateau Carreras de Córdoba, en agosto de ese año, fue la última cena en vivo. Desde entonces, Skay y la Negra Poli por un lado y el Indio por el otro, comenzaron sus recorridos individuales y cada vez más alejadosSolari conformó Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado para grabar en 2004 su primer disco solista en el estudio Luzbola que tiene en su casa de Parque Leloir: El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel). Le siguió Porco Rex (2007), El perfume de la tempestad (2010), y Pajaritos, bravos muchachitos (2013). En estas nuevas producciones, el Indio aparece en los créditos con los seudónimos de Caballo Loco, Monsieur Sandoz, Artista Invitado, y El Fisgón Ciego, fiel a su estilo. El año pasado llego el quinto trabajo como solista, presentado el 26 de julio por Marcelo Figueras en FM La Patriada (102.1). Es un homenajea a distintas figuras que lo formaron como artista y persona a lo largo de su vida. Quizá al soplar 70 velitas recuerde a alguno de ellos al pedir deseos. Pero si hablamos de querer, hay que ver si se cruza aquello que se canta en recitales y entre sus acólitos: los Ricoteros sólo piden que se vuelvan a juntar, hay que ver si se les da.