“Fui lo que creí, soy lo que está pasando” («Reloj de plastilina», Charly García).
Son tiempos de crisis en el país, en la política de cara a la sociedad. Ahí adelante, con el telón del Teatro Astros ya levantado, se ve a Amelia que también está en crisis. Descentrada, en el ritmo vertiginoso urbano, lidiando con la editorial que le exige entregar una novela para la cual se le está expirando la inspiración, una hija fuera de cuadro que la exaspera, un marido ausente, pero que sigue ahí en su vida. El celular del que nunca se despega. Amelia está “descuajeringada”, como le decimos en el llamado “interior”, ese interior al que ella vuelve sola, en la camioneta que por fin le deja usar su marido, Charly. El pueblo correntino de Esquina será la escenografía de Lo que el río hace. La obra de las hermanas Marull tan disruptiva, cotidiana y con tintes humorísticos como emocionante. Y que funciona magistralmente como un espejo que estremece. Nos hace ver frágiles. Habla de la infancia, del amor, de la soledad, del tiempo, y no hay nada más frágil que el tiempo.
“El miedo paraliza el tiempo”. Algo así dice en un momento de monólogo al público una de las dos Marull (ni idea cuál es cuál, es imposible saberlo, son una en el escenario, una fusión perfecta, ambas respiran teatro y se nota). Las gemelas interpretan al mismo personaje. Se complementan en tiempo y espacio. Es miércoles por la noche y afuera del teatro Astros está por llover. Dicen que Massa, Bullrich y Milei hablarán en TN. Hoy en la política todo parece en esencia porteño. La política del Obelisco. Creo que María Esperanza Casullo dijo algo así como que el voto del domingo fue también un voto federal en contra de la porteñización de la política. Milei ganó en casi todas las provincias: en CABA y PBA salió tercero. Este miércoles el dólar llegó a 780. Cada día post PASO parece una carrera contra el tiempo a ver cuándo termina la jornada financiera, rogando que llegue la señal de llegada. Que el número verde no siga ascendiendo. Los canales ponen los números del dólar como si fuera la quiniela. Hay cierto regocijo en la deriva. Un reality donde los que se van de la casa son personas de carne y hueso asfixiadas por la presión de la jornada.
Amelia se siente asfixiada. Casi todos los otros personajes de la obra (queribles todos), también. Como su “novio” de la infancia que, borracho, después de cometer la ilegalidad que un escribano no “debería” hacer, en favor de su amada, llega al hotel de pueblo donde ella está parando. Y le dice que espere, que tiene algo guardado y necesita decírselo. Que lo tiene callado hace años y debe sacárselo de encima. “Mis días son como un compact disc, siempre sé qué canción va a venir. En cambio, vos sos una radio”. Para él, ella es la sorpresa. Cuánto vale la sorpresa. Cuánto tiempo sacrificaríamos por una grata sorpresa.
Una vez afuera del teatro, los mensajes en el celular hablan de que Massa en TN no anticipó medidas. Después se retractan. Sí, anunció que habría suma fija la semana que viene. Aparentemente. Creo que a veces lo que nos asfixia en la vida urbana donde se transpira la rosca de la política electoral es que no hay sorpresas. La mayoría de los que fueron a votar (porque hay millones que ni fueron) buscan algo sorpresivo, algo que los salve. Solo un candidato parece haber entendido eso. Y ganó la elección.
De poco servirá convertirnos en predicadores y culpar a quienes lo votaron (tras ocho años de frustraciones y pesadumbres económicas que estamos atravesando como país), o explicarles qué significaría dolarizar o que dinamiten el Banco Central o que se privatice el Conicet. Más bien habría que entender qué los cautivó del mensaje de ese candidato más parecido a Cavallo que al siglo XXI. A veces nada cautiva más que lo nuevo. Que alguien nos diga que nuestras vidas no seguirán siendo ese CD rutinario donde sabemos qué canción es la que viene.
Hay otra frase. Se la dice el empleado del hotel (seguramente el personaje más querible de la obra) a Amelia, que protestaba contra el río y contra la naturaleza y ese pueblo: “Si usted no se soporta, entonces no le eche la culpa al río”. Amelia tenía un padre que murió, y la excusa para ir al pueblo de su infancia es ir a cerrar los papeles para vender un campito que quedó de su padre. Ella no lo veía atractivo, ni al campito, ni al pueblo, ni al río que atravesaba el pueblo. Pero las cosas cambian. Los objetos y las personas están llenos de tiempo. Y su mirada sobre su entorno irá cambiando. Aunque quizás la que cambió fue ella. Para que te vote el que antes te votaba no tiene que cambiar el votante, tenés que cambiar vos.
«Siempre es más un descubrir que un inventar –contó María en una nota con Tiempo el año pasado sobre la génesis de la obra–. Apareció entonces la hipótesis de hacer las dos un mismo personaje arriba del escenario, de aprovechar la duplicidad para plantear un desdoblamiento y ver de qué manera lo hacíamos: una búsqueda que todavía no cerramos del todo».
El padre de Amelia está presente a lo largo de la obra, a través del relato de la hija. Lo cita, sobre todo en los consejos que perduraron en su memoria como tatuajes del alma. “El tiempo no dura siempre lo mismo, quedate en el lugar donde el tiempo dure más”; “la salud es como la plata, hay que disfrutarla gastándola”. Y hay una tercera que queda resonando, después de las idas de la hija a visitar a su padre cada verano hasta que un día ella dejó de ir. Se volvió grande, formó familia en Buenos Aires. Su padre le decía algo así como: “Perdón por no encontrar lo que buscabas”.
Afuera del teatro está por llover. En la pizzería de Avenida Corrientes está puesto TN. Habla Milei. Nadie le da pelota. En una mesa hablan de un casamiento. En otra mesa una pareja cuarentona no habla, miran reels en sus celulares. En otra mesa hablan de Messi, Julián Alvarez que volvió a salir campeón y Montiel que volvió a meter un penal qué capo este pibe parece de esos de fútbol americano que solo entran para patear. Recuerdan la Copa del Mundo, cuando fuimos felices. Quizás para ganar una elección, al igual que en la vida, la clave sea saber qué busca “la gente” para ser feliz, y así después generar las maneras de encontrarlo. Que la vida no sea un mar todopoderoso, artificial y con demasiado ego, sino un río calmo y familiar que nos abrace. Al fin y al cabo, solo buscamos que no se nos pase la vida por delante sin ser los protagonistas de nuestra obra. Que el tiempo dure un poco más.
Lo que el río hace
Dramaturgia, dirección y producción general: María y Paula Marull. Elenco: María Marull, Paula Marull, William Prociuk, Mónica Raiola, Mariano Saborido y Débora Zanolli. Miércoles a viernes de agosto a las 20 en el Teatro Astros, Corrientes 746. Función especial: sábado 19.