Leonardo Sbaraglia está sentado con los pies sobre la silla comiendo uvas, cansado después de una larga jornada que empezó muy temprano y seguirá varias horas más. Protagonista de El hombre que amaba los platos voladores, la película de Diego Lerman que compitió en el Festival de San Sebastián, este año ha estado en el centro de una serie de movidas que el director del festival, José Luis Rebordinos, ha organizado para apoyar a un cine argentino que está pasando la peor crisis de su historia ante los anuncios del actual presidente del INCAA de recortar los subsidios dejando a la industria al borde de la parálisis. Ha habido un banderazo del que Sbaraglia fue su cara más visible, una conferencia de prensa del equipo de la película, luego una serie de entrevistas y, poco después de la nota vendrá la alfombra roja de la premiere oficial. “Las frutas me despabilaron”, agrega el actor. Si hay cansancio, que no se note.
El hombre que amaba los platos voladores es una película curiosa, fascinante, sobre un personaje mítico del periodismo argentino como fue José de Zer metido en el caso que no sólo lo convirtió en una celebridad sino que, en cierta medida, cambió la manera en la que los noticieros se acercaban a las noticias. Alguno podría pensar que lo hecho entonces por De Zer anticipó el problemático fenómeno que hoy se conoce como fake news, pero si bien el film del director de Tan de repente y La mirada invisible toca esos temas, en realidad su film es más que nada una surrealista comedia que celebra el espíritu aventurero, caótico y entusiasta de un viejo lobo de la televisión que era capaz de ver naves extraterrestres donde apenas había unos pastos chamuscados. O, al menos, decir que las veía.
“Diego (Lerman) me llamó un año antes de hacer la película, nos encontramos en un barcito, me dio y el guion y me pareció una historia increíble”, cuenta el actor a Tiempo. “En ese momento no estaba claro si íbamos a poder usar el nombre real por el tema de autorizaciones de los familiares, pero nos inspiramos en su figura. Unos 15, 20 días antes de empezar a filmar se confirmó que podíamos usar su nombre, así que fue perfecto. Me pareció un desafío precioso ya que era un personaje increíble. Yo venía de hacer la miniserie de Menem, que había sido muy demandante (ver recuadro), por lo que me costó al principio poder hacer ese cambio. Pero de a poco me fui metiendo en este personaje que era muy luminoso, un “ser de luz” a su manera, un tipo único en la historia de la televisión argentina”.
–¿Investigaste con gente que lo conoció para que te contaran cosas de él?
–Toda la gente a la que entrevistamos nos habló maravillas. Fuimos a Canal 9, donde trabajó muchísimo tiempo, y todos lo describían como un gran tipo, le tenían una gran admiración, era alguien que literalmente sacaba noticias de las piedras. Un día un camarógrafo con el que José había trabajado mucho nos dijo, medio amenazante: “No cuenten conmigo si van a hacer una película para burlarse de José”. Todos lo querían y lo respetaban mucho. También hablamos con la hija y lo mismo. De todos modos su vida privada siempre fue bastante reservada y es poco lo que se sabía de esas cosas, había una especie de pacto de silencio, por lo que la película no es una biografía en términos estrictos. Se sabía que había participado en la Guerra de los Seis Días en Israel, pero él tampoco hablaba de eso.
–La película hace eje además en la famosa relación con su camarógrafo, al que llamaba “El Chango” (interpretado por Sergio Prina). ¿Qué supieron de esa historia?
–Gracias a eso la película se transformó también en una especie de Don Quijote y Sancho Panza, dos tipos que van al medio de un pueblo en Córdoba y de la nada generan un fenómeno que trascendió fronteras. Cuando vino Madonna a la Argentina, lo primero que pidió fue ir a Capilla del Monte antes de desembarcar en Buenos Aires. El tipo cubrió el levantamiento de La Tablada, tuvo miles de notas conocidas, pero la de los platos voladores lo marcó para siempre. En el fondo es el viaje de un periodista de espectáculos que termina metiendo elementos un tanto ficcionales en un noticiero al mejor estilo La guerra de los mundos, de Orson Welles. Y eso era algo que no se hacía en los programas de noticias, que eran más tradicionales y quizás hasta ingenuos con el manejo de la información.
La película no se filmó en los lugares en los que transcurrió la historia, ya que esa zona hoy se convirtió en un centro turístico ligado al avistaje de supuestos ovnis, sino en un pueblo de San Luis llamado La Carolina que todavía conserva el aspecto de pueblo chico que tenía el lugar entonces. En el film, que llega a Netflix el 18 de octubre, De Zer es convocado por unos empresarios de la zona que le abonan unos dineros para tratar de generar una movida turística con el lugar a partir de una supuesta aparición de una nave espacial. El periodista ve el filón de una gran historia, vuelve a Buenos Aires, convence al director del canal (inspirado en Alejandro Romay y encarnado por Norman Brisky) de seguir con la investigación y se aleja de las reglas aceptadas en los noticieros tradicionales. Y eso lleva a que el programa rompa récords de rating, lo cual obliga a De Zer a continuar y continuar la historia como sea necesario.
–¿Qué recordabas de José de Zer y de toda esa movida que tuvo lugar a mediados de los ’80?
–No me acordaba tanto porque yo en esa época ya había empezado a trabajar como actor y estaba todo el día metido en eso. Pero lo conocía, como todos, porque era un tipo famoso. Lo que tenía de interesante para mí, como actor, era partir de ese plano general con algunos prejuicios y, a medida que te vas acercando, entendés lo que le pasa y te vas llenando de capas de información. Así, además, vas armando una relación entre vos y él hasta que en un momento el personaje te acompaña. Yo ví los videos 1500 veces cada uno, lo escuchaba con los auriculares puestos antes de filmar. Después de un par de semanas de rodaje, Diego me pidió soltar un poco el tema de los auriculares, desprenderme del José real y empezar a confiar en ese José que estaba dentro mío.
–Es que en el fondo tampoco es una película biográfica…
–No, la película para mí habla de otras cosas, utiliza toda la mística de José para hablar de las creencias, de lo que está más allá, de lo que no sabemos, de la muerte como un misterio que no entendemos, de qué es la vida y así. Está la hija además presente en la trama (la encarna Renata Lerman, hija del realizador) para hablar también de lo importante que era el amor en su vida. Yo creo que la película nos deja esa pregunta del misterio existencial de para qué estamos acá y qué somos.
–¿Encontraste cosas en común entre vos y él?
–Sí y no. A lo largo de tantos años de trabajo todos los personajes que hacés te van dejando una marca. Aprendí de todos los personajes que hice y esa es una de las cosas que más me interesan de este trabajo: que es una excusa para aprender algo. Yo trabajo todos los días y la actuación es mi oficio, pero también es mi pasión y en cierto modo mi vida. Yo siempre intento aprovechar cada uno de los encuentros con estos personajes para aprender de ellos y tratar de entender qué tienen para enseñarme. Pero a la vez yo soy un tipo de una energía más tranquila, más sosegada. Y José era una fuerza de la naturaleza. Fue mucho esfuerzo poder hacerlo. Cada día de rodaje era como subir una montaña porque el tipo no paraba. Se tomaba un montón de pastillas para dormir por día porque no podía bajar, tenía un fuego interno impresionante. Aparte, fumaba un cigarrillo tras otro, no comía. En ese sentido fue un esfuerzo tremendo.
–La película se estrena en un momento complicadísimo para el cine argentino. ¿Cómo ves la situación de acá en adelante?
–Creo que el cine va a ir encontrando sus maneras. Hemos vivido en el 2001 una crisis tremenda y el cine y el teatro encontraron su forma de resistir y expresarse. En este momento no se sabe hasta dónde va a llegar esto, cuánto va a seguir, cuán poca voluntad de diálogo va a seguir habiendo. Yo creo que tenemos un cine del que cualquier gobernante debería estar orgulloso. Pero hay una voluntad política ciega contra nuestro cine y muchas cosas más… Lo que yo veo es un cine maravilloso, con una gran identidad, valorado en todo el mundo, y además una industria que funciona económicamente y que da de comer a muchísimas familias, que genera mucho trabajo. Entonces, evidentemente es una voluntad política, no económica. Y esto es lo triste. Yo no conozco nada del INCAA, ni sé cómo se hace una película. Lo que sé es que hace 40 años me rompo el alma como actor para tratar de hacer mejor las cosas. Esa es mi tarea. Uno quisiera estar celebrando el estreno de una película argentina, pero nos han metido en un escenario de conflicto que nosotros no iniciamos, iniciaron otros. Lo que nos queda es seguir luchando por nuestro oficio y por seguir generando condiciones para salir adelante. Esa es nuestra misión.
El hombre que amaba los platos voladores
Dirección: Diego Lerman. Guión: Adrián Biniez y Diego Lerman. Elenco: Leonardo Sbaraglia, Sergio Prina, Osmar Núñez, Norman Briski. En cines y desde el 18 de octubre en Netflix.
Sbaraglia y la serie sobre Menem
El otro gran desafío actoral de Sbaraglia, uno que le insumió meses de esfuerzo y en cierto modo le dificultó “transicionar” fácilmente hacia José de Zer fue interpretar al expresidente Carlos Saúl Menem en la miniserie Menem, que dirigió Ariel Winograd y que estrenará Amazon Prime Video en 2025, con un elenco que incluye a Griselda Siciliani y Juan Minujín, entre otros.
Como sucedió con el intrépido periodista televisivo, Sbaraglia cuenta que su intención fue “hacer un Menem propio”. Y explica: “Estuve cuatro meses laburando en eso, con otra voz, otra manera de caminar. Supongo que si hubiese hecho a De Zer antes de Menem no sé si habría llegado tan lejos. Siento que llegué a esta película tan lanzado y arriesgado gracias a esa especie de bomba de apertura que fue Menem. Por suerte, De Zer me sacó de ahí, de ese viaje vertiginoso, brutal y lleno de luchas con, no sé, ‘las fuerzas del cielo’. José es un personaje muy luminoso y me sacó de esa zona oscura, de esa manera de hablar, de caminar. En los primeros ensayos todavía hablaba como “el Turco”. Era tremendo. Fue muy, muy difícil eso pero bueno, ya hablaremos de Menem en su momento”.