A pesar de los avatares pandémicos, Leonardo Sbaraglia concluyó un 2021 marcado por el trabajo y empieza el 2022 con una gran expectativa por el estreno de su nueva película, Hoy se arregla el mundo. Se trata de la primera colaboración que encara con el director Ariel Winograd, una comedia apta para todo el público (ATP) que llega a los cines este jueves y que lo tiene especialmente entusiasmado. “Con ‘Wino’ habíamos intentado laburar juntos un montón de veces y por una cosa u otra nunca podíamos. A mí me gustó mucho este guión y finalmente se dio un combo perfecto”, cuenta el actor.
Acompañado por Luis Luque, Charo López y el pequeño actor Benjamín Otero, Sbaraglia protagoniza otra historia de amor: la de un padre y un hijo. Su personaje es David “el Griego” Samarás, un productor que no demuestra una gran empatía por nada que vaya mucho más allá de su celular y su creación televisiva, el talk show que da nombre al film. Convertido en progenitor a partir de una relación ocasional, solterón y narcisista, el Griego sale arrojado de los estrechos límites que conforman su mundo cuando le toca hacerse cargo de ese vástago con el que apenas lograba comunicarse. A partir de la súbita muerte de la madre del niño y un ADN inesperado, las cosas se le ponen serias. Y aún en clave de humor y dentro de un registro que podría definirse como un “naturalismo porteño”, Sbaraglia logra darle gran profundidad a su interpretación.
—¿Qué tuvo de distintivo trabajar finalmente con Winograd?
—Yo no había explorado tanto la comedia y él me pareció siempre el tipo ideal, con mucho oficio para hacer comedia pura y dura. Tampoco había trabajado nunca en una película ATP. Fueron dos novedades que yo tenía ganas de sobrellevar. Él es un director que siempre está buscando cosas nuevas en el actor: de repente hace menos tomas, pero muchos planos, por ejemplo. Eso le da a la película mucho movimiento, Winograd entiende que esa es una manera de comunicarse con el público al que él se dirige.
—¿Cómo te resultó encarar a este padre? ¿Qué fue lo más difícil de digerir del Griego?
—Justamente hoy, decíamos con ‘Wino’ que al Griego se lo podría ver como un tipo desalmado, pero que en realidad tiene una parte apasionada. También hablábamos de bancar al personaje: no es malo, no es un villano. Es un tipo que en algún punto puede metaforizar la neurosis de mucha gente: el exceso de trabajo o las ansias por seguir escalando en vez observar las cosas más importantes. Pero tampoco es un cínico, si bien podría juzgarse así por esa invención de realidades que hace para ganar rating. Mariano Vera, el guionista, creó un personaje arquetípicamente workaholic, que nunca ha puesto la mirada en su lugar de padre o de pareja. Es un tipo que dejó eso en un segundo plano. Justamente, lo que cuenta la historia es que algo se le empieza a desanestesiar: va aflojando y conmoviéndose con la realidad de ese chiquilín. Y aun no siendo el padre biológico, termina siendo más padre de lo que en realidad era cuando todavía creía que lo era. Ahí también hay algo de la complejidad de la paternidad.
—…y algo de deconstruir las formas históricas de entender los vínculos. ¿Podríamos decir que hay en el Griego y en tu personaje de Santiago, de Errante corazón, la película de Leonardo Brzezicki que se estrenó la primavera pasada, una masculinidad deconstruida?
—Son dos padres atípicos. Aquel, Santiago, es un personaje del que uno puede decir: “¿Qué hace este padre con esta hija?”. El espectador, después de ver Errante corazón, se queda pensando en eso, ¿cuál es la manera de ser padre? No hay una, seguramente son infinitas. Santiago es gay, con una hija adolescente, sin madre, prácticamente. Una especie de padre-madre, y sin pareja. Por otro lado, el Griego también se queda sin esa figura materna, se tiene que acercar a un hijo en una situación extrema en la que además se entera de que ni siquiera es su hijo, y al final termina teniendo una relación mucho más cercana que la que tenía antes de todo eso. Y en relación con la deconstrucción, es una palabra que está asumida como tal pero que también hay que seguir deconstruyendo, justamente. No debe transformarse en un mote, en un monolito. No es bueno que se contradiga a sí misma. Estamos todos, ya sea como padres, seres humanos, parejas, viendo qué pasa. Yo no sé cómo es la historia de otras personas de 51 años, pero al menos yo estoy en una etapa en la que me permito dudar de todo, y en el mejor sentido, quiero decir que está todo en movimiento.
—Además, tenés una hija adolescente…
—Claro, es una hija que tiene 15 años, está en plena adolescencia, imaginate…
—¿Qué me tengo que imaginar? (risas)
—Toda esa situación, entre en qué lugar se pone uno y las propias circunstancias de mi vida, con mi exmujer, mi hija. Eso también afecta y tiñe todo, hay mucho que aprender de esa particularidad. Pero al margen de lo que atañe a mi propia experiencia, hay un montón de circunstancias que tienen que ver con el momento histórico que estamos viviendo y que está viviendo mi hija, que es maravilloso, probablemente de las cosas más sustantivas y fuertes de los últimos años: el movimiento feminista, ni hablar de la ley del aborto. Yo he visto la transformación y todo lo que está ocurriendo en el colegio de ella, el Nacional Buenos Aires. Imaginate todo lo que sucede de original allí y lo que me puede transmitir ella desde su experiencia. Eso también dialoga y reactiva mi propia historia. Al margen de eso, me tocó interpretar a dos padres, uno atrás del otro.
Introspección y reapertura
Tanto los rodajes de Errante corazón como de Hoy se arregla el mundo concluyeron muy poco antes de las restricciones impuestas en marzo de 2020. Entre la introspección y una paulatina reapertura, Sbaraglia volvió al teatro (ver recuadro) y fue parte de proyectos tan populares como la serie Maradona: sueño bendito.
—¿Cómo te resultó interpretar a Guillermo Coppola?
—Fue muy divertido. Se armó tanto lío en el preámbulo, que bueno… Finalmente, la serie terminó siendo un éxito y a mí me divirtió mucho hacerla, y está la posibilidad, casi seguro, de una segunda temporada. Me pareció bárbaro poder hacer un personaje de la vida, es una gran responsabilidad y al mismo tiempo Guillermo es un personajón.
—¿Te encontraste con él?
—Sí, tuve la posibilidad de conocerlo y él siempre con la mejor onda, además nos bendijo el trabajo a Jean Pierre (Noher, que hace de Coppola más grande, NdR) y a mí (risas). También entiende perfectamente cómo es este negocio y nos ha acompañado muy bien, así que vamos a ver cómo sigue.
—Más allá del trabajo, ¿cómo venís transitado este bienio de pandemia?
—Cambió la manera de relacionarnos, mucho. A mí me tocó tener la suerte de tener un departamento cómodo, con ventanas grandes, nunca me sentí encerrado. Al contrario, hacía muchos años que necesitaba parar y tuve que parar a la fuerza. Y en diversos aspectos me volví a acercar a muchas cosas que las tenía muy lejanas.
—¿Cómo cuáles?
—Estar mucho más en mi casa, conectarme con aspectos simbólicos del hogar que tienen que ver con la propia identidad, con la infancia. Como adoptar dos gatos, reordenar mi relación con mi propio lugar… Ni siquiera le quiero poner un título, es un proceso que en principio había empezado antes y la circunstancia pandémica profundizó. Hay algo del propio lugar y del propio centro gravitatorio que no quiero perder, a pesar de tantos recorridos, personajes, tantos viajes, hay un lugar al cual cada vez me es más importante volver. «
Hoy se arregla el mundo
Dirección: Ariel Winograd. Guión: Mariano Vera. Con Leonardo Sbaraglia, Benjamín Otero, Charo López y Luis Luque. Participación especial: Natalia Oreiro y Diego Peretti. Estreno: jueves 13 de enero. En cines.
Una agenda marcada por múltiples proyectos
Desde que comenzó su carrera, a fines de los ’80, Leonardo Sbaraglia se ganó un lugar entre los mejores actores de su generación, y su talento lo llevó mucho más allá de las fronteras de nuestro país. Fue galardonado, entre otros, con los premios Goya, Cóndor de Plata y recientemente, Konex de Platino. Fue nominado al Emmy por la serie Epitafios y como parte del elenco de Relatos salvajes compartió también la candidatura al Oscar. Siempre muy convocado, el actor tiene un 2022 a tope: “Me voy a España a rodar una participación de una película para Netflix, protagonizada por Mario Casas. Después, a terminar en Montevideo Asfixiados, una peli que empezamos el año pasado con Julieta Díaz, Marco Caponi y Zoe Hochbaum, dirigida por Luciano Podcaminsky. Es una comedia que está quedando muy bien. Están pendientes los estrenos de Todos mienten, una serie que hicimos en Barcelona para Movistar+, y hay un proyecto de hacer otra peli muy divertida, con muy buen guión, con ‘Wino’. También tenemos planes con Benjamín Naishtat y María Alche, dos directores que admiro”.
Explorando nuevas posibilidades en el escenario
Desde hace un tiempo, Leonardo Sbaraglia armó “un equipo”, como él mismo define, junto con el guitarrista de jazz Fernando Tarrés. Entrecruzando música en vivo y el abordaje de distintos textos literarios y ensayos, el actor desarrolla, desde un lugar escénicamente despojado, una manera distinta de interpretar. También, incluso, le da lugar a su vocación por el canto. En 2021, Sbaraglia y Tarrés montaron Pulso, “una especie de continuación”, detalla el actor, del espectáculo El territorio del poder. “Con Fernando (Tarrés) tenemos una especie de sociedad desde hace unos siete años, y ahora estamos viendo hacia dónde seguimos. En un momento sumamos a Lorena Vega, que es una actriz, directora y dramaturga muy amiga y que respeto mucho. Queremos ver cómo continúa ese equipo”, explica. “Estos proyectos me dieron también una nueva identidad posible, la posibilidad de subirme al escenario y aprender otras herramientas que tienen que ver con la música y cantar, que es algo que siempre me gustó mucho. Estamos tratando de encontrarle un lugar en la agenda del año”.